En Tierra de Barros se dice que «hasta que no se termina la vendimia no se lavan los telones». El Extremadura U.D. que ahora pleitea por no bajar a Segunda B en su primera campaña en el fútbol profesional es el heredero de aquel C.F. Extremadura que epatara a toda España en los noventa, pero que llevaba coleando desde 1924 y vivió otra época dorada y menos conocida a finales de los cincuenta y principios de los sesenta.
Manuel Mosquera, su actual entrenador y máximo goleador de su historia, reconoció en Galicia que pensaba que iba al Extremadura de Cáceres cuando fichó en 1991. De Almendralejo solo sabía que era la localidad donde nació Gordillo. Paradojas del fútbol, una derrota doméstica (0-1) ante el Real Betis en febrero de 1957 abortó el primer intento de asalto a Primera de los almendralejenses. Casi cuarenta años después también fue el Betis quien inauguró el Francisco de la Hera como estadio de Primera (venció 0-3).

Rafael Gordillo nació en Almendralejo porque allí jugó diez partidos su padre Rafael Gordillo Álvarez. Casi coincide en el Extremadura con una leyenda del Córdoba, Juan García «Juanín». Quién sabe si en el 2-0 de la jornada 17ª de la 59-60 convenció a algún directivo de El Arcángel para convertirle en el eterno «8» blanquiverde.
La decadencia de lustros de los azulgrana -por cierto, sí, visten así por el Barça- empezó a tornar en gloria el 27 de mayo de 1990. Ese día se disputaba la última jornada del grupo extremeño de Tercera y el destino había querido que se enfrentaran los dos que podían subir. En esos tiempos únicamente ascendía el campeón de grupo y el Cacereño visitó el Francisco de la Hera -sin casi aficionados, que estaban enfadados con el rendimiento de sus jugadores al parecer- con la necesidad imperiosa de ganar. En el Extremadura ya estaban los Amador, Cortes, Félix o Pedro José (todavía con pelo). Su técnico era el sevillano Pepe Bizcocho, que si uno observa el gol que marca su equipo en ese partido -saque de banda, prolongación y remate en el segundo palo- debía hacer muy bien su trabajo.

Aquel Extremadura-Cacereño fue el primer partido retransmitido por televisión entre dos equipos extremeños. Cuando el duelo acabó y el Extremadura subió a Segunda B por diferencia de goles (65+27 ambos equipos) un reportero intentó entrevistar al técnico Bizcocho entre la multitud que ya invadía el césped del Francisco de la Hera. En la tele únicamente se escucha: «»Imposible (ay)» Ese era Pepe Bizcocho».
Pero todavía quedaban dos peldaños para llegar a Primera. Bizcocho cedió su puesto a Josu Ortuondo, quien tardó tres temporadas en llevar al Extremadura al fútbol profesional. Pedro José le dijo al Periódico de Extremadura que el de Ondárroa «te convencía de todo. El tipo era un auténtico psicólogo. Hacía que lo que parecía imposible, se pudiera lograr«.
El proyecto fracasó en 1992 por culpa del arbitraje de Japón Sevilla en Lugo (que también privó del ascenso al Sant Andreu), pero no falló en 1994 en Langreo. Ante los asturianos, a doble partido, se jugó el ascenso. Dieron la cara en esa liguilla -en la que también estaban Numancia y Manlleu– sus jugadores más letales: Melenas, Manolo Peña, Manuel Mosquera, Tirado (quien también marcó el gol del ascenso a Primera ante el Albacete) e incluso Ito (quien con 18 años ya llevaba tres compitiendo a un gran nivel con el primer equipo).
Pedro Nieto, el presidente que dirigió la nave durante estas décadas de progresión, proclamó tras completar la gesta de hacer del equipo de la pequeña Almendralejo el segundo de Extremadura en llegar a Primera que «seremos los más humildes, los más malos, pero somos los más felices«.
Esa sonrisa orgullo de los equipos modestos, cada vez que echen la vista atrás y vean lo que hicieron en sus felices años noventa, no la perderán en Tierra de Barros jamás.