Cuenta Miguel Ángel Ortiz en su “Poesía y Patadas” que Miguel Hernández, tras guardar el rebaño, quedaba con sus amigos Rosendo, el Manolé, Gavira, el Mella, Sapli, Pepe, Paco, el Botella, Rafilla, el Habichuela, José María, Meno y el Paná para jugar al fútbol hasta que el sol pitara el final del partido. Todos ellos formaban un equipo en Orihuela al que llamaban La Repartiora. Al poeta le llamaban el Barbacha, porque era fuerte y jugaba bien como medio volante, pero también algo lento. Era el año 1929 y La Repartiora era uno de los muchos equipos de amigos que peloteaban en la Vega Baja, tan lejanos del profesionalismo como el que surgiría justo entonces al fusionarse el Orihuela C.D. y el España y luego, ya separados, crear de nuevo un Club Deportivo Orihuela que sobrevivió cincuenta años.
Miguel Hernández repartía la leche que había ordeñado de sus cabras para dárselos a sus correligionarios antes de sus choques ante el Iberia o los Yankees, un enemigo -además- en lo ideológico. El vate le dedicó algún que otro verso a su tropa: “Hurra los repartidores/los mayores jugadores/además de bebedores/en Madrid como en Dolores, /en el campo ha visto usted”.

Como buen practicante del juego, también apoyaba al equipo de su pueblo. El incipiente C.D. Orihuela todavía jugaba en el campo de San Antón y allí acudía Hernández, a quien le inspiraba la soledad del entonces meta oriolano Lolo, que detiene “la mundial moscarda/que zumba por la punta de las botas/ante su red aguarda/ la portería aún, araña parda”.
Por su criminal cautiverio y una bronquitis mal curada Hernández nunca vio al equipo de su querido pueblo –“si queréis en una blonda catarata / de color y luces anegar la vista (…)/contemplad mi pueblo, contemplad mi tierra”- superar las categorías regionales. De hecho, ni lo vio nacer en su versión más exitosa. El C.D. Orihuela que viviera tardes durísimas ante su eterno rival el Torrevieja y que disfrutara de dos efímeras experiencias en Segunda.
La primera en la 52-53, cuando perdió la categoría en una promoción ante el Tenerife; la segunda llegó en la 91-92 tras subir en la última jornada de la temporada anterior de la mano de Nando Yosu ganando al Gandía y aprovechando la derrota del Barcelona Atlético de Costas ante el Benidorm de Quique Hernández. Su experiencia en Segunda fue tan breve como la primera, aunque muy diferente. Gracias al ambiente de Los Arcos y a los 22 goles de García Pitarch el Orihuela terminó quinto y a tres puntos del Málaga, pero se comprometió a pagar unos sueldos demasiado altos y terminó castigado con un descenso administrativo a Segunda B que sería el principio de su fin.

Tras la desaparición del Orihuela C.D. en 1995 el relevo lo tomó el Orihuela C.F. que ya ha logrado en sus dieciséis años de vida disputar ocho temporadas en Segunda B y disputar dos play-off de ascenso a la categoría de Plata. Esta temporada el Orihuela ha arrasado en el grupo valenciano de Tercera y el pasado fin de semana se impuso al Tarazona a domicilio con un gol de Rafita (0-1), por lo que los escorpiones -tal es su apodo- podrían recuperar su puesto en la tercera categoría del fútbol nacional este domingo en Los Arcos.
Sin, eso sí, un Miguel Hernández que ponga la lírica que una gesta como tal merece. Bueno, un Miguel Hernández que ya haya dejado encerrado su rebaño, queremos decir.

Fuentes:
Poesía y Patadas, Miguel Ángel Ortiz. Ed.Córner.
https://www.laliga.es/noticias/miguel-hernandez-y-la-elegia-al-portero-que-no-murio