La Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) publicó la semana pasada más de doce millones de páginas de documentos realizados por sus informadores y ya desclasificados. En total, unos 930 mil archivos entre los que también tiene cabida el fútbol. El del enemigo, naturalmente.
En un informe de cinco caras fechado el 24 de enero de 1955 titulado “Fútbol soviético y excepcionales equipos de fútbol” explica el pasado, presente y las connotaciones que ese deporte tenía entonces para la población del gigante rojo.
Para empezar, justifica el estudio porque el fútbol es “el deporte nacional de la URSS y el único en el que hay un interés genuino”. Además, especifica que al gobierno entonces de Malenkov le venía muy bien que así fuera porque “cuesta poco de mantener” y además “es un juego colectivo que nada tiene que ver con las competiciones individuales como tenis o esgrima”.
A continuación explica el origen del fútbol en la URSS, que se remonta a antes de la revolución de la que ahora se cumple un siglo y que sobrevivió a la llegada de los soviets a pesar de su origen occidental por su “atractivo para las masas”. Recalca el informe, esto es especialmente curioso, que en la URSS empezó a popularizar a partir de la llegada “a mediados de los años treinta” de un equipo vasco (probablemente la selección que hizo la gira durante la Guerra Civil en el 37) y otro turco para que compitieran con los clubes locales.
Entonces se dieron cuenta las autoridades comunistas que podrían sacar provecho a esa expectación generada y decidieron fijar el precio de la asistencia a los partidos en 10-15 rublos (cifra que, también se detalla, seguía siendo la misma en 1955).
Habla el informe del gran Spartak de los hermanos Starostin y de cómo estos “padres del fútbol soviético” se convirtieron en parias del sistema y vivieron diez años de suplicio en un gulag siberiano junto a otras estrellas del deporte como el saltador de trampolín Zhigalov. Se recoge el irónico testimonio del Comandante de los Gulags de Khavarosk –un tal Akermann– al respecto: “No tienes que ir a Moscú a ver a los mejores actores, músicos de jazz, directores de orquesta o jugadores de fútbol… los tenemos todos aquí y no nos cuesta un rublo verlos actuar”.
En el sexto punto del relato se cuenta que las autoridades soviéticas se dieron cuenta de que sus equipos de fútbol no resultaban competitivos cuando jugaban contra los de otros estados y que tal cosa sucedía «por la política de aislamiento de las gentes de la URSS de la contaminación extranjera”.
Todo cambió según la CIA a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Stalin y compañía se dieron cuenta de que el fútbol podría ser una efectiva arma propagandística. A partir se produjo una mejoría –el informe menciona el triunfo del Dynamo de Moscú ante el Arsenal de 1945 en Londres– insuficiente para los altos mandos, que incluso conminaron a que el CSKA –humillado incluso por “equipos de pequeñas ciudades” checas durante una gira en el 48- ofreciera a corto plazo una imagen más digna o bien el entrenador Arkadev podría tener un “final triste” (obviamente según el informe ni las derrotas ni la amenaza al técnico fueron publicados en el Pravda).

Destaca la CIA que un equipo soviético como el Dynamo jugara en Londres, pero que los gunners no pudieran devolverles la visita porque “una derrota en casa podría haber generado un efecto negativo sobre la opinión pública” y haber menoscabado el mito de “la invencibilidad atlética soviética”.
Sí que invitaron –“en el 48 o 49” según la CIA- a conjuntos de su lado del Telón, como los húngaros del Vasas (en el informe “Vashas”) después de un “detallado estudio” de sus componentes. Los magiares se enfrentaron al Torpedo de Moscú (de la fábrica de automóviles ZIS), en lo que fue vendido como “partido entre equipos de obreros”. Fue el primer encuentro disputado por un equipo extranjero en la URSS después de la Guerra. Los visitantes vencieron y convencieron con su técnica con el balón y sus maneras educadas (por ejemplo, que daban la mano al rival si cometían una entrada dura, algo que les chocaba a los rudos soviéticos). La multitud, que no tenía idea por la prensa de las derrotas de sus combinados, excusaban a los perdedores: “bueno, no es el Torpedo realmente, es un equipo de jugadores hecho para la ocasión”.
