Por qué me gusta la Copa del Rey (2-0)

Lo siento, pero me gusta la Copa del Rey. Me gusta incluso en este formato rancio, demodé y que convierte a los equipos modestos en catetos cazaautógrafos que ponen el cazo mientras rezan a algún dios menor para que les toque el gordo con las cámaras a su acecho para recalcar que cuando no juegan contra Madrid o Barça son seres humanos con trabajos de los que vivir.

Y me voy a justificar. Me gusta porque el fútbol sirve, entre otras cosas, como vía para encontrar la felicidad. Y no hay mayor felicidad inmediata que un triunfo inesperado, incluso a sabiendas de que puede ser pan para hoy y hambre para mañana. El Córdoba le ganó al Málaga, que está en Primera, justo en su peor momento de la temporada. Y jugando bien, muy bien a ratos. Y empleando su técnico, que acaba de sentarse en el banquillo después de una semana desquiciante, hasta a cinco jugadores del Córdoba B, que está en Segunda B.

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Me gusta la Copa porque me permite ver cómo un defensa que a veces actúa en Primera es humillado en un flash por otro chaval que mete goles, a veces, dos categorías más abajo. Me gusta porque, y esto me lo han dicho jugadores de los que me fío, las piernas no pesan si la mente está bien.

Este torneo me gusta porque, si se quiere jugar, depara momentos indelebles en la mente de quien lo siente. Y ya son unos cuantos: cuando Cámara marcó en Son Moix, aquellos goles de Pepe Díaz en el Villamarín y Cornellá, la mano de Jonathan Sesma en Coruña (que sí, que también eso fue en la Copa), el cabezazo de Kiko Olivas en Anoeta, el regate de Traoré y el remate de Borja… El aficionado, y ahora está tecleando el aficionado que aún está emocionado de lo que ha vivido hoy en El Arcángel, vive de recuerdos y muere por ellos. Y son estos los instantes que, al menos a mí, me enganchan con ilusión a ese sentimiento que castiga más que recompensa.

De paso, también me gusta la Copa porque es