Cuando las cosas van mal o rematadamente mal sale más a la luz lo que somos (o lo que no somos). El Córdoba C.F. S.A.D. está haciendo todo lo posible por descender a Segunda B. Lleva haciéndolo desde enero, cuando no se decidió tocar (casi) nada para que todo fuera a peor. Con los mimbres con los que cuenta el cuerpo técnico, está quedando meridianamente claro, no se puede aspirar a otra cosa que no sea a ganar por los pelos. Este equipo compite –a veces, otras no- con alma y con eso –a veces, otras no- le da para sumar puntos. Pero a este grupo le faltan demasiadas cosas como para vivir plácidamente en Segunda.
Lo primero de lo que carece es de gol. Si para decidir un partido tan importante como el de ayer es preciso que su mejor artillero sea su lateral diestro y que el tanto lo marque con el muslo después de que su compañero Moha se deshiciera en falta de un central quiere decir que algo está fallando. El único recurso ofensivo fiable de este equipo es el balón parado, y porque Javi Lara no ha perdido toque con la diestra. El Córdoba crea poco juego y lo que crea lo desperdicia porque no tiene un nueve, no lo ha tenido durante todo el año porque Rodri es segundo punta y porque tampoco se le pueden pedir más de los diez goles que ya lleva.
Pero es que, para colmo, este Córdoba no es capaz de defender con orden. No lo ha hecho ni este año ni el pasado, pero como el año pasado marcaba se notaba menos. La vuelta de Deivid no ha corregido ciertos errores. De hecho, el canario estuvo muy flojo en el tramo final ante el Mirandés, donde erró tirando el fuera de juego y se ubicó mal para defender en el gol del empate de Urko Vera.
Además las decisiones desde el banquillo no terminan de entenderse del todo. Se pueden explicar desde una óptica conservadora los dos últimos cambios (aunque acabaran metiendo al equipo prácticamente en su propia portería), pero que Moha Traoré –a quien se le vio nerviosísimo hace apenas dos semanas en un entrenamiento- y al que le cuesta un mundo defender salga al campo antes que Juli resulta verdaderamente llamativo. Durante el tramo final de encuentro el maliense ni generó peligro al contragolpe ni, y esto fue lo peor, fue capaz de ayudar a un sobrepasado Caro.
Ayer se vio lo que es y lo que no es el Córdoba ante, sin duda, el peor equipo de Segunda. Un Mirandés que es muy probable que haya conseguido en El Arcángel su último punto a domicilio y que es muy probable que descienda antes de la jornada 42.
Pero lo que no debería ser nunca el Córdoba es un equipo hipócrita que cuando recibe críticas por su gestión exhiba en las pantallas consignas contra la violencia y que luego, cuando los focos se apaguen, rete por medio de uno de sus empleados más importantes a un aficionado a un duelo a garrotazos bajo la lluvia.
No.
El Córdoba puede perder cotidianamente y hasta descender. Está en nuestro ADN. Pero no se puede permitir que la propia esencia de club se diluya por los sumideros del fútbol profesional. Por favor, que acabe ya todo esto.