Sucedió en el mismo campo en el que el Córdoba jugará el domingo. 21 de junio de 1982, segundo partido del grupo D del Mundial. Minuto 79 de partido. Francia vence 3-1 a la misma selección kuwaití que había logrado empatar ante Checoslovaquia a uno. Platini controla un balón y envía a la posición de Giresse. En ese momento alguien usa un silbato en la grada donde estaban los seguidores árabes, pero el menudo galo –refrendado por el árbitro soviético Miroslav Stupar- sigue su carrera y ejecuta al meta Al Tarabulsi de un fuerte derechazo. Los goleados protestan argumentando que el sonido les hizo pensar que la acción no tenía validez, pero el tanto sube al marcador.
Aquí empezó el show. Pero sería pertinente poner en antecedentes de lo que supuso para España el paso de la selección del Golfo Pérsico por el Mundial (la única, hasta el momento, de su historia). Hasta Pucela se llevaron un camello como mascota, que terminó en el zoo de Bilbao. A aquel equipo lo entrenaba Carlos Alberto Parreira y, merced a sus petrodólares había logrado arrasar en la fase de clasificación –en la primera fase no encajaron ningún gol y en la decisiva quedaron campeones de grupo-. Llegaban al Mundial dispuestos, en consecuencia, a hacerse notar. Y lo lograron.

El caso es que mientras los futbolistas kuwaitíes protestaban en la grada un hombre vestido de lujosa túnica y colorista turbante comenzó a hacer aspavientos. No era un hombre cualquiera. Por su ubicación –palco- y por el maletín que portaba parecía lo que era: un miembro de la casa real del país asiático. Se trataba, concretamente, del Jeque Fahd-Al Ahmad Sabah, que a la sazón era el presidente de la federación de fútbol y del Comité Olímpico por decisión de su hermano el Emir y jefe de Estado. Un personaje singular que durante todo el choque había vivido el encuentro más como un incondicional que como un mandatario (impresionantes sus reacciones a cada uno de los tantos de los franceses).
Los gestos del jeque invitaban a sus futbolistas a que abandonaran el terreno de juego. Estos, algo confusos, no terminaban de entender el mensaje de su señor, así que el juego seguía interrumpido ante la estupefacción de los miembros del combinado galo, que no entendían con quién trataba de entenderse Parreira en la grada.
Como nada estaba claro, el Jeque Fahd bajó desde la grada al campo. Los guardias civiles presentes en el Zorrilla, estupefactos, no sabían que hacer porque una autoridad les pedía acceder al terreno de juego. Y pasó. Vaya si pasó. Se fue directo a hablar con el árbitro Stupar para conminarle a anular el gol porque aquel silbido había confundido a los suyos. Mientras se formaba un corro, el Jeque, auxiliado por un ayudante de cámara suponemos, no soltaba en ningún momento su misteriosa maleta. Giresse le contó a Canal Plus que pensaba que iban a anularles no solo el gol “sino nuestros otros tres y, como ellos habían marcado uno pues… 0-1 para Kuwait”. Lo curioso era que mientras que el asiático hablaba sin problemas con el árbitro al entrenador de la selección gala, Michel Hidalgo, le expulsaba la Guardia Civil del campo sin motivo aparente. El Jeque dijo después del partido que “la mafia es pequeña al lado de la FIFA. No me importan las sanciones. Yo me iré y otro cubrirá mi puesto. Yo no obligué al árbitro a anular el gol, él lo hizo porque estaba convencido”.
La crónica de EFE que plasmó Mundo Deportivo resumió el incidente así: “los jugadores kuwaitís se amotinaron y se fueron en masa, bajo la greda presidencial, reclamando la presencia del jeque (…) y el escándalo duró 6 minutos, hasta que el árbitro, después de consultar con los jueces de línea, anuló el tanto de Giresse”.
Sí, porque al final Stupar habló con su auxiliar –más una formalidad que otra cosa- y decidió anular el gol y conceder un bote neutral. El Jeque, satisfecho, regresó a su localidad. Francia terminó ganando 4-1 y Stupar fue sancionado por la FIFA a perpetuidad. El Jeque Fahd Al Ahmad Sabah le multaron con 10.000 dólares –calderilla para su cuenta corriente- y lo siguiente que figura en su biografía es que falleció durante la invasión de Saddam Hussein en el 90 en su palacio de Dasman.
No fue el único partido que se jugó de ese Mundial en el recién estrenado Nuevo Zorrilla (su presidente Gonzalo Alonso había logrado que su ciudad fuera sede para festejar su reciente ascenso a Presidente). En ese mismo verde marcaron en esos días de junio leyendas como Panenka y Platini, pero para la perpetuidad quedará este rocambolesco incidente que tuvo lugar donde el domingo el Córdoba jugará una de las finales que le quedan por mantener la categoría.
Fuentes:
http://www.marca.com/reportajes/2010/04/espana_1982/2010/04/19/seccion_01/1271693873.html
https://www.valladolidweb.es/valladolid/sucedio/mundial82.htm