Que se le borre el nombre. 0-1.

El Córdoba tiene una opción: que se borre el nombre de la Segunda B de tanto nombrarla. Visto lo visto, salvo milagro, lo que tiene en nómina no le da para mantener la categoría.

No es una afirmación gratuita. Contra Osasuna nada se le puede reprochar al técnico, que dibujó su idea sobre el campo con valentía y con la mejor de las intenciones. Tampoco se puede echar en cara a los once elegidos su puesta en escena, al menos en lo que a orden se refiere en líneas generales. Probablemente, de hecho, el 3-5-2 o 5-3-2 regalara a los pocos que se animaron a ir al estadio el ratito más esperanzador de la era Merino.

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Pero es que no da para más. Este Córdoba tiene que mantener la concentración los noventa minutos porque todos sus rivales demuestran ser más fuertes, más inteligentes y más hábiles. Bastaron diez minutos de torpezas –graves, eso sí- para que su rival –da igual que sea un candidato al ascenso o un enemigo directo por no bajar, porque en Segunda nadie perdona- marcara uno y pudiera haber marcado otro más.

Lo malo es que, para colmo, los jugadores del Córdoba tienen los músculos de pretemporada y una remontada para ellos en un segundo tiempo es como subir el tourmalet tirando de un piano. Y, claro, la gente ve abulia donde hay incapacidad. Seguro que estos jugadores, en otros momentos de forma y de ánimo e individualmente, podrían formar un grupo capaz de mantener la categoría. Pero ahora mismo no, porque no se ve por ningún sitio ni capacidad de reacción ni voluntad decidida de mejora ni demasiada fe en su propio talento.

Así que lo único que salvaría a este Córdoba sería –al margen de que se borrara la Segunda B de tanto nombrarla- una remodelación integral en enero. Que se fueran muchos y llegaran otros. Pero, claro, quien no se irá será quien más falta haría que se fuera para que el talante de la grada fuera otro y el clima medianamente respirable en El Arcángel.

Qué agonía más lenta la del que empieza a morir en invierno. Ay.

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