Me vale (1-0)

A mí me vale ganar. Me vale ver al Córdoba salir con descaro, ambición, garra e intensidad. Con fútbol. Que el mejor jugador del rival ni la huela porque tiene siempre dos enemigos encima. Que, una vez robada, la pelota sea distribuida con criterio y desorden alegre a un costado y a otro y que se percuta hasta que la manzana caiga del árbol mareada. Marcó Markovic, pero también lo pudieron hacer Rodri, Lara, Aguza, Javi Galán… Sí, me vale esa puesta en escena brillante.

Pero también me vale todo lo demás.

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Porque, a diferencia de otros fines de semana, esta vez el Córdoba –y en el mejor momento para hacerlo- administró con sabiduría su ventaja. Cuando Ramis movió el banquillo acertadamente metiendo a Gaspar por un desafortunado Isidoro, Carrión reaccionó colocando todo el músculo que tenía en el banquillo. Juli, que es el atacante que más defiende y los mediocentros defensivos Luso y Edu Ramos. Luego dijo el catalán –el nuestro, porque Ramis también lo es- que en otras circunstancias no habría actuado de tal modo. Pero no debe de arrepentirse ni de avergonzarse por haber jugado a lo ganador. Sobrevivir es precioso en una situación como esta. No tener la pelota si uno no dirige al Barcelona o a Brasil no es obligatorio. De hecho, defendiendo con inteligencia, carácter y orden se pueden conseguir grandes cosas sin posesión. Como este domingo sin ir más lejos.

Y, bueno, luego está lo de Casto. El portero del Almería se encaró con los recogepelotas y los aficionados durante el partido y con todo el mundo que se cruzaba a su paso al final del mismo. No le culpo. Es natural esa tensión en una final y con probable vacile de por medio. Y, sintiéndolo por el extremeño contra el que nada tengo, ojalá veamos en este recinto esa misma desesperación en el rostro de los cuatro rivales que tienen que pasar por Córdoba. Sería una gran señal.

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