El fútbol cubano apenas puede presumir de una participación mundialista. Fue en el ya lejano 1938 en Francia y su concurso le llevó hasta los cuartos de final, con el matiz de que el torneo arrancaba ya en eliminatorias de octavos.
El portero titular de esa selección cubana se llamaba Benito Carbajales, un habanero que de niño disfrutaba viendo jugar al fútbol más que practicándolo. De esa pasión, aunque resulte sorprendente, surgió su primitivo interés por defender la portería y así poder seguir los encuentros desde una posición relativamente contemplativa.
Empezó jugando en un equipo llamado Club Deportivo Templete junto a su hermano Valentín. Un día se fracturó una pierna al tropezar en uno de los huecos del campo en una explanada del Malecón junto a la antigua capitanía, pero su pasión por el deporte ya era firme y superó una lesión que en muchos casos derivaba en una prematura retirada.
Su carrera prosigue en equipos como el Racing FC, con el que se enfrentó a un equipo llamado Athletic de Cristo por el ascenso a la Serie A (primera categoría del fútbol cubano en esos años treinta). Tras pasar por el Olimpia SC, acaba ingresando en su equipo predilecto: el Centro Gallego, una institución que tuvo su origen en los inmigrantes gallegos que crearon la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia en 1872.

Con los “Alacranes” -tal es el apodo del CD Gallego- se proclama campeón en la 36-37 y, casi lo que era más importante para su prestigio, destaca en 1938 en un amistoso que jugó la selección de Euskadi que estaba de gira por América para recaudar fondos para la causa republicana. Según parece, Lángara y Regueiro destacaron a Carbajales como “de lo mejor que hemos visto fuera de Europa” tras vencer 3-0 al modesto conjunto cubano. 1938 resulta, de todos modos, un año amargo para el portero porque pierde a su padre mientras defiende la portería del cuadro habanero en un partido de Serie A.
A pesar de ese duro golpe, Carbajales no desiste de participar en el Mundial de Francia. El primer rival de Cuba fue Rumanía el 5 de junio de ese 1938 en el Estadio Jacques-Chapou de Toulouse. El portero aguanta las acometidas de los centroeuropeos y el choque llega a la prórroga. El 3-3 final obligaba a una repetición cuatro días más tarde.
Y aquí llega lo extraordinario. El 9 de junio Carbajales no pudo defender la portería en esa segunda edición del encuentro ante Rumanía. No estaba lesionado ni sancionado. El motivo es que se había comprometido con una radio cubana que se había desplazado a Francia para comentar el encuentro.
Así pues, hombre de honor, Carbajales cumple su pacto y el seleccionador insular Juan Tapia alinea al portero suplente Ayra, quien cumple con creces y Cuba remonta su encuentro ante Rumanía gracias a los goles de Socorro y Fernández.
El destino brindó a Carbajales la oportunidad de disputar otro partido más del Mundial. Nada menos que unos cuartos de final. Sin embargo, Suecia no tuvo piedad de los cubanos y el 8-0 final deja a las claras lo que sucedió en ese encuentro en Antibes.
Después de ese Mundial, Carbajales regresó a La Habana y siguió demostrando sus cualidades hasta que la salud le abandonó. Fue poco tiempo. En enero del 39 unas fiebres interrumpen su trayectoria y en febrero de ese mismo año fallece dejando, eso sí, un recuerdo inolvidable para los amantes del fútbol cubano… y la eterna consideración de quienes ejercen el noble oficio de contar partidos de fútbol.
Fuentes:
https://futboldecuba.blogspot.com/2020/06/benito-carbajales-una-estrella-fugaz.html