Estoy en Barcelona y he aprendido muchas cosas, que es de lo que se trata cuando uno viaja. He aprendido que las pesetas nacieron aquí, pero que nunca existió San Fileto mártir, un santo que la burguesía catalana se inventó en plena movida contrarreformista (pero no me negaréis que el nombre es una pasada). He aprendido lo que es comer botifarra amb monguetes con una Estrella Damm en La Masía de la calle Elisabets viendo un partido del Madrid. Allí, entre un par de esteladas tapadas por tres rusos con sobrepeso y cara de estar pasados o necesitados de vodka, el mundo pasa tranquilo. No llueve fuera de ese viejo restaurante en Barcelona. Llueve sobre todas partes al mismo tiempo, me figuro, mientras digiero con osadía el cacho de cerdo. Barcelona no cambiará pase lo que pase en octubre como no dejó de hablar Bobby Deglané –radiofonista- por la muerte de la tía (Daniela) de Vázquez Montalbán.
Pero, me diréis, ¿qué cojones está contando este tío? Pues reflexiono porque aparte de todo eso en Barcelona se ha aprendido –con una hostia bien dada- el camino por el que no se debe deambular. Venga, ya hablo de fútbol. Si el Córdoba quiere optar a algo (incluso la permanencia) no puede ser el del Mini Estadi. En absoluto. Ni puede ser dubitativo a la hora de atacar –lo fue porque apenas generó incertidumbre durante los ratos que tuvo la pelota-; ni puede ser ese flan sin huevo al que se ha parecido hoy en Barcelona.
Es muy difícil defender peor en una categoría en la que lo más importante es defender. Con o sin balón, eso ya es cuestión de gusto, pero bien. El Córdoba, desde que encajó el primero, no encontró líneas de pase y, cuando perdía la pelota (casi siempre en situación comprometida), no era capaz por su falta de intensidad de optar a recuperarla. O, coño, al menos a evitar que uno de los muchos buenos atacantes del rival se paseara como en una pachanga entre colegas (el 2-0 de Arnáiz, con cantada del buen portero que sigo pensando que puede ser Stefanovic, es vergonzoso).
Cayeron cuatro como pudieron caer más, porque el enemigo sesteó en la segunda parte un poco. Es que, si me apuráis, el Córdoba ni aprovechó la siesta del Barça para buscarle las cosquillas. El Lorca nos metió dos el miércoles mientras pensábamos ya en el siguiente rival…nosotros probamos ¿dos?veces a Varo. Si acaso.
Lo que más me inquieta no es la derrota, claro. Me preocupa la sucesión de errores que ya se han cometido en apenas cuatro jornadas de Liga y un partido de Copa. Que sí, que es muy pronto, pero es que no creo que sea un problema únicamente de Carrión –que, como técnico, tendrá su cuota de responsabilidad- ni tampoco (únicamente) de compromiso de los jugadores. La intensidad, la concentración, la mala leche, la inteligencia emocional… son factores que se entrenan, claro, pero para los que se necesita algo más que una pretemporada.
Bueno, no sé si he aprendido mucho o poco en Barcelona o si es mejor olvidar que seguir recordándolo. Me voy a pasear la botifarra (sin dobles sentidos).