Enrique Castro, Quini, la leyenda que siempre venció al Córdoba

Enrique Castro, Quini. Siete veces pichichi –cinco de Primera, dos de Segunda-. Doce años seguidos goleando para el Sporting hasta que le fichó el Barcelona, donde conquistó su primer trofeo, una Copa del Rey, ganándole la final precisamente al Sporting. Después llegaron una Recopa ante el Standard de Lieja en la que anotó el gol del triunfo de manera tan sibilina que ni las cámaras lo pudieron grabar y otra Copa del Rey en la que ya jugó un papel más secundario.

Quini se definió como para la televisión oficial del Barça como “un jugador muy normal. Solamente que tenía un olfato cara al gol muy especial. Buscaba bien las espaldas a los contrarios y no se me daba mal el remate. Metía goles no porque fuese muy rápido ni practicase un juego bonito. Fui un jugador normal, pero con un buen olfato de gol”.

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Quini dialoga con Cristóbal, conductor del autocar oficial, en mayo de 2013

Un delantero capaz de reivindicarse desde la suplencia colándole cuatro goles a un rival –Osasuna, en febrero del 84- y de aguantarse luego las ganas de mandar al carajo a su entrenador (Menotti, que le tenía en el ostracismo, dijo a posteriori que lo que hizo ese día Quini “lo pudo hacer otro”).

Un ser humano que protagonizó una portada de Mundo Deportivo que decía, tal cual, “350 millones o le matan” cuando le secuestraron y que a la mañana siguiente de su liberación y todavía con barba de preso se puso a entrenar con más ganas que nunca con sus compañeros bajo el sol catalán.

Un amante de los conceptos clásicos que le confesó a Antón Meana en una Revista Líbero que “en el fútbol actual falta educación. Se ha perdido el respeto, ya no se transmiten valores. Y no es por el dinero, porque en el fútbol siempre se movió mucho dinero y antes no era así”. Unas frases que respaldan lo que le dijo a mis amigos Álvaro Vega y Diego Arellano en un Viejo ArcángelCordobesismo Radio– dedicado a la memoria de quien fuera su compañero Urbano: “en el fútbol de antes los jugadores estábamos más unidos que en el actual. Era todo mucho más familiar”.

Quini también fue un dolor sobre el campo para el Córdoba. Cinco veces tuvo enfrente las camisetas blanquiverdes y en las cinco ganó –“Hay equipos que se te dan mejor unos que otros. El Sporting de aquellos tiempos llegó a jugar hasta en Europa”-. En la primera vuelta de la 69-70 contribuyó a la remontada en El Molinón –Juanín y Jara habían marcado primero- anotando el empate a dos (acabó ganando el Sporting 4-2); en el decisivo choque de la segunda vuelta -15 de febrero del 70- no marcó pero ayudó al 0-1 que consolidó en lo más alto a su equipo y alejó de ese ascenso al Córdoba. Idéntico resultado se registró en la única visita de Quini al Arcángel en Primera. De vuelta a Segunda, Quini también marcó en el 1-2 del 6 de diciembre del 76. En el último Sporting-Córdoba en el que jugó El Brujo superó su mejor registro anotador hasta esa fecha anotando su vigesimoquinto gol en esa 76-77 (su equipo ganó 4-0).

Vivió la muerte heroica de su hermano –que fue también portero y compañero-, superó un cáncer a base de fuerza y humor, trabajó como Delegado dando muestras de una humildad a prueba de méritos

El lunes José Ramón Sandoval habló muy bien de Quini antes de pasar por los micrófonos de COPE. Nos contó que él mismo preparaba a veces los zumos que tomaban los jugadores en Mareo. “Un hombre con siete pichichis, que no los tiene nadie…”, reflexionaba el actual técnico del Córdoba. No es una frase hecha lo de que el fútbol echará de menos a Quini.

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