Fútbol del puro: El griego que no paraba de regatear

Vassilis Hatzipanagis. No suena tan bien ese nombre como el de Robin Friday, George Best, Jairzinho o Riquelme. Pero no es exagerado decir que, en su época, sus regates eran tan finos y sus quiebros tan rotundos como los de los mentados. Una vez contó que antes de los partidos miraba a la defensa rival y que, uno a uno, sentía unas enormes ganas de regatearlos. Pitaba el árbitro y siempre lo hacía. Tantas cinturas rompió Vassilis que la leyenda explica que un grupo de zagueros de la liga griega pensó en demandarle por sus continuas humillaciones sobre el verde.

Hatzipanagis 1El suyo es uno de esos casos inexplicables –hay decenas- en los que un talento enorme para el fútbol se queda a medio camino entre la leyenda local y la mundial. Por su misma época otro tipo con un pelo tan ensortijado como el suyo pero tal vez un poco más achaparrado llamado Maradona daba sus primeros pasos hacia la eternidad. Vassilis no llegó a tanto.

La política marcó la vida de Hatzipanagis. Sus padres, de origen grecochipriota, formaron parte de los cerca de doce mil partisanos que emigraron de Grecia a la URSS tras la derrota del llamado Ejército Democrático Griego (milicianos comunistas) en el conflicto bélico que asoló al país tras la Guerra Mundial. Así que Vassilis nació en la capital uzbeka, Tashkent, en octubre del 54. Sus padres subsistieron con la industria del algodón, la más fértil de la ciudad, y es precisamente el equipo de los recolectores de algodón –tal es el significado del Pajkator– el primero que se fija en el incipiente talento del zurdo.

Con apenas 17 años debuta con el primer equipo del Pajkator y le bastan meses para ser, de largo, el mejor futbolista de la segunda división soviética. Ascienden a lo que sería Primera –ningún otro club de esa región lo logró- y a Hatzipanagis le ponen entre la espada y la pared. Si quiere seguir progresando debe jugar ya con las categorías inferiores de la selección de la URSS. Acepta y empieza a competir para alcanzar los Juegos Olímpicos del 76. Según cuentan los expertos de aquella época, sólo el gran Oleg Blokhin estaba por delante de él en calidad en esa selección.

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Hatzipanagis con la camiseta del club de su vida, el Iraklis de Tesalónica

A Vassilis siempre le pudo el corazón. En 1975 toma la primera de las decisiones que iban a condicionar su trayectoria. Cuando lo tenía todo para triunfar como soviético decide regresar al país de sus padres, que ya se ha librado de la dictadura del régimen de los coroneles. Él no lo sabía entonces, pero esa decisión salvó su vida, toda vez que toda la plantilla del Pajkator del 79 murió en un accidente aéreo en Ucrania.

Hatzipanagis no firma en Grecia por Panathinaikos o por Olympiakos, sino que se marcha al Iraklis de Tesalónica. Su fama le precede y llena el campo de Katzantoglio cada dos fines de semana desde su debut en diciembre de ese 75. Su club gana la Copa por penaltis esa temporada en una gran final ante Olimpiakos (4-4). Vassilis Hatzipanagis marca dos y regala los otros dos.

Sin embargo, sus compañeros en el Iraklis no están a su nivel y en toda su carrera lo más que consiguió Hatzipanagis fue un tercer puesto en la 83-84 (sigue siendo el mejor registro del club) y una Copa de los Balcanes, una competición que ya no se juega. Y eso que estuvo quince temporadas seguidas.

Viendo sus cualidades con el balón (no se pierdan el video que se adjunta), uno se pregunta por qué no llegó a un grande. Lo cierto es que en los ochenta no existía youtube y, además, Hatzipanagis apenas pudo darse a conocer en el extranjero porque su equipo no tenía peso a nivel internacional y porque se convirtió en un apátrida para el fútbol (como había jugado con la URSS en categoría juvenil no era seleccionable por Grecia). A pesar de ello Arsenal, Bayern, Lazio y Oporto (entre otros) enviaron emisarios a espiarle e incluso remitieron ofertas jugosas por su contratación. Pero Vassilis estaba contento en su tierra y el presidente del Iraklis –tampoco es baladí esto- era sistemáticamente amenazado de muerte por sus ultras cada vez que se rumoreaba que podían traspasarle. A posteriori el genial jugador se ha lamentado tanto de esto como de aceptar un contrato falseado que le prometieron de dos años y que resultó ser de diez.

Pese a no haber salido de Grecia, resulta significativo que fuera llamado en 1984 para un encuentro amistoso en Nueva York entre el Cosmos y un combinado mundial en el que militaban figuras como Beckenbauer, Keegan, Kempes o Rocheteau.

Su último partido grande con el Iraklis lo jugó contra el Valencia en el Luis Casanova en 1990. Su equipo quedó eliminado de la UEFA y su presencia pasó casi inadvertida. Tanto que hasta la prensa deportiva de la época dudaba de cómo se escribía su nombre (Mundo Deportivo, por ejemplo, le rebautizó Hagipanakis).

Hatzipanagis se retiró en ese año 1990, pero su estela continuó. En 1999 –tenía entonces 45 años-, fue convocado para disputar un amistoso oficial con la selección con la que no había podido competir. Fue contra Ghana. Vassilis jugó veinte minutos antes de salir a hombros del estadio en lo que supuso un emotivo homenaje a una trayectoria tan singular.

No fue el último reconocimiento. En 2008 la FIFA cumplía cincuenta años y encargó a cada federación clasificada para la Eurocopa de Austria y Suiza que eligiera a un futbolista como el mejor de su historia. Holanda eligió a Cruyff, Portugal a Eusebio… y Grecia, que entonces era la Campeona de Europa tras su inesperado éxito de 2004, no eligió a ninguno de los componentes de aquella escuadra, sino a Hatzipanagis.

El jugador, ya de esos que se dicen “de culto”, aún conserva su pelo ensortijado y cierta planta de futbolista de clase. Cuando le preguntan si se siente feliz mirando a su pasado admite, no sin cierta resignación, que “si pudiera echar atrás el reloj, habría hecho algunas cosas diferentes”.

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