Reyes

Reyes parecía una broma sevillana. Una inocentada a destiempo. Un requiebro más del tormentoso camino hacia la tercera categoría. Una boutade impropia del luto con el que vestíamos desde septiembre.

La primera vez que vi a Reyes sentado en El Arcángel delante de los micrófonos le sentía ajeno. Como si todavía se interpusiera entre nosotros una pantalla del recuerdo. Como un turista ocasional montado en un Delorean. Como si su tiempo y el del Córdoba no encajaran. Como si Oliver y él supieran algo que nosotros desconocíamos.

Tocó la pelota por primera vez y la gente le ovacionó porque era él, no por lo que pensaran que pudiera darles. Era más icono que jugador. Fe que realidad. Fábula que futbolista.

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Y tirando de fábula Reyes fue afilando su cuerpo y conforme iba puliendo su físico iba aflorando su zurda. Una pierna inteligente que es capaz -en presente perfecto- de resucitar un muerto y hasta un sentimiento (que es más difícil lo segundo que lo primero). Lanzó, corrió, quebró y requebró. Sentó a rivales cada vez que le daba la gana y recibió a cambio patadas, empujones y codazos. Luchó balones divididos por vez primera en su carrera (eso me decían sevillistas de largo recorrido). Él era primera en Segunda. Con él, cuando estuvo, el Córdoba parecía inatacable. No recuerdo un futbolista igual vistiendo la blanquiverde.

Sandoval y su segundo Ismael supieron convertir su diamante en joya y a Reyes terminaron dándole una ovación en su último momento en este club que dice que no olvidará (él, que no ha ganado más porque prácticamente no hay nada más que ganar).

Reyes no solo ha ayudado decisivamente a salvar al Córdoba, sino que ha subido la autoestima de una afición que necesita -como todas las aficiones- leyendas de las que nutrirse. Figuras de las que presumir y al mismo tiempo a las que asirse en tiempos difíciles.

Lo mejor de Reyes no es que pensemos que pueda volver, es saber que ya ha estado. Y que ha estado de verdad. Y que él, que podría haberse permitido perfectamente el lujo de transitar de puntillas estos meses por nuestro modesto equipo, ha preferido pisar con fuerza para hollar en lo más profundo de nuestros sentimientos.

Por todo ello, mi eterno agradecimiento.

 

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