Álex Lombardero: «Piterman llegó a alinear a un futbolista porque escuchó su nombre en una canción en la radio de su coche el día del partido»

Hace veinte años la selección española ganó en Nigeria el Mundial sub-20. Ninguno lo intuíamos entonces, pero aquella generación cambiaría para siempre nuestra historia futbolística -magra en éxitos, saturada en complejos-. Todos aquellos jóvenes tuvieron después una carrera larga y exitosa. ¿Todos? No. La vida del gallego Álex Lombardero, tan campeón como los demás, no fue tan glamurosa como las de sus otros compañeros. Maltratado por su propio cuerpo y engañado por dirigentes y representantes, su historia sería triste sino fuera por su empeño en que no lo sea. El fútbol es voluntad y él la sigue teniendo. Quiere aportar su grano de arena a la innovación en este su deporte desde Calamonte, cerca de la Mérida en la que “fichó” a su familia.

-Nacido en Arteixo ¿Algo que ver con el Zorro Arsenio?

-No, no (risas). Nos conocemos, pero no tenemos nada que ver.

– ¿Cómo pasas del Imperator coruñés a costar 500 millones en el Lugo de Gonzalo Edrosa? ¿Quién y cuándo te descubren?

-Cuando era joven no existían categorías inferiores en el Deportivo, que empezaba a fichar en juvenil. En cadete ya había ido a la selección española y quisieron ficharme, pero la filosofía en aquellos tiempos del Super Dépor era complicada para los jugadores de la tierra. Como mi madre es asturiana y me gustaba Mareo me esperé y me fui al Sporting de Gijón. Ten en cuenta que yo entonces tenía 16 años e iba ya a la sub-18. Chocaba que fuese con dos categorías superiores a mi edad, la verdad es que tenía mucha proyección.

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Álex, con el Lugo, ante el Oviedo (La Voz de Galicia)

-“Mi meta es jugar en Primera División. Creo que llegaré porque los clubes se están dando cuenta que se están gastando mucho dinero y no rinden”. Eso contabas entonces. Eso y que soñabas con jugar por el Barcelona y tu ídolo era Maradona, ¿no?

-Sí, sí. Mi generación tuvo la mala suerte de que llegara la ley Bosman. Luego muchas veces el fútbol es más un negocio que un deporte. Aquí hay muchísimo talento y nuestros propios clubes fichan jugadores extranjeros sin pulir que no mejoran lo que hay en España. De hecho, ha ido a peor con el tiempo. Ahora quitando algunos equipos la dificultad para llegar a la élite es máxima.

-Internacional en todas las categorías inferiores con España antes de llegar al Mundial sub 20 de 1999. ¿Cómo te enteras de que te habían seleccionado?

-Antes de ese Mundial hay unas convocatorias y me sorprendió no estar en ellas, porque fui máximo goleador en el Europeo junto al italiano Miccoli. Estaba teniendo problemas con el Lugo, porque habían empezado a llegar ofertas de Primera y firmo allí un contrato profesional. Hubo un equipo que me extendió un cheque en blanco para que alegara cambio de residencia, pero mi padre actuó de la mejor manera posible obligando al otro club a que negociase con el Lugo, de ahí la cláusula de quinientos millones. Una de las ofertas era del Barcelona B, que acababa de subir a Segunda y en el que Mario Rosas había metido 17 goles. Era mucho mejor jugador que yo, pero en la selección el titular era yo.

-Nigeria, sede de aquel Mundial sub 20, no era un país fácil en el 99 (tampoco lo debe ser ahora). Mucha pasta para comer, agua mineral para todo… ¿más anécdotas?

-Más que nada, muchas penurias. Teníamos totalmente prohibido salir del hotel. Tuvimos que dormir según en qué sede hasta dos jugadores en la misma cama. No nos dejaban beber agua de botellas si estaba abierta… Nadie apostaba porque ganásemos ese Mundial, la verdad.

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Álex Lombardero, junto a Xavi (Abel Santiso)

-¿Cómo era Iñaki Sáez como entrenador?

-Un entrenador moderno. Hay entrenadores autoritarios y otros que tratan de convencerte. Él era de los que funcionaban apelando al convencimiento. No chillaba y siempre te explicaba su idea de juego de la mejor manera.

-Tiraste con mucha clase uno de los penaltis ante Ghana en los cuartos. Ese se grabó, pero el que paró Casillas ni se vio por la tele. ¿Nos lo cuentas?

