En los ochenta, en El Sadar le cantaban a Barcelona y Madrid, cuando perdían, aquello de “más cantera y menos cartera”. Osasuna –el equipo de la salud- es uno de los escasos cuatro equipos de España que pueden enorgullecerse de no ser una Sociedad Anónima. De hecho, andan de elecciones en este momento.
Es un club que presume de tradiciones y de sagas –tuvo a cuatro Areta en los cincuenta y sesenta, a dos Larrainzar en los ochenta y noventa y a dos Flaño en los dos mil– y en el que durante 66 años no podían jugar extranjeros.
Todo cambió en enero de 1986. Osasuna era penúltimo en Primera y la directiva presidida por Fermín Ezcurra tenía el natural acongoje. Así que “por primera vez, y sin que sirva de precedente” (tal fue lo que dijo el mandatario) decidió abrir el vestuario a un forastero.
El afortunado era un danés llamado Michael Pedersen, a quien llevó a Pamplona a cambio de 17 millones de pesetas el ex jugador del Barça y representante Goyvaerts, que dijo de él –qué iba a decir- que era un delantero que remataba “indistintamente” con los dos pies y la cabeza. No mintió porque no dijo cómo de indistintamente remataba. Eso sí, tal vez exagerara al decir que era “la mejor promesa del fútbol danés. Lo vengo siguiendo desde hace cuatro años y su progresión es constante. Es un delantero centro clásico y, además, tiene calidad”.
En esos tiempos la selección danesa estaba de moda –Laudrup, Elkjaer Larsen, Jesper Olsen…– y poco importó a los directivos que Pedersen proviniera de un modesto como el Esbjerg, con el que se había inflado de marcar goles (17 en la temporada anterior).
Así que Pedersen debía ser el revulsivo de un equipo que, dirigido por Ivan Brzic, apenas había colado 11 goles en 21 partidos a pesar de contar con hombres de talento como Orejuela, el actual entrenador del Albacete Enrique Martín o un jovencísimo Goikoetxea.
Pedersen se estrenó ante el Cádiz y no dejó demasiadas buenas sensaciones según las crónicas. Las estadísticas avalan las impresiones de los periodistas deportivos porque en dos temporadas apenas marcó un gol –al Celta-, pero al menos el equipo rojillo logró salvarse de manera incluso holgada.
Cuentan de él que le costaba entenderse porque no hablaba castellano y que en la plantilla apenas tenía relación con Iñaki Ibáñez, que sí hablaba idiomas. También dicen que a Brzic le dieron un poco de gato por liebre, porque en realidad pidió a un típico delantero inglés.
El caso es que Pedersen abrió el camino para otros extranjeros en Osasuna. De hecho, en la siguiente campaña llegaron Michael Robinson y Javier Aguirre y más adelante los Sammy Lee, Urban, Kosecki, Spasic, Aloisi, Pablo García, Webó, Milosevic… esos los buenos, porque también ha tenido extranjeros pufos. Como todos los equipos que se convierten al internacionalismo futbolero.
P.S. a esta historia le encontré un par de excepciones: en la 63-64 Andrés Larrañaga Odiaga, chileno de nacimiento pero vasco de origen y adopción, vistió de rojillo, al igual que el ecuatoguineano Jones tras salir del Atlético, aunque entonces Guinea Ecuatorial era española. De hecho, esa misma campaña en la que debutó Pedersen defendía la meta de Osasuna Biurrún, natural de Sao Paulo. Pero ya se sabe que un vasco nace donde quiere.
Fuentes:
http://www.noticiasdenavarra.com/2016/01/23/osasuna/pedersen-el-fin-de-una-larga-tradicion
https://elpais.com/diario/1986/01/14/deportes/506041208_850215.html
Gracias por recordarme a Pedersen, ya ni me acordaba de él. Te invito a visitar mi blog El Sitio De Mis Cromos con cromos de los 70, 80 y 90. Espero que te guste. Un saludo.
Me gustaMe gusta