Hasta 2010 las mayores gestas del Villarrubia C.F. se habían escrito con barro. El club de fútbol de Villarrubia de los Ojos (del Guadiana) ha tenido una historia guadianesca. Apariciones y desapariciones con el mismo nombre como garantía de continuidad desde 1959. En el 74 fue finalista de un curioso torneo provincial llamado Copa del Gobernador que perderían ante el Pedro Muñoz. El 9 de mayo de 2010 un triunfo en Talavera le permitió acceder a la cuarta categoría del fútbol español por vez primera en su historia. Siete campañas le bastaron para dar otro salto, esta vez tras dejar fuera al Coria, el Bergantiños y el Alcobendas. Un buen porcentaje de los 10.026 villarrubieros censados cumplieron primero celebrando en la Glorieta del Pato y luego dándole gracias a la Virgen de la Sierra (el relieve del santuario adorna las camisetas amarillas que luce el club esta temporada como segunda indumentaria).
Pero, ¿cuál es el secreto de este modesto conjunto? Que el cemento baile. Formac, el principal patrocinador, es una empresa dedicada a la fabricación y suministro de materiales para la realización de estructuras de hormigón armado, aplicables a todo tipo de edificaciones. Su dueño es también el presidente del club, José Luis Urda, quien asumió el cargo en 2015 con la idea de modernizar y profesionalizar el equipo. Y de dar el salto, claro. La progresión fue incuestionable y a la tercera fue la vencida tras quedarse fuera un año del play off por culpa del filial del Albacete, que no podía subir, y ser eliminado por el Almería B en su primera participación en la lucha por ser de bronce.
Para que el cemento baile se necesita ritmo y juventud. De poner ambas cosas se están encargando Javi Sánchez y Guti. Sánchez es uno de los entrenadores más jóvenes del fútbol español (35 años) mientras que Guti acaba de colgar las botas para centrarse en ser fisioterapeuta con apenas treinta.

A Sánchez cuesta llamarle mister: “he dirigido a jugadores más jóvenes que yo, Andriu, que ha llegado esta temporada para reforzar la defensa, fue compañero mío en una etapa en Toledo. Eso te facilita mucho las cosas según el tipo de futbolista”. Desde la cercanía en el recuerdo, explica que “me retiré como jugador con 32 años en el Mora y pasé a ser entrenador de ese equipo directamente. Hice dos temporadas buenas y me fichó el Villarrubia”. En su corta trayectoria como jugador –era lateral derecho y corrió las bandas del Atlético C, Sanse, Toledo y Mora- tuvo en dos equipos de técnico al singular Antonio Iriondo, una de las leyendas del fútbol humilde: “de todos los entrenadores vas sacando algo, pero es cierto que Antonio Iriondo es especial, diferente. Me hizo debutar en Segunda B con 19 años y es un tipo encantador, que sabe muchísimo de fútbol y tiene una manera de transmitir diferente. Sus equipos juegan muy bien al fútbol. Es una buena figura en la que fijarse”, apostilla como dando a entender que le gustaría que su equipo practicara el juego de toque que preconiza Iriondo.
El ritmo entre el cemento del Villarrubia lo pone Guti. El preparador físico confiesa que puso a bailar a sus jugadores: “tenemos una anécdota del año pasado en la que le puse un poco de ritmo al entrenamiento y marcó huella”. Toni Seoane -mediocentro cordobés que hace de cerebro del equipo- añade: “nos pone un poco de todo. Le gusta la bachata, el salseo… va a clases de baile y nos quiere demostrar lo que es capaz de hacer”.
El movimiento y las risas sientan bien a un grupo tan joven de profesionales de la pelota. “La media de edad es de 25 años, quitando dos o tres jugadores que nos dan algo de experiencia -explica Guti- Eso hace que tengamos mucha ilusión y mucha hambre”. Javi Sánchez, el junior mister, abunda: “Guti es un fenómeno. Alterna mucho en los entrenamientos. No quiere que se acostumbre al mismo tipo de trabajo y no deja de sorprender. Eso fue clave el año pasado porque hizo que el equipo va tuviera un buen ambiente y que se convirtiera en una familia. Somos buena gente y buenos jugadores y estamos convencidos de que podemos hacer otro año bueno en Segunda B”.

Para Toni Seoane la personalidad de su técnico es clave: “Una de las señas por las que continuo en el equipo es porque me gusta la forma de entender el fútbol. Ojalá seamos capaces de adaptarnos a los campos grandes, porque el pasado domingo en Algeciras pecamos de querer salir siempre desde atrás con el balón jugado y cometimos errores, pero sé que cuando somos capaces de salir bien arriba somos muy rápidos”.
Y, ojo, quieren jugar al fútbol a pesar de que la superficie del Municipal de Villarrubia (aforo entre 1.500 y 3.000 espectadores según la fuente) sea de césped artificial y de que mida apenas 60 metros de ancho -diez menos que El Arcángel, por ejemplo-. “Intentas acostumbrarte al campo -cuenta Seoane, que ha de bregar en esa estrecha franja de terreno- Al tener menos espacios piensas más rápido y le das más velocidad al juego. Que el campo sea más pequeño no significa que no seamos capaces de jugar bien al fútbol. Llevamos años demostrándolo”. Guti, por su parte, resta riesgo de lesiones al terreno porque a pesar de que “tiene muchas diferencias la pisada comparada con césped natural, sobre todo depende del estado de esa superficie artificial. En enero pasado nos cambiaron el campo y el riesgo de lesiones ha descendido, porque antes es que casi no había pelo”.
Una cosa más: qué sabemos de Villarrubia y cómo están viviendo esta histórica temporada de estreno en Segunda B. Sobre lo primero, Google nos asocia su nombre al del periodista-madridista Tomás Roncero y también -buscando más- nos habla de un episodio vivido en la localidad y asociado a la expulsión de los moriscos, que fue imposible en Villarrubia por el fuerte arraigo que tenían en ese siglo XV. Seoane reconoce que cuando firmó por su actual club “lo primero que hice fue buscar Villarrubia en el mapa. Luego el anterior entrenador, que era Javi Bermúdez, me explicó el proyecto, y me dijo que el pueblo era pequeño pero que iba a disfrutar del fútbol”. Y añade: “Villarrubia es un pueblo que no tiene muchas cosas, pero a cualquier sitio que vayas te van a tratar muy bien. El ambiente en el Municipal es impresionante. 3.000 personas en el play-off y ahora que el primer partido sea el Córdoba… imagínate. Quién me iba a decir a mí que a los treinta años me iba a encontrar con el Córdoba en Segunda B. Para mí es un regalo”.
Guti coincide en calificar el estreno doméstico como un regalo y añade que “el Villarrubia lleva ya años haciéndolo muy bien con su directiva. Se está profesionalizando mucho e incorporando muy buenos jugadores”. De hecho, solo hay un jugador villarrubiero en la plantilla y es el que parte como portero suplente a pesar de gozar de experiencia en otros clubes de la categoría, Carlos Morales.
Javi Sánchez, más cerebral por su condición de técnico, apunta: “es un año complicado, tenemos que ir cogiendo confianza y haciéndonos respetar”.
Es la historia por escribir del equipo de una ciudad que todavía no conoce el fútbol más allá de Tercera. Una historia tan artificial como el hormigón y las fibras sintéticas del césped de su estadio y tan natural como la cordialidad que muestran sus protagonistas. Una historia que se hará carne de afición, ilusión, sentimientos y goles el próximo sábado. Y de bronce.