-(Risas) Te cuento: el jugador de Ghana, por la forma de tirar, creo que estaba muy nervioso y le pegó al suelo y el balón fue a las manos de Casillas. Debía ser el decimoquinto penalti aproximadamente y si tienes que lanzar a esas alturas es porque no estabas muy seguro de tirarlo antes.

-He visto una foto en la que sales tocando la guitarra junto a Casillas y Xavi ¿Te figurabas lo lejos que llegaría esa generación tuya unos años más tarde?

-De Xavi sí. Casillas no era entonces el portero titular sino Aranzubía. Sabíamos que Xavi iba a llegar muy lejos, aunque quizás no tanto. Yo creo que es el mejor centrocampista de la historia. Casillas se veía que tenía maneras, aunque en su puesto era más complicado y era muy joven entonces.

– ¿Mantienes contacto con alguno de ellos?

-Con alguno sí he mantenido contacto. A Xavi, por ejemplo, sí iba a verlo jugar cuando el Barcelona lo hacía cerca de aquí. Él siempre me daba entradas. Son gente muy cercana.

– ¿Fue tan plácida la final ante Japón como lo pareció por la tele?

-La verdad es que sí. La vivimos con mucha tranquilidad y eso que Japón era muy buena selección. Salimos con una marcha más y eso que se habló mucho antes de la final del partido que estuvimos a puntos de dejarnos perder por las condiciones en las que nos encontrábamos. Nosotros sabíamos que teníamos muchas posibilidades y las aprovechamos.

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Pablo Couñago, Yeste, Casillas, Aganzo y Álex Lombardero (Foto: juanfutbol.com)

-Termina el Mundial y te ficha el Mérida entonces en Segunda. El titular de la información del Marca fue “Álex, el nuevo héroe del Mérida”. ¿Por qué te vas allí?

-Me salieron ofertas de Primera, pero pensé que en Mérida me iban a dar minutos. Entonces era un recién descendido y quería jugar para demostrar mis condiciones.

-Llegáis a cuartos de Copa, tenéis opciones de ascenso esa temporada hasta la última jornada en la que fallasteis un penalti y el Mérida pasa de casi subir a Primera… a desaparecer. Tú no denuncias y no cobras nada.

-Mi representante fue el que me pidió que no denunciara. Al final el Mérida desaparece y todos los jugadores quedan libres, menos yo. No cobro y encima judicialmente me quedo atrapado ocho meses sin poder tener ficha con otro equipo.

-Eso frustra tu fichaje por el Betis y te tienes que marchar al filial del Atlético por mediación del mismísimo Futre para no perder el ritmo. Allí coincidiste con Fernando Torres, ¿no?

-Había contactos con el Betis y César de Loma sí fue. Entonces decidí entrenar con el Atlético mientras se solucionaba la situación. Por allí pasaban futbolistas de todas partes y en un partido amistoso que jugamos Futre me vio y le gustó mucho cómo jugaba. Nada más acabar el partido me dijo que fuese al club a fichar y yo le dije que simplemente estaba entrenando con ellos. Él me contestó que no le importaba, que él hablaría con mi representante, así que sí, era una apuesta fuerte del propio Futre. Imagínate, a mí que de pequeño me comparaban con Futre por mi forma de jugar. Con Torres coincidí cuando era juvenil y ese año quedó máximo goleador europeo sub-17. Lo veías un jugador con proyección, pero sobre todo de un año para otro pegó un cambio tremendo.

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Álex, con el Atlético (twitter)

-A partir de ahí vas casi a temporada por equipo. Ceuta, Compostela, Diter Zafra y Racing B. Poca continuidad y muchas lesiones ¿Nadie sospechó que tantas lesiones podían tener un motivo concreto?

-En Compostela no llego ni a debutar porque el equipo desapareció antes. Eso siempre me llamó la atención. Empezaba muy fuerte y siempre tenía molestias. Tras estar con los mejores médicos nadie descubrió mi problema.

-En el Alavés de Piterman llegaste a actuar en dos partidos en un año en el que hasta Mostovoi jugó uno allí y en el que ficharon a Jardel y no jugó. Y ascendéis…

-Pues fue duro porque iba con muchas expectativas. Piterman apuesta fuerte por mí y me lo demuestra en una pretemporada en la que lo juego todo. Después empiezan a llegar fichajes, cedidos y en algunos casos tenían que ser titulares por contrato. De repente caigo de las convocatorias y entonces me reúno con Piterman y le explico que tengo una oportunidad de ir a China. Él me dice que no, que voy a jugar porque le gusto y no me deja marchar. Cuando veo que no es así y sigo sin tener minutos me cuenta que el equipo que me quiera tiene que pagar por mí, pero… ¿quién va a pagar por mí si no juego? Al final tenemos una guerra entre nosotros y decidimos que si me mantenían las condiciones no me importaba ir al B. Así que acabo la temporada jugando en Segunda B. Hay quienes prefieren cobrar sin tener minutos, pero yo quería sentirme útil.

-Por cierto: Fouto, Gil, Piterman, Caneda… Has tenido presidentes con… personalidad. ¿Alguna anécdota con ellos?

-Con todos. El otro día hablando con un amigo le dije que podría escribir un libro con mi vida. Probablemente han sido los cuatro más conflictivos de la historia del fútbol español. Recuerdo una muy buena con Piterman. En un partido clave para nuestra lucha por el ascenso íbamos perdiendo y hace un cambio un tanto extraño sacando al único defensa que había en el banquillo. Ante nuestra sorpresa el defensa da una asistencia de gol y al final sacamos un resultado positivo. El lunes siguiente nos reúne a todos en una charla y nos explica que el cambio era porque mientras conducía el día del partido entre Santander -donde vivía- y Vitoria en la radio del coche salió una canción con el nombre de ese futbolista y lo vio como una señal. También te digo que nosotros escuchábamos música en todos los entrenamientos. Desde entonces escuchaba más la radio para ver si algún cantante de éxito hacía una canción con mi nombre. Lástima que el “Alejandro” de Lady Gaga saliera después.

-Lo peor de tu carrera llegó justo antes de tu retirada. El último gol se lo metiste a Unanua, portero del Alicante, cuando jugabas en una Gramanet que no se portó bien contigo tras conocerse tu enfermedad ósea.

-La verdad es que no se portó nada bien contigo. Tras conocerse mi enfermedad me despidieron de una manera un tanto irregular: me dejan de pagar. Me explican que no podían pagarme porque mi ficha era la más alta de la plantilla y tienen que destinar ese dinero a arreglos en el estadio y que el problema que yo tenía era mío.

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Álex Lombardero, en Calamonte (Telecinco)

– ¿El día que, de golpe, conociste tu enfermedad y te dijeron que no podrías jugar más al fútbol fue el más duro de tu vida? ¿Te derrumbaste?

-Sí. Ese día fue tremendo. Yo iba a buscar mi alta como un día más para volver a jugar ese fin de semana. Mi cuerpo no me dolía. El doctor me dijo que me sentara para que no me cayese de la impresión. Literalmente me dijo que por mi problema tenía totalmente prohibida la práctica del fútbol. Me tuvieron que operar casi de urgencia de las dos caderas. Fue durísimo.

-Y en estas llega la Once para darte una oportunidad

-Primero trabajé en una empresa de protección jurídica en Barcelona y allí estaba a gusto, pero mi mujer es extremeña y un amigo, al conocer mi situación, me dijo que probara en la Once, que era una empresa muy seria. Y aquí sigo.

-Ahora también entrenas en Calamonte, donde resides. De hecho, llevas a cabo un método de trabajo en el que te centras sobre todo en la ocupación de los espacios, ¿no?

-Llevo la coordinación de una escuela deportiva y también doy clases en la escuela de entrenadores. Además, colaboro en la radio (SER). Lo que pretendo es que el niño, atendiendo al poco tiempo que tiene, se centre en aprender a jugar al fútbol. El tema físico no es necesario en el fútbol base. Intento que el futbolista sea más inteligente. Llevo a cabo un entrenamiento guiado para corregir al futbolista y darle siempre la mejor solución.

-Álex, después de todo lo vivido. Si te preguntaran qué es el fútbol profesional… ¿qué dirías?

-Es un sueño para muchísimos niños que una vez que llegas no es tan bonito como parece.

-Volve..

-(Sin dejar terminar la pregunta) Sí. Sé lo que me vas a preguntar. Sí que volvería a dedicarme al fútbol. Siempre miro el lado positivo de las cosas. Si me hubiesen hecho aquella radiografía con quince años no hubiese sido lo que he sido. He cumplido un sueño dedicándome a lo que más me gusta y no me arrepiento de nada.

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