En sus comienzos, el fútbol era un deporte mayoritariamente de señoritos. De hecho, la final de la sexta edición de la FA Cup que disputaron el Wanderers y el Oxford University el 24 de marzo de 1877 en el sur de Londres tuvo lugar en el Kensigton Oval, que se construyó sobre los terrenos de los Duques de Cornwall.
En ese recinto -pensado en principio para el cricket- se desempeñaron el conjunto del Battersea y el universitario con denuedo por alzar el único trofeo oficial de fútbol que por entonces se jugaba en el mundo.
En el minuto 15 un saque de esquina lanzado por el atacante del Oxford Evelyn Waddington terminó en las manos del portero del Wanderers, Arthur Kinnaird. El meta, despistado, dio un paso atrás y se colocó detrás de la línea que delimitaba el gol en su portería. El árbitro, llamado Sidney Havell Wright, señaló que la acción debía convertirse en el primer tanto del encuentro y señaló el centro del campo. Fue el primer gol en propia puerta que se haya registrado en un partido oficial.
De nada le sirvió al Oxford ponerse por delante en el marcador, porque al final el Wanderers remontó y acabó ganando la final 2-1 merced a un gol en el minuto 86 y otro en el 97. Es decir, que el encuentro llegó a la prórroga. Sin embargo, la Football Association registró el resultado como un 2-0 durante un siglo. ¿Cómo se puede explicar esto?

Pues por el dinero, naturalmente. El portero que cometió la torpeza de meterse con la pelota en su propia portería era Arthur Fitzgerald Kinnaird, un lord inglés (concretamente el undécimo Lord Kinnaird). Pertenecía a una familia de banqueros natural de Perthshire y formado en escuelas como Eton, Trinity, Cambridge… En 1868 ya era administrador de la Football Asociation y posteriormente también fue su administrador y presidente. Como máximo representante del fútbol inglés permaneció hasta su muerte en 1923.
Así que Kinnaird impidió que ese gol computase… hasta que una compleja investigación desveló lo que sucedió ya por 1980. Los arqueólogos del balón rescataron ese tanto que se encontraba sepultado por décadas de polvo y de billetes.
Kinnaird puede pasar a la historia también como un fervoroso impulsor de este deporte, ya que jugó en todas las posiciones del campo y ganó cinco FA Cups con los Wanderers. Pero, al final, este banquero y defensa leñero quedará también registrado como el primero que realizó la suerte más dolorosa para el futbolista: la de recoger la pelota de su propia portería.
Fuente:
Autogoles, de Juan Ignacio Gallardo y Rafael González-Palencia (Prime Books).