Nicky Salapu, el portero que más motivos tuvo para odiar su trabajo (pero que no lo hizo) #Díainternacionaldelportero

Ser arquero, golero o guardameta no es una tarea fácil. Resulta una demarcación generalmente ingrata, en la que los errores se castigan con crudeza y a la que pocas veces se le reconocen los aciertos. En Brasil, por ejemplo, nadie quiere jugar de goleiro ni siquiera en los partidos amistosos y los equipos de amigos contratan a semiprofesionales para que ocupen esa posición (pesa mucho la herencia de Barbosa y Waldir Peres, a quienes se les crucificó casi literalmente tras los Mundiales del 50 y 82).

Pero si hay un portero marcado por el sonido –desagradable para él, bendito para los amantes del fútbol- de la pelota besando las redes ése es el samoano Nicky Vitolio Salapu. Salapu es, oficialmente, el guardameta que recibió la peor goleada que la FIFA haya registrado en sus anales. Sucedió el 11 de abril de 2001. Australia recibía al combinado nacional de Samoa Americana en partido clasificatorio para el Mundial de Corea y Japón. Diez minutos aguantó esa infausta tarde Salapu sin encajar, pero cuando empezó no paró. Recibió cuatro seguidos entre los minutos diez y catorce y otros doce más antes del descanso. En la segunda parte los australianos –necesitaban marcar muchos por si tuvieran que recurrir al golaveraje al final- colaron otros quince. 31-0. Nunca antes (ni después) un mismo portero sufrió tanto en una competición oficial. Nunca un jugador –Archie Thompson, entonces delantero del Lierse- había metido tantas veces –trece- en noventa minutos.

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Salapu posa antes del Samoa Americana-Tonga. Foto: FIFA.com

La noticia saltó a los grandes medios y generó un intenso debate que terminó con la selección australiana en la Federación Asiática de fútbol para mejorar su competitividad. A Salapu, naturalmente y es comprensible, se le quitaron las ganas de volver a ser portero durante un tiempo. El entonces seleccionador del equipo samoano, Tunoa Lui, le contó al periodista David Ruiz que en ese encuentro Nicky –afamado jugador de tenis de mesa- “incluso hizo dos o tres paradas bastante buenas”.

Salapu, no obstante, regresó para batir otro registro negativo. En los Juegos del Pacífico Sur recibió 91 goles en ocho partidos. Ahí dijo basta y se puso en paradero desconocido incluso para sus compatriotas. Al parecer y según descubrió Ruiz, decidió exiliarse en Hawaii durante dos años para olvidarse de la pelota.

La dinámica tan negativa de los samoanos suscitó la atención de los cineastas Mike Brett y Steve Jamison, quienes decidieron rodar “Next Goal Wins”, un documental sobre el doloroso periplo del equipo en su tránsito (previsiblemente infructuoso) hacia el Mundial de Brasil de 2014. El caso es que desde la federación del país decidieron prepararse a conciencia para no hacer –tanto- el ridículo e incluso la FIFA tomó cartas en el asunto poniendo dinero para mejorar instalaciones y para pagarle al técnico holandés Thomas Rongen para que les hiciera competir algo.

Y una de las primeras decisiones de Rongen fue instar a Salapu a que regresara a la selección. Le contó Rongen a David Ruiz que “necesitaba a alguien en el grupo que hubiera pasado por ese trago tan amargo (el 31-0). Cuando las cosas se torcían, bastaba con recordarle a la gente que Salapu estaba ahí, que había tenido que revivir ese partido durante años, de manera que si él era capaz de superar el trauma, todos podían hacerlo”.

El caso es que Salapu volvió justo a tiempo porque se lesionó el meta que había cubierto su puesto y tuvo que defender la meta de Samoa Americana en el primer partido que iban a captar las cámaras de “Next goal wins”. El 22 de noviembre de 2011, Salapu y sus compañeros jugaban ante Tonga en el estadio Joseph Blatter de Apia (Samoa Occidental) con la espada de Damocles de la humillación sobre sus cabezas.

Y entonces pasó algo inesperado. Ramin Ott marcó en el 43’ y Luani Shalom en el 74’. Dos cero para los samoanos. Iban ganando. Podían ganar. El trabajo del holandés había mejorado tanto que ni ellos se lo creían. El gol del tongano Feao a dos del final pudo haber intranquilizado a un mal portero. Pero no a Salapu. El mismo arquero que encajara 31 fue capaz de desbaratar dos ataques desesperados de su rival con el tino de quien se sabe eterno. Y gracias a sus intervenciones Samoa Americana logró su primera victoria internacional. En Pago-Pago –mínima capital del país- se festejó como si hubieran ganado el Mundial.

El polinesio Nicky Salapu nunca jugará un gran torneo internacional, pero puede considerarse el guardameta con más valor del Mundo. Y, probablemente, recordará más aquellas dos paradas ante Tonga que las 31 veces que tuvo que retroceder hasta sus mallas para recoger el balón. Es la esencia y la gloria de los porteros.

Bibliografía:

Fútbol que estás en la tierra, de David Ruiz de la Torre. Poe Books.

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