Sesenta y cinco años en dos suspiros. Toda una historia en dos chupitos: uno de anís y otro de cicuta. Los aficionados al fútbol en Isla Cristina -los de siempre, quiero decir- jamás pensaron que les pasara tanto en tan poco tiempo. Que vivirían una cascada de sensaciones tal que les haría pasar de sacar pecho a contar sus dientes en meses.
El C.D. Isla Cristina existió entre 1934 y 1999. Hasta que le dio por empatar dos partidos seguidos con el Jerez (el antiguo Cristian Lay) nunca había superado el listón de Tercera División y allí moraba muy cómodo entre el ajetreo estacional de su turismo, la paz de la Redondela y la silvestre y forzada soledad de sus marismas.
En la redacción de La Higuerita -el tercer periódico más antiguo de España (103 años) y que con su hombre honra a la antigua denominación de la localidad- se preparaban hace ahora veintiún años para vivir una temporada que iba a ser histórica. Y tanto que lo fue.
A aquel equipo aurinegro lo dirigía el eterno Paco Chaparro, que ya por entonces -con más lógica, supongo, por su lozanía- lucía su inmensa sonrisa y su pelazo de galán noventero. Chaparro no contaba con una plantilla amplia ni mucho menos. Su once de gala lo formaban -en un, creo, 5-3-2- Leiva o Barbero como porteros (garantías ambos); Garrido, Jaime, Juan Carlos, Antonio Fernando y el ya entonces veterano Lozano en defensa; Mariano, Corbacho y su joven estrella Fernando Sales en el centro del campo y Benito y Biri en ataque. Con esos mimbres y sin miedo alguno les dio por golear en su estreno (1-5) al Betis B de Tristán, Pinto, Juanito o Juan Jesús. El destino quiso que en apenas dos semanas pasaran de medirse al filial verdiblanco a, por vez primera en su historia, al primer equipo del Sevilla. En Copa del Rey, claro. Aquel conjunto entrenado por Julián Rubio atravesaba uno de los peores momentos de su historia y luchaba por recuperar su plaza en Primera. En la ida -en el exilio de Lepe- los hispalenses impusieron la lógica venciendo 1-2, aunque ya las crónicas resaltaban lo caro que vendió la victoria el Isla Cristina.
En la vuelta… ay en la vuelta. Fue un 10 de septiembre del 97 en el Pizjuán. El equipo de los Molnar y Mornar –duros tiempos recalco para el sevillismo- se adelantó con un gol de Lawaree, pero el tesón visitante fue capaz de darle la vuelta al resultado jugando con uno menos desde el minuto 11. Empató Garrido y luego Benito (antes del descanso) le metió el 1-2 a un desconcertado Monchi, que no olvidará nunca esa tarde. Leiva, el otro portero, se creció y comentó después a Canal Sur que “gracias a Dios he tenido fortuna, porque influye mucho la suerte”. El meta cordobés, eso sí, no pudo evitar que se le colara un formidable zurdazo del mago Tsartas, que parecía devolver con su chut el orden al universo. Quedaban 14 minutos y el cansancio no le pesó a Mariano -qué duro o qué hermoso que te elimine de Copa un Mariano-, que le metió una vaselina preciosa a Monchi a seis del final (luego dijo que Antonio Fernando le había avisado de que Monchi solía jugar muy adelantado y que, sincero, “de diez veces eso sale una”). En el vestuario de Nervión los onubenses gritaban: “el año que viene, subimos otra vez”.
No lo hicieron, pero no les faltó demasiado para colarse en la fase de ascenso. Lograron una permanencia holgada -novenos- y, de paso, amargaron en la recta final del campeonato la vida a equipos como el Córdoba, el Melilla o el Granada.
Nada ni nadie hacía pensar que todo iría tan a peor en la 98-99 para el Isla Cristina. Bueno, nada… salvo las cuentas, claro. El esfuerzo llevado a cabo por la directiva isleña no se correspondió con unos ingresos a la altura de las expectativas. Con veinte millones de pesetas de deuda, la entidad fue incapaz de retener a sus mejores jugadores o de suplirlos con otros de garantía. De hecho, los impagos provocaron la fuga de futbolistas y entrenadores conforme avanzaba la temporada. Siete técnicos tuvo en las 38 jornadas -a uno de ellos, Bernardo Lafuente, lo conocí como jefe de prensa del Recre y dirigió apenas un encuentro, otros fueron un “Ramoncito” y un “Enriquito”- y, ojo, ¡59 jugadores! En esa relación hay hasta cadetes (Cristo Contreras tenía 15 años cuando debutó).
Así, no es de extrañar que el experimentado meta Raudona (quien en sus momentos gloriosos defendiera la portería del mejor Marbella) encajara 91 goles en 26 partidos (en total fueron 150) repartidos entre un 9-0, cuatro 8-0 y varias goleadas igualmente brutales. En toda la segunda vuelta apenas anotaron dos goles y en toda la Liga apenas sumaron cuatro puntos (victoria en Plasencia y empate ante el Ceuta, que le terminó costando la fase de ascenso a los caballa). Los equipos se afanaban en golearles conscientes de que el número de goles podría resultar clave para sus respectivos objetivos. Nadie tuvo piedad de un elenco de jugadores que, en muchos casos, se pusieron por vez primera y última una camiseta para defender a un equipo semiprofesional. En aquel grupo forzado a perder estaba Rodolfo Bodipo, luego internacional ecuatoguineano, y que dio con 21 años sus primeros pasos como pelotero semiprofesional (a mitad de campaña lo fichó el Recre).
Tras el terrible descenso -a 42 puntos de la permanencia- la suerte del Isla Cristina estaba cantada. No llegó ni a competir en Tercera y de las cenizas de ese C.D. Isla Cristina nació el modesto Isla Cristina C.F., que se conforma con cumplir en División de Honor a la espera de volver a montarse en algún momento en una montaña rusa de emociones como las de su club matriz. O no, que las curvas -demostrado queda- suelen ser peligrosas.
Fuentes:
https://www.diariosur.es/prensa/20070222/deportes/peor-segunda_20070222.html
http://www.lasegundab.es/blog/2017/10/20/historia-150-goles-en-contra-en-una-temporada-48666.html
Toni Cruz 