Esto era (1-0)

Probad a correr descalzos sobre un suelo plagado de chinchetas. Probad a comer una sopa con cuchara con los ojos vendados. Probad a recitar de memoria un verso que os acaban de contar con los oídos tapados. Si sois capaces de todo eso, entenderé que os haya parecido poco meritoria la victoria de hoy del Córdoba. Si no, cualquier juicio que no valore la extraordinaria complejidad de la empresa del cuerpo técnico de Jorge Romero hoy será tremendamente incompleto o directamente injusto.

En el once de hoy a Romero le faltaba un lateral izquierdo y centrales de garantías; su mediocentro defensivo titular no pudo jugar porque se le descompuso el estómago horas antes; en el banquillo tenía a tres jugadores del equipo B y a otro que todavía no se ha estrenado en Liga y que se sabía que había entrado en la lista de relleno.

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Sergi Guardiola celebra su gol ante Tomeu (LaLiga)

Con todo esto, lo único a lo que podía apelar era a la máxima solidaridad y una extrema concentración. Cero florituras ante un rival mucho más peligroso de lo que puede parecer, sobre todo desde que lo dirige Enrique Martín. Balones más en largo para que Jovanovic –buen momento el suyo- y Guardiola hicieran lo que pudieran ante el torpe Gafoor.

En la primera mitad el 4-1-4-1 no funcionó por todo lo antes expuesto y porque ni Lara ni Caballero hicieron acto de presencia; en el segundo acto, diez minutos mágicos permitieron al Córdoba dar el paso necesario e imprescindible para ganar impulsado por un magnífico Aguado. Primero fue un resbalón que permitió a Jovanovic asistir a un Guardiola a quien su bagaje le permite marcar goles sin que le pese el drama en el que sigue viviendo su equipo. Luego un penalti que no fue que el propio Guardiola estrelló en el poste de un vencido Tomeu.

A partir de ahí, la nada que es el todo. El Córdoba, a diferencia de en otras ocasiones, se atrincheró arropando a sus timoratos centrales y esperando las acometidas de un rival que se iba desesperando por su falta de acierto, por las paradas de Kieszek o por las decisiones –realmente fueron acertadas salvo la del penalti del Córdoba- del árbitro.

Fue el primer triunfo del Córdoba ante un rival de verdad. En las anteriores ocasiones había ganado por incomparecencia, hoy tuvo delante a un enemigo más poderoso al que superó compitiendo y sufriendo.

Hoy, en el día más emotivo para muchos que volvieron a sentirse cómodos en su estadio, el Córdoba ganó apelando a los valores primarios del fútbol. Los únicos que pueden obrar el casi imposible milagro de la permanencia.

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