“Había jugado con Pelé o Garrincha y nos hablaba con mucha naturalidad, como si nosotros fuéramos capaces de hacer sobre el verde lo mismo que él había hecho”. Pepe Escalante evoca así en el libro Infinita Pasión su experiencia con el técnico que le dirigió –a él y al resto de sus compañeros- durante la penúltima temporada del Córdoba en Primera.
Ése técnico era Edvaldo Izidio Neto, Vavá. Sin duda, el personaje más ilustre que ha trabajado para el club blanquiverde en toda su historia.
Vavá era de Pernambuco (nació en 1934) y en el Sport de Recife destacó como “medio izquierdo” (así se conocía al interior en aquella época). Cuando llega a Vasco da Gama su técnico Flavio Costa le transforma en un poderoso delantero que aunaba técnica y fuerza. De ahí su apodo: “pecho de acero”.
Con 18 años ya era titular con la selección olímpica de su país –llega a cuartos en los JJ.OO. de Helsinki- y es titular en Vasco, con el que se proclama campeón carioca. Título que repetiría en el 56.

1958 es uno de sus grandes años. Conquista el Brasileirao y forma parte de aquel maravilloso grupo de jóvenes liderados por Pelé que conquista por primera vez el Mundial para Brasil. En ese campeonato de Suecia le marcó Vavá dos goles a la URSS, uno a Francia y por partida doble otra vez en la final a Suecia (5-2). Había partido, por su juventud, como suplente, pero sus compañeros de selección presionaron para que le dieran la titularidad. Él completaba la genialidad de los Djalma, Didí, Zito, Pele… Para colmo, en agosto de ese 1958 ficha por el Atlético.
Cuenta Martín Petón en su Blanco ni el orujo que el fichaje se produjo a instancias de Francisco Urquijo, vicepresidente del banco homónimo, que quiso regalarle a los colchoneros un campeón del Mundo. Eran palabras “muy mayores”, explica Petón, que resalta lo que supuso en aquellos tiempos la llegada –quitándoselo a la Roma según el Diario Marca– de Vavá.
De rojiblanco realiza exhibiciones como los cinco goles que le mete al Zaragoza en un 7-1 (uno de cabeza, otro de penalti, otros tantos de zurdazos impresionantes según reseña el historiador Bernardo de Salazar). En 71 partidos cuela 31 tantos y conquista dos Copas.
Pero Vavá añoraba su país y regresa en el 61 para jugar en Palmeiras. No pierde tino ni tono y ayuda al verdâo a llevarse el Paulista. Sigue contando, de paso, para su selección. Así, viaja a Chile para resultar decisivo en la conquista del segundo Mundial consecutivo, el que protagonizó Garrincha por la lesión de Pelé. Vavá fue el que más goles metió en ese torneo, ex aequo con Garrincha, Leonel Sánchez, Drazan Jerkovic, Valentín Ivanov y Flórián Albert. Volvió a marcar, por cierto, en la final –esta vez ante Checoslovaquia (3-1)-. Únicamente Pelé, Breitner y Zidane han conseguido anotar también en dos finales de un Mundial.

Después de ese éxito comienza un lento declive en su carrera, que le lleva primero a la Liga mexicana (América y Toros de Neza) y la norteamericana (San Diego Sockers) antes de volver a Brasil para retirarse en la Portuguesa en 1968. Tenía 34 años.
Apenas cuatro años más tarde Rafael Campanero confía en él para dirigir al recién ascendido e inexperto Córdoba que acababa de regresar a Primera de la mano de Juncosa. Todos coinciden en que a Vavá le podía su bondad. Cruz Carrascosa contaba que “le gustaba el balón, porque como brasileño que era le pegaba muy bien. En los peroles nos jugábamos la convidada última a los chinos y siempre hacíamos para que perdiera él, que nos decía «Puta madreee». Casi siempre pagaba él”.
El Córdoba descendió, le quitó una liga al Barça con el famoso penalti de Fermín y el brasileño fue despedido en Segunda tras una derrota en León (para gran tristeza de los jugadores, como confiesa Manuel Garrido), pero a presidente y entrenador les unió una amistad eterna. Vavá, que luego volvió dos veces más al club blanquiverde, siguió carteándose con Campanero mientras trataba de ganarse la vida entrenando en Portugal, México o Arabia Saudí. “Mis hijos se resfrían con tanto cambio de temperatura”, le confesaba tiernamente en una de sus cartas a Campanero.
Los últimos años de vida de Vavá fueron tristes. El olvido de Vasco da Gama (no le invitó a los festejos de su centenario) y de la propia federación brasileña le dolió en el alma y una isquemia cerebral le dejó impedido para trabajar en 2000.
Un año más tarde, durante la muerte de Didí se paseó en silla de ruedas junto al féretro llorando. El 19 de enero de 2002, con 67 años, dijo adiós a este mundo por un infarto. En su despedida en el cementerio de San Juan Bautista de Río hubo unas 200 personas. Ni grandes estrellas ni púrpura. Apenas un dirigente de la Confederación Brasileña se personó para colocarle una camiseta equivocada sobre el féretro (le puso la de la verdeamarela del 82 en lugar de la del 58 o 62). Su familia pidió a los amigos de Vavá que no se quedaran en el velatorio nocturno porque el cementerio está junto a una favela y suelen asaltar a quienes velan a sus muertos.
Futbolista de leyenda y hombre bueno que sirvió al Córdoba. Quede aquí este modesto homenaje.