Para los peloteros rancios de cromos panini y pcfútbol, el silueteado del rostro melenudo de Best se ha convertido en un icono tan reconocible como lo puede ser el retrato que Korda le hizo al Ché Guevara para ciertos nostálgicos de la izquierda.
George Best, lo sabréis si habéis decidido empezar a leer esta historia, ganó una Copa de Europa con el gran United del 68 y ese mismo año fue Balón de Oro. Era el mejor jugador del continente en esos momentos, pero seis años después su estela –por motivos variados entre los que destacan su afición por los vicios- se fue apagando hasta que se le invitó a dejar el club.
En ese año -1974- Best tenía apenas 28 años, pero decidió emprender una errática carrera que le llevó a militar en equipos sudafricanos, ingleses, norteamericanos, irlandeses, escoceses e incluso australianos. Pero Best, en el tramo final de su carrera y después de muchas vicisitudes, todavía tenía una espina clavada. Porque el mejor jugador de la historia de Irlanda del Norte –de hecho, el amor por su tierra natal le dejó sin ninguna participación en algún gran torneo de naciones- nunca había jugado en un equipo norirlandés.
Así que en 1983 el hombre que amaba el Dom Perignon, los deportivos y las misses –no necesariamente por ese orden– dejó de jugar en el australiano Brisbane Lions, aunque apenas disputó cuatro choques en tan remoto lugar, para volver a su tierra.

Naturalmente, y a pesar de que ya no era el mismo jugador que epatara en su mejor estado de forma, Best encontró acomodo en diversos equipos modestos como el Osborne Park y el Nuneaton Borough para ejercitarse hasta que finalmente el presidente del Tobermore United, Raymond Beatty, decidiera contratar al jugador para disputar un encuentro de Copa de Irlanda contra el Ballymena.
Así que la tarde del 11 de febrero de 1984 los coches se apelotonaron en torno al modesto Fortwilliam Park de Tobermore (578 habitantes en 2001, supongo que alguno menos en 1984). El campo fue calificado en la crónica del Daily Mail –ni que decir tiene que hiperbólicamente- como un “Pequeño Wembley” de 4.000 espectadores.
La ilusión era máxima en todo el Ulster desde el día que se conoció que su héroe iba a vestir la rojinegra del Tobermore, pero la realidad sacudió fuerte a sus aficionados. A pesar de la voluntad del quinto Beatle su equipo era –supongo- bastante peor que el Ballymena. Un tal Michael Guy tuvo el privilegio de colar el primer gol de ese encuentro histórico. En los noventa minutos, Best apenas dejó constancia de su presencia según las crónicas con un disparo a portería y un gran pase. Mientras tanto el Ballymena siguió a lo suyo y anotó otros seis goles más.
El 0-7 final y consiguiente eliminación no restó ni un ápice de gloria al protagonista del encuentro. Best fue aclamado y tuvo la paciencia suficiente para firmar todos los autógrafos que le requirieron. Su atractivo hipnótico para los seguidores queda plasmado en una anécdota que contaba el presidente del Tobermore. Un chaval veía el partido encaramado a hombros de su padre. Cuando éste, poco antes del final, amagó con salir del campo, el hijo protestó diciéndole: “Solo un minuto más, papá, tiene la bola otra vez”.
Dos horas después del encuentro Best ya estaba en Londres dispuesto a coger un avión rumbo a Los Ángeles para ver a su novia del momento, la Miss Mundo Mary Stavin. Nunca más volvió a jugar un partido oficial.
Best falleció en 2005 y fue enterrado en una loma de Belfast. Medio millón de personas honró su recuerdo. Uno de cada dos habitantes de Irlanda del Norte. En Tobermore siguen presumiendo de tener el único club del país en el que el mejor jugador irlandés jugó un partido. Nadie se acuerda del 0-7 y, por el contrario, hay un club de supporters llamado “The Tobermore No. 11 Northern Ireland Supporters Club”, recordando que Best lució el número 11 en ese encuentro.
Fuentes:
http://www.midulstermail.co.uk/sport/the-day-best-played-for-tobermore-1-1788368
https://en.wikipedia.org/wiki/Tobermore_United_F.C.
El fútbol tiene música, Petón. Editorial Córner.