El bigotillo de Iñaki. 4-1.

El otro día mientras me cortaba el pelo, en lugar de pensar en cosas dulces y tiernas o de entregar mis sentidos a las expertas manos del peluquero y el relajante sonido de las tijeras, se me vino a la cabeza el grupo Glutamato Yé-Yé. Su líder, Iñaki Glutamato, gustaba de adornar su rostro con un bigotillo recortado a lo Adolf Hitler que resultaba ideal para, en esos tiempos tan convulsos y gamberros, generar toda la polémica posible –en uno de sus conciertos se le puede ver arrojando panes al público con una bandera del Atlético de Madrid de fondo-.

carrion

Iñaki no era nazi, pero llevaba ese bigote. Su aspecto, impostado, le hacía parecer lo que no era.

El Córdoba tuvo una barba frondosa a la que le han ido pegando bocados de aquí y de allá. En su momento fue un equipo de Primera antes de pasar a ser candidato real al ascenso y luego un outsider. Así ha sido su evolución en los últimos tres años. Ahora es uno más de la categoría. Uno de los muchos que puede subir –sí, matemáticamente es posible después de la jornada siete- y que puede bajar –la cruda realidad es que todos estamos acojonados-. Es el decimosegundo en cuanto a tope salarial y el último ahora mismo en lo que a defender se refiere. Sus jugadores -medianos- no tienen moral y tampoco parecen sobrados de casta salvo honrosas excepciones. Su técnico tampoco termina de dar con la tecla, aunque ha probado ya casi todo.

Tal vez pueda resultar chocante lo que voy a escribir ahora, pero yo no culpo al Córdoba por los de hoy. Este Córdoba triste, gris y con paupérrima pinta llora en 2017 por los errores acumulados. En lugar de cuidarse la barba se la ha ido retocando hasta convertirla en un pequeño mojoncillo en un rostro que aterra.

No sé si lo sabría Iñaki Glutamato, pero Hitler se tuvo que recortar el bigote cepillo para poderse ajustar la máscara antigás en la Gran Guerra. Preparad vuestras máscaras. Por si acaso.

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