Óscar Wirth, el Chino, ya no era un niño cuando firmó por el Valladolid. Su fichaje en 1986 completó la saga de chilenos que vistieron la albivioleta durante los ochenta, porque justo esa misma temporada habían abandonadoPucela Aravena y el Pato Yáñez. Hasta esa década la Chile futbolera únicamente conocía Valladolid porque el capitán de Colo Colo, David Arellano, había perdido la vida en el campo de la Sociedad Taurina en el lejano año 1927 (una placa honra su memoria actualmente en el José Zorrilla) por una peritonitis traumática sufrida tras un choque con David Hornía, jugador de la Real Unión Deportiva vallisoletana.
Wirth llegó a Valladolid con 31 años y después de haber militado ya en los cuatro grandes de su país (Cobreloa, Colo Colo, Universidad Católica y Universidad de Chile), tras haber sido suplente en el Mundial de España y justo después de una poco exitosa y breve estancia en el Rot-Weiss Oberhausen alemán.
Su empresa era difícil, porque su rival por la titularidad era el legendario Charly Fenoy, que ya llevaba seis años defendiendo con éxito el arco vallisoletano. Además, la temporada empezó agitada porque su valedor -por haberlo tenido en sus filas en Cobreloa y por compatriota- Vicente Cantatore presentó su dimisión tras la primera jornada. El técnico alegó que el presidente Gonzalo Alonso no había cumplido con lo que le prometió en verano en materia de fichajes. Alonso confesó a Cantatore, según Tomás Guasch, que le iban a “linchar” cuando estallara la noticia de su marcha (no llegó la sangre al río).

Al banquillo llegó Azkargorta, que contó incondicionalmente con Fenoy. En consecuencia Wirth esperó, esperó y esperó. Estuvo, de hecho, 34 semanas aguardando su oportunidad. Anhelando pacientemente y sin maldad, supongo, que su compañero se lesionara o que el bigotón cambiara de criterio. Y, por fin y debido a un cúmulo de casualidades, el portero Wirth se estrenó en la Liga española un Domingo de Ramos y en Sevilla nada más y nada menos. Y jugando de central.
Por partes. Esa temporada 86-87 fue la infame de los subgrupos A, B y C. Tras terminar la liga regular, los seis primeros jugaban por el título y las plazas europeas, los seis últimos por no bajar y los otros seis… por absolutamente nada. En ese grupo limbo-ni-chicha-ni limoná estaban Sevilla y Valladolid. Por eso no resulta extraño que ese partido de Domingo de Ramos se jugara por la mañana, que el técnico sevillista Jock Wallace prescindiera de su estrella Francisco y que Azkargorta, ante las ausencias de Manolo Hierro y de Enrique Moreno, optara por su portero suplente para uno de los puestos en la zaga.
Lo más sorprendente es que lo hizo muy bien. Según la crónica de ABC “el Valladolid ganó y ganó bien (dos goles de Manolo Peña :1-2). Y ganó -no pierdan de vista el detalle porque es histórico- poniendo al portero suplente de central. Y ganó con autoridad”. En las puntuaciones de los jugadores sevillistas, el cronista le da un cero rotundo al atacante Ramón y describe su actuación así: “Nada de nada, pese a ser marcado por un hombre que es habitualmente portero suplente del Valladolid”. El País definió así la labor del meta-zaguero: “Wirth brilló como central; organizó con dotes de mando la línea defensiva, situada en zona, si bien él desempeñó más funciones de líbero que de marcador; dominó el juego aéreo, no permitió que marcasen ni Ramón ni Cholo -últimamente muy acertados cara al gol-, se permitió el alarde de rematar en el área del Sevilla los dos saques de esquina lanzados por el Valladolid y contribuyó a que su equipo venciese en el Sánchez Pizjuán”. Mundo Deportivo dijo que el chileno hizo “una gran labor”. Azkargorta, por parte, explicó a posteriori su decisión así: “En los entrenamientos de cada semana, al haber tres porteros, Óscar (Wirth) ha actuado a veces de defensa y lo ha hecho con soltura”.

¿Y qué dijo de todo esto el chileno paciente? Lo típico, que él ya había actuado en alguna ocasión en Cobreloa de defensa y que “todo jugador debe estar capacitado para actuar en varios puestos. Era consciente de la difícil papeleta de esta situación, sobre todo para el entrenador, que era el que más arriesgaba. De todas formas me había preparado a conciencia y creo que he respondido”. Eso sí, matizó que “si Azkargorta me pusiera como centrocampista o delantero, me negaría, porque no estoy preparado para jugar en esos puestos”. Muchos años después, contó que “con la seriedad que siempre me corresponde afronté la situación y la gente en Valladolid me pedía que siguiera ocupando esa posición”.
Wirth pudo disputar su primer encuentro como portero en España, que es para lo que vino, en el que iba a ser el último de Azkargorta en el banquillo. Vestido con un estrafalario jersey a rayas verticales para la época -Mundo Deportivo lo define como “atuendo propio de un partido de rugby”-, disputó los noventa minutos en un empate a uno ante el Atlético. El vasco dimitió de su puesto ante los rumores -ciertos- que colocaban a Cantatore de vuelta en Pucela en la siguiente temporada. El Chino Wirth siguió pacientemente buscando su oportunidad, pero apenas disputó seis encuentros en la 87-88. Después, siguió su carrera en otros equipos sudamericanos hasta retirarse en 1994 en Alianza de Lima después de haber sido finalista de Libertadores con la Universidad Católica en el 93. No nos consta que en ningún otro lugar tuviera que jugar en otra demarcación que no fuera la suya.
P.S. La cosa tenía su truco. En esta entrevista para un canal de la Universidad Católica explica que hasta los dieciséis años jugó de marcador derecho. Así sí.
Fuentes:
https://elpais.com/diario/1987/04/14/deportes/545349613_850215.html
https://www.elnortedecastilla.es/prensa/20070408/deportes/valladolid-jugue-central_20070408_amp.html
http://www.decabeza.cl/el-penal-que-wirth-no-debia-atajar/
http://www.linternadevelasco.es/wp/2014/02/28/el-sorprendente-debut-del-chileno-oscar-wirth/