Para llegar a la final de Sevilla de 1986 el Barcelona tuvo que sudar de lo lindo ante bomberos, fontaneros y cocineros. Lo que sucedió con el IFK Göteborg en los años ochenta refleja el brutal salto hacia la profesionalización que ha dado el fútbol en las últimas décadas.
El Idrottsföreningen Kamraterna (Asociación Deportiva de Camaradas) de Gotemburgo no dejó del todo de ser amateur hasta bien entrados los años noventa. Paradójicamente, o no, los mayores éxitos deportivos de los que puede presumir este conjunto sueco los logró cuando sus futbolistas tenían que llevar a cabo otra actividad para ganarse la vida.
En el 79 llegó al banquillo el legendario Sven Göran Eriksson y con su 4-4-2 aceleró el pulso de un equipo que llegó a ganar la UEFA en el 82 arrollando en la final al Hamburgo (1-0 en Suecia y 0-3 en el Volksparkstadion). Resulta todavía más llamativa esa gesta cuando ese mismo año requirieron de una colecta entre sus aficionados para afrontar los gastos del viaje a Valencia para el partido de cuartos de final.

En 1986 el IFK se había colado por primera vez en semifinales de la Copa de Europa tras eliminar al Trakia Plovdiv búlgaro, al Fenerbahce y al entonces poderoso Aberdeen escocés. El Barcelona había tenido un camino más duro, deshaciéndose del Sparta de Praga, Porto y Juventus.
Los medios deportivos españoles de esos días dedicaron reportajes en la previa de esa semifinal tan teóricamente desequilibrada centrándose en la otra vida de los futbolistas suecos. Porque en el IFK Göteborg jugaba un cocinero (Torbjon Nilsson, que además fue el máximo anotador de esa edición de la Copa de Europa con siete goles); varios vendedores (Ekstrom, Larsson y Hysen); un empleado de banca (Petterson) y dos hermanos, los Holmgren, uno fontanero (Tord) y el otro bombero (Tommy).
Enrique Orizaola -el padre de quien luego fuera presidente del Córdoba C.F.- fue el enviado por el técnico del Barcelona, Venables, a hacer el informe del IFK partiendo de un amistoso ante el Valerenga noruego. A Orizaola le impresionó el bombero Holmgren sobre todo, así como el vendedor Ekstrom, quien ya había militado antes en el PSV y el Kaiserslautern. Mundo Deportivo le preguntó a Holmgren si podía compaginar su faceta de bombero con la de futbolista: “Perfectamente. Si sólo jugase al fútbol me aburriría mucho, porque en Suecia los inviernos son muy largos y estamos mucho tiempo sin disputar partidos oficiales. Mi trabajo como bombero me sirve de distracción”.
Otro detalle que refleja lo que ha cambiado este deporte desde entonces: el Barcelona únicamente pudo encontrar un vídeo de un partido del IFK para preparar esa semifinal y era un resumen de 25 minutos de un 0-0 contra el Aberdeen que le envió al club un amigo que tenía el vicepresidente Mussons en Coppenhague. El Barcelona, pues, conocía poco a los suecos, pero su rival tampoco sabía mucho más. Holmgren contestó a Mundo Deportivo que del equipo catalán solo conocía a Archibald.
Antes del partido de ida, el técnico sueco Bengsonn contó con sorna sobre una posible prima de su directiva: “No pensamos en el dinero, sino sólo en el partido, entre otras cosas por los altos impuestos que tenemos”. Con o sin alicientes, el IFK apabulló al Barcelona en el Ullevi. 3-0 que dejó los típicos titulares “Los dejó helados” o “Entre el bombero y el cocinero achicharraron al Barça”. El presidente el IFK -recuerdo: el club de los camaradas- remarcó que aquel marcador “increíble” suponía “que un grupo de amigos es capaz de borrar del terreno de juego a unos cotizados profesionales (…) Un ejemplo ilustrativo de que no todo es el dinero en el fútbol y el deporte”. Todos los jugadores que vencieron con contundencia a los Urruti, Alexanco, Julio Alberto, Víctor, Migueli, Schuster… habían trabajado hasta pocas horas antes del partido.
En la vuelta en el Nou Camp la historia fue bien distinta. El IFK debió notar la ausencia del central Hysen por gripe, que fue cubierta por Ruben Svensson. Svensson ya sabía que en la siguiente temporada militaría en el Frolunda de Segunda sueca y, claro, al ver el coliseo blaugrana le dijo con sinceridad a los medios: “Aquí acudirán 120.000 al estadio. Los partidos en Suecia de Segunda, apenas son presenciados por dos mil personas”. Los jugadores del IFK pasearon en las horas previas al choque con naturalidad por la capital de Cataluña, comieron bikinis, bebieron cafés y departieron con sus melenas rubias y su pinta de deportistas con aficionados culés. “Cayeron bien”, dice Mundo Deportivo.
El camino hacia la remontada lo inició Pichi Alonso en el minuto 9, pero hasta el 62 no llegó el segundo por mediación también de Pichi tras controlar de manera fabulosa un envío largo de Migueli. El tanto que equilibró la eliminatoria y llevó el júbilo al Nou Camp se produjo en el 69 y fue el tercero de Pichi, éste de cabeza, tras un gran centro de Carrasco. Pero, ojo, que antes de ese momento el IFK bien pudo haber sentenciado la semifinal. Sobre todo durante diez minutos en los que tuvo una serie de oportunidades increíbles pero les faltó tino. Incluso Andersson anotó un gol que el italiano Casarin anuló tras consultar al auxiliar.

En la tanda de penaltis, Carrasco falló el tercero de la serie y el lateral Nilsson tuvo en sus botas el pase a la final, pero Urruti le paró el lanzamiento. Marcó el propio meta vasco para equilibrar la balanza y luego el único extranjero del IFK, el noruego Mordt, envió fuera su lanzamiento. Víctor Muñoz fue el encargado de anotar el penalti que metió al Barça en la final de Sevilla ante el Steaua (que, como ya es sabido, también se resolvió desde los once metros, pero con otra suerte).
El IFK todavía viviría escribiría una gesta más en su palmarés europeo al ganar la UEFA del 87 al Dundee United, pero desde 2007 no consigue una Allsvenskan (la Primera división sueca). Parece casi impensable que lo que hicieron durante una década un grupo de cocineros, bomberos y vendedores que competían como los mejores se vuelva a repetir en estos tiempos en los que el dinero manda (casi) siempre. Una pena.
Fuentes:
Hemeroteca Mundo Deportivo