El responsable del Comité de Cultura física y Deporte, el General Apolonov, se quedó pálido al acabar el encuentro y se excusó durante unos cuantos días de su labor en el Ministerio aquejado de una fuerte “diarrea”, algo “nada infrecuente en los burócratas soviéticos” según el informe.
Poco después un equipo de estrellas de la URSS con la camiseta del CSKA volvió a retar al Vasas y le venció para regocijo de la prensa del Estado, que recogió que los húngaros ofrecieron “un terrible fútbol” y felicitaron al nuevo CSKA por “su excepcional logro atlético” (obvió esa publicación según la CIA tanto la derrota previa como el Vasas disputó el partido privado de su jugador más destacado, cuyo nombre no se menciona).
En los Juegos Olímpicos de Helsinki del 52 la selección de la URSS cedió ante Yugoslavia en primera ronda (algo que agrió más si cabía las relaciones entre Stalin y Tito) y sus jugadores “a pesar de tener invitaciones para jugar en equipos extranjeros” fueron llamados “inmediatamente” a Moscú y algunos de ellos “desaparecieron” durante un tiempo de los campos. La derrota fue calificada para las autoridades como “un crimen político” según el informador. Recoge la CIA que algunos jugadores soviéticos se quejaban entonces de estar “sobreentrenados” y con demasiados partidos en sus piernas.

En la última página del informe se habla de los mejores equipos de fútbol de la URSS. Del Dynamo (los “Dynamos”, en general) se explica que es la institución del KGB y que aglutinaba entre 600.000 y un millón de afiliados a lo largo de toda la Unión. Sobre el CSKA, que es el equipo del ejército y que, en consecuencia, es “probablemente la más importante de todos los clubes, porque en él están los millones de soldados” del Ejército Rojo. Resalta igualmente del CSKA que todos sus jugadores tienen rangos militares (“por ejemplo Bobrov y Grinin tenían eran capitán o mayor cuando la fuente les vio jugar por última vez. Los jugadores tienen sueldos como militares, pero virtualmente no tienen deberes que cumplir en el ejército”).
Sobre el Spartak, que el informe define como el club “de las empresas expropiadas por el gobierno”, se dice que sus responsables “tienen acceso a todas las fuentes para equipamiento deportivo y comidas” y que puede fichar a más jugadores que Dynamo o CSKA porque les “paga bien” (algo que puede chocar en una economía como la soviética), pero igualmente explica que esa compra de jugadores la entiende el club únicamente como una forma de hacer negocio, “especialmente si el futbolista es elegible para el servicio militar –y en consecuencia para el CSKA- o las fuerzas de seguridad –el Dynamo”.
También analiza la CIA al Torpedo, el equipo creado por Iván Likhachev, el director de la planta de fabricación de vehículos ZIS de Moscú. Se explica que Likhachev fue despedido de su cargo acusado de “sabotaje administrativo” acompañado de “malversación de fondos” en su empresa. Se explica que Likhacheve estaba literalmente “crazy about soccer” (“loco por el fútbol”) hasta el punto de sobornar a rivales ofreciéndoles vehículos de su fábrica por perder.
Por último, del Krylya Sovetov –el equipo del Ministerio de Aviación- se dice que es un club “rico” por los fondos destinados por el gobierno al desarrollo aeronáutico.
Esta era la visión que, en 1955, tenían en los Estados Unidos del fútbol soviético. Un deporte, como se observa, con tanto de espectáculo como de política detrás.
Aquí podéis leer el informe íntegro de la CIA en inglés sobre el fútbol soviético.