¿Se imaginan que esta semana pasan cosas en Copa? ¿Que a Madrid, Barcelona, Atlético o Valencia les moja la oreja un rival de Segunda B? El formato de dieciseisavos a partido único permite soñar a equipos que, a doble partido, no tendrían prácticamente opciones de derrotar a rivales para los que el segundo torneo doméstico no pasa de ser un aperitivo de la Champions. En los últimos años se pueden contar con los dedos de las dos manos las sorpresas que ha deparado esta competición. Heroicidades que figuran con letras de oro en las magras vitrinas de conjuntos que en algunos casos ya ni existen.
Antes de llegar al año 2000 las dos gestas más significativas de “Segundas B” las protagonizaron el Numancia y el Isla Cristina.
Los sorianos, cuyo pundonor sirvió de inspiración para los modestos, se cargaron a doble partido a Sanse (vendiendo 43 entradas como locales), Real Sociedad, Racing y Sporting. En cuartos les tocó el Barcelona de Cruyff y en el viejo estadio de Los Pajaritos consiguieron empatar a dos ante la atenta mirada de los Duques de Lugo. El Numancia de Lotina, Echevarría, Artigas o Movilla se había convertido ya en un símbolo de la Soria abandonada y, por eso, el duelo de vuelta se convirtió en una reivindicación de orgullo por su tierra. Alojados en el Hotel Numancia de la calle Numancia y luciendo unas camisetas con el logo de Tauritón (un revitalizante para copular) prepararon el partido más importante de sus vidas. El crack Raúl Ruiz grabó todo con su cámara y también fue él quien -in extremis- rotuló el nombre de sus compañeros a mano en el lugar que iba a ocupar en las camisetas la publicidad del elixir prodigioso. Para quienes dicen que la Copa no sirve para nada les animo a preguntar lo que sintió cualquiera de los diez mil numantinos que se dieron cita en el Camp Nou cuando Barbarín coló el 0-1 en el minuto seis de choque. El 3-1 final no empañó en absoluto la fiesta.
Desde ese febrero del 96 el Numancia empezó a crecer. Ascendió al fútbol profesional al término de la temporada siguiente y desde entonces no ha regresado a Segunda B, llegando a haber vivido cuatro temporadas en Primera.

Al C.D. Isla Cristina, que protagonizó el otro bombazo copero en la última década de los noventa, le fue bastante peor.
A la plantilla aurinegra de la 97-98 la dirigía el eterno Paco Chaparro, que ya por entonces -con más lógica, supongo, por su lozanía- lucía su inmensa sonrisa y su pelazo de galán noventero. Chaparro no contaba con una plantilla amplia ni mucho menos. Su once de gala lo formaban -en un, creo, 5-3-2- Leiva o Barbero como porteros (garantías ambos); Garrido, Jaime, Juan Carlos, Antonio Fernando y el ya entonces veterano Lozano en defensa; Mariano, Corbacho y su joven estrella Fernando Sales en el centro del campo y Benito y Biri en ataque. Con esos mimbres y sin miedo alguno les dio por golear en su estreno (1-5) al Betis B de Tristán, Pinto, Juanito o Juan Jesús. El destino quiso que en apenas dos semanas pasaran de medirse al filial verdiblanco a, por vez primera en su historia, al primer equipo del Sevilla. En Copa del Rey, claro. Aquel conjunto entrenado por Julián Rubio atravesaba uno de los peores momentos de su historia y luchaba por recuperar su plaza en Primera. En la ida -en el exilio de Lepe- los hispalenses impusieron la lógica venciendo 1-2, aunque ya las crónicas resaltaban lo caro que vendió la victoria el Isla Cristina.
La vuelta fue el 10 de septiembre del 97 en el Pizjuán. El equipo de los Molnar y Mornar –duros tiempos, recalco, para el sevillismo- se adelantó con un gol de Lawaree, pero el tesón visitante fue capaz de darle la vuelta al resultado jugando con uno menos desde el minuto 11. Empató Garrido y luego Benito (antes del descanso) le metió el 1-2 a un desconcertado Monchi, que no olvidará nunca esa tarde. Leiva, el otro portero, se creció y comentó después a Canal Sur que “gracias a Dios he tenido fortuna, porque influye mucho la suerte”. El meta cordobés, eso sí, no pudo evitar que se le colara un formidable zurdazo del mago Tsartas, que parecía devolver con su chut el orden al universo. Quedaban 14 minutos y el cansancio no le pesó a Mariano -qué duro o qué hermoso, según se mire, que te elimine de Copa un Mariano-, que le metió una vaselina preciosa a Monchi a seis del final (luego dijo que Antonio Fernando le había avisado de que Monchi solía jugar muy adelantado y que, sincero, “de diez veces eso sale una”). En el vestuario de Nervión los onubenses gritaban: “el año que viene, subimos otra vez”.

Sin embargo, pasó justo lo contrario. Con veinte millones de pesetas de deuda acumulada, la entidad fue incapaz de retener a sus mejores jugadores o de suplirlos con otros de garantía. De hecho, los impagos provocaron la fuga de futbolistas y entrenadores conforme avanzaba la temporada. Siete técnicos tuvo en las 38 jornadas de la 98-99-a uno de ellos, Bernardo Lafuente, lo conocí como jefe de prensa del Recre y dirigió apenas un encuentro, otros fueron un “Ramoncito” y un “Enriquito”- y, ojo, ¡59 jugadores! En esa relación hay hasta cadetes (Cristo Contreras tenía 15 años cuando debutó).
La suerte del verdugo copero del Sevilla estaba echada y al final de esa misma temporada se extinguió, tomando su relevo actualmente el Isla Cristina F.C. Dos historias similares aunque con finales divergentes, pero… que les quiten lo bailado a ambos.