El Shakthar Donetsk, el equipo minero estajanovista de la república que acaba de reconocer Rusia y que aspiraba a ser el Chelsea del Este

En el verano de 2012 me marché en solitario a Kiev -era joven y alocado- con la intención de conocer la cultura ucraniana (en general) y, de paso, ver la semifinal de la Eurocopa entre España y Portugal que se jugaba en Donetsk. Lo primero lo conseguí y disfruté, pero a la capital del Donbás no pude “acercarme” porque no había ninguna combinación de tres posible para ir y volver en un mismo día.

Por desgracia, la misma plaza Maidan en la que vi en una pantalla gigante y en un ambiente festivo entre cervezas el encuentro que permitió al equipo de Del Bosque colarse en su tercera final consecutiva de un gran torneo se convirtió, apenas dos años después, en escenario de violentos combates por un conflicto que está viviendo en este 2022 otro episodio escalofriante.

El Donbass Arena tras los bombardeos de 2014 (Videoruptly)

El Donbás es una región del Este de Ucrania o del oeste de Rusia, según a quién se pregunte. Explica Toni Padilla en su magnífico “El historiador en el estadio” (Principal Historia) que hasta que llegara el empresario británico John Hughes en 1869 esa zona era una tierra fronteriza por la que campaban libres por sus estepas los cosacos. Donetsk nació para dar cobijo a los trabajadores de una fábrica de acero y luego, tras el terrible Holodomor (hambruna) de los treinta, pasó a llamarse Stalino en honor al triunfador de la Gran Guerra Patria (como se conoció en la URSS a la II Mundial). De ese momento, cuenta Padilla, estos lodos porque “llegaron millares de rusos que modificaron la demografía local. Las ciudades eran rusas; los pueblos, ucranianos”.

Tras la guerra -inconclusa para muchos- de 2014 en el Donbás se establecieron dos repúblicas prorrusas -la de Donetsk y la de Lugansk- que acaba de reconocer Putin en nombre de Rusia, rompiendo el Protocolo de Paz de Minsk de 2015 y corroborando la condición de polvorín de esa zona hacia la que ahora mira todo el Planeta con temor.

Una panorámica de Kiev en 2012 (Toni Cruz)

Y en Donetsk nació el Shakthar en 1936, pero con el nombre de Stajanovets, en honor a Alexsei Stajanov, el célebre minero soviético de esa región cuyo nivel de productividad fue tal que sugirió el adjetivo “estajanovista” (por cierto: Acabó sus días en el olvido y alcoholizado). Ese nombre exhibe la condición minera del club y de la región. La II Guerra Mundial y las posteriores purgas stalinistas dejaron apenas tres jugadores en la plantilla del Stajanovets, que tuvo que refundarse en el Shakthar (que significa “Minero”).

Mientras existió la URSS y participó en su Liga, el Shakthar fue capaz de conquistar cuatro Copas y una Supercopa soviéticas, pero fue tras la liquidación de ese conglomerado de repúblicas cuando creció de la mano de la independencia de Ucrania. No fue una transición, eso sí, tranquila. Una bomba colocada -parece ser que por la mafia local- debajo de su palco de honor mató en 1995, antes de un partido ante el Tavriya, al entonces presidente del club Akhat Bragin. Su vicepresidente Rinat Akhmetov, que se salvó porque llegó tarde al encuentro por un atasco, accedió a la presidencia. Akhmetov, descendiente de tártaros musulmanes, convirtió al Shakthar en un símbolo para los prorrusos de la región y dedicó bastante capital de sus más de cien empresas a la labor de fichar jugadores brasileños y de dinamitar la tradicional tiranía en Ucrania del Dinamo de Kiev. Lo logró, porque desde entonces ha conquistado 13 Ligas y 13 Copas locales e incluso la UEFA 2008-09 al Werder Bremen tras una histórica semifinal precisamente el Dinamo de Kiev. La película «The Other Chelsea», de Jakob Preuss, sigue las evoluciones del Shakthar durante esa competición.

El Monumento a la Madre Patria soviética en Kiev (Toni Cruz)

Eso sí, en 2004 los vientos de cambio soplaron fuerte para Akhmetov, quien vio como el poder Leonid Kuchma, presidente del país y valedor de su gestión en el Shakthar, estaba siendo amenazado por una revolución que tomaba el color naranja como su emblema. Curiosamente el naranja era el color del Shaktar, por lo que Akhmetov decidió cambiar provisionalmente la camiseta de su club para apoyar al político cuestionado (para mayor paradoja el Dinamo de Kiev, situado en el otro lado ideológico -es decir, nacionalista ucraniano- viste de azul como el color del partido prorruso).

Akhmetov sobrevivió a esa revolución y también lo hizo a la de 2013 contra Yanukovich, incluso cambiando de bando. Como vio que Crimea quedaba lejos del control de Kiev y su intención siempre fue hacer negocios en Ucrania, optó por alinearse con los nacionalistas ucranianos. Para respaldar su postura -y ya desde su piso de lujo en Londres- decidió sacar al equipo de Donetsk –el moderno Donbás Arena, donde España pasó a la final en 2012, había sido bombardeado– y desplazarlo a Kiev.

El Estadio Olímpico de Kiev en 2012 (Toni Cruz)

Allí, en el Olímpico de Kiev, han seguido compitiendo al máximo nivel su cuerpo técnico y jugadores ajenos al conflicto que no ha dejado de vivirse en la región a la que siguen representando, disputando incluso la presente Champions League -en octubre le ganó 0-5 en Kiev el Madrid-.

¿Qué pasará ahora con el Minero de Donetsk? ¿Qué sucederá si la tensión deriva en lo que nadie desea pero algunos esperan? ¿Qué ocurrirá si Donetsk acaba alcanzando la plena independencia o termina formando parte de Rusia? Desde luego, el aficionado del Shakthar -se sienta ruso o ucraniano- debe tener el cuerpo hecho a cualquier contingencia. Por desgracia.

Imagen del último Shaktar-Real Madrid (Real Madrid CF)

Fuentes:

-El historiador en el estadio, de Toni Padilla (Editorial Principal, 2021)

https://www.panenka.org/pasaportes/shakthar-mucho-mas-que-un-club/#:~:text=Haga%20fr%C3%ADo%20o%20calor%2C%20nieve,shakhtar%20significa%2C%20precisamente%2C%20minero

https://www.eldiario.es/internacional/putin-reconoce-autoproclamadas-republicas-prorrusas-ucrania_1_8768179.htm

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