-¿Te vas el lunes al Algarve, no? Lo mismo te interesa
Mi compañero Antonio García, que me conoce bien y me aprecia, me avisó el viernes. A su mensaje tal vez le faltara un “no tienes huevos”, pero también sabe que mayores excentricidades he hecho.
En Faro jugaban para acceder a la segunda ronda clasificatoria de la Champions un equipo gibraltareño y otro galés. Suena a comienzo de chiste de Arévalo, pero era un panorama absolutamente delicioso para alguien que usa el fútbol como excusa (y que –efectivamente- se encuentra de vacaciones cerca de Portimao).
¿Que por qué jugaba como local el Europa de Gibraltar en Faro? Porque la UEFA entendía que el mítico Victoria Stadium –si conocen La Roca lo han tenido que ver por narices porque está junto al aeropuerto- no cumplía los requisitos para partidos internacionales y, en consecuencia, debe ser reformado. Como quiera que la Federación Española no le da ni agua a la gibraltareña, sus equipos se tienen que exiliar a Portugal.

En el Europa F.C. tenía un contacto; Jesús Toscano, lateral zurdo que jugara en el Córdoba en su día y a quien había entrevistado esta misma temporada. Cuando le llamé para la radio su equipo acababa de ganar la liga de su ¿País? ¿Colonia? Después también se llevó la Copa, con lo que completó un histórico triplete tras haber conquistado la Pepe Reyes Cup –sí, así se llama en Gibraltar lo que vendría a ser la F.A. Cup inglesa, no me digan que el nombre no mola-.
Le escribí a Toscano para solicitarle un contacto para acreditarme o bien para que me facilitara dos pases y me respondió que no era necesario pagar entrada para acceder al campo. Un partido de Champions gratis. Inimaginable, aunque Paracelso pensaba que el hombre es lo que piensa y que si piensa fuego está ardiendo y si piensa guerra, guerreando. Y el Europa –y su rival, el The New Saints galés– pensaban en Champions.

También en esa clave pensaba Stephen, el nombre que Toscano me dio para que me atendiera en las taquillas del precioso estadio del Algarve. Stephen, con su polo verde con el escudo del Europa, sonreía ilusionado mientras ponderábamos las posibilidades de pasar de ronda. “A ver zi es pozible, hombre”, me dijo en perfecto llanito este simpático hombre de club mientras me daba mis tres localidades. Tres, sí, porque al partido me acompañaron mi pareja y mi hija de menos de dos meses. A Marina –tal es su nombre- la llevaba en un marsupio artificial de esos que convierten al bebé en un equipaje inteligente. Un policía portugués miró con reparo mi carga y me dijo que tal vez no pudiera acceder al campo con ella a cuestas. Fue el único que pareció poner alguna objeción. No sé qué hubiera pasado en un partido de la otra Champions.
Nos ubicamos en un extremo de la única grada abierta para el encuentro, algo alejados de los dos principales focos de ruido en el campo, pero muy cerca de un señor con camisa de cuadros de unos sesenta años y aspecto de pescador de poema de Neruda que era –excluyendo a los futbolistas- quien más sentía lo que estaba pasando en el verde.
Naturalmente, el campo estaba lejos de parecer lleno. De sus más de treinta mil localidades apenas estarían cubiertas unas doscientas o trescientas. Eso sí, y no exagero, sentí más ambiente de fútbol y más pasión que en algunos partidos de Segunda y casi que en alguno de Primera.

Y otra cosa buena… un partido de Champions en el que se escuchaba nítidamente lo que los jugadores decían en el campo. Oro. El portero sevillano y capitán del equipo Javi Muñoz –ex Lugo, Rayo, Xerez…- gritándole a su lateral derecho ghanés Ayew –hijo, ojo, de Abedí Pelé-: “Fássil, fássil. Easy, easy” mientras jugaba con su compañero de zaga Alberto Merino –ex del Cádiz que lleva a las espaldas el dorsal 41, supongo que por la edad con la que entró en el club, ahora tiene 42-.
Ese bilingüismo andaluz-británico es una de las naturales peculiaridades de Gibraltar. La afición del Europa lo llevaba a gala desde la grada agitando sus banderas verdinegras mientras gritaba “¡Vamos, dale, Europa!” y “’Iuropa’, ‘Iuropa’” con acordes mezcla de vehemencia sureña y pasión inglesa. Claro que los galeses, representados por unas treinta personas de todas las edades y condiciones, tampoco se quedaban a la zaga y contestaban con una tonada que recordaba al tan de moda el verano pasado “Will Gregg´s on fire”.
Durante el descanso (0-2 ganaban los Saints, el primero de ellos un calco de la Mano de Dios de Maradona) quise conversar con algunos aficionados del Europa para ver cómo llevaban lo de jugar como locales en Faro siendo de Gibraltar. Me encontré, con cara de cabreo por el resultado, a Luis Juliá, que lleva el mantenimiento, cocina, ropa y utillaje del equipo. Me contó que eso de ser exiliados deportivos perjudica “no solo la planificación del futbolista sino de la afición, que tenemos un campo a trescientos metros de la frontera”. Se refiere al Municipal de La Línea, un campo desproporcionado para la ciudad donde se encuentra construido durante el franquismo para darles envidia a los resistentes hijos de la pérfida Albión. Juliá me habló del trastorno y de la incongruencia que le supone este veto español, porque “el fútbol va al margen de cualquier política” y además “Gibraltar y La Línea son pueblos hermanos”. El mismo Juliá vive en La Línea, como Yolanda Torremocha, esposa del segundo entrenador, y que se quejaba de las cinco horas de autocar que se había tenido que tragar ella y el resto de seguidores “europeos” para ver a su equipo. Además, la medida afecta a muchos seguidores españoles, linenses sobre todo, que se han hecho del Europa por cercanía, curiosidad… o por ilusión de apoyar a un club de Champions. “Mira, por ahí va uno que es de la Balona también”, me dijo Yolanda mientras señalaba a un aficionado espigado y de larga melena con lejano parecido a Rosendo que saltaba los escalones de tres en tres porque el partido estaba a punto de reanudarse.

A pesar de la confianza que me transmitió Yolanda –“vamos a ganar seguro”– y a pesar del 1-2 que se trajo de Gales, el Europa palmó. Después de que el internacional Walker –el más técnico sin duda de los 22- igualara la eliminatoria de penalti, en el minuto 59’ una irresponsabilidad de su delantero Kike, que pisó a un rival y otra de Álex Quillo dejó a los gibraltareños con nueve.
Con todo, el Europa fue capaz de aguantar hasta la prórroga haciendo un esfuerzo titánico, pero en ella un gol de Quigley en el 104’ puso la puntilla. El tanto estuvo a punto de provocar un altercado cuando un par de ‘chicas de oro’ galesas –ya saben: como Blanche Deveraux, Rose y compañía- se dedicaron a agitar con demasiada violencia una bufanda con los colores de los Saints hasta golpear con ella la cabeza de una seguidora del Europa. No se crean que no hubo tensión, aunque tampoco los de la Guardia Nacional Republicana lusa parecían muy dispuestos a actuar (hubieran sido una especie de cascos azules, en realidad casi todo en el estadio del Algarve podría ser catalogado esa tarde como “una especie” de algo).

Desolación en los rostros de los futbolistas del Europa, euforia en las de los Saints, que serán quienes jueguen contra el Rijeka en la siguiente ronda. Naturalmente, parten como víctimas propiciatorias ante cualquier equipo croata.
Al finalizar el choque y mientras fijábamos a Marina en su asiento del coche nos adelantaron a toda velocidad un Lamborghini y un Porsche tan espectaculares como cualquier Lamborghni y Porsche. Por su matrícula gibraltareña pensé que tal vez en alguno de ellos viajara el presidente del Europa FC, Peter Cabezutto, quien heredara el club del presidente honorario también llamado Peter Cabezutto y que falleciera apenas hace unos meses (por cierto, el ‘4’ del Europa se llama Lance Cabezutto, así que lo mismo también es familiar).
Con ese poderío –el de los Lamborghini y Porsches, claro- no extraña que la próxima temporada el equipo gibraltareño que juegue la previa lo vaya a hacer en un Victoria Stadium no solo remodelado, sino de cuatro estrellas FIFA y con capacidad para albergar una final internacional. Como a este gente (a los del Europa o a los de otro equipo de la Premier llanita) se empeñen en hacer un nuevo Mónaco del sur de Europa, estoy convencido de que lo lograrán. ¿Acaso no llevan sobreviviendo durante más de trescientos años aislados y asediados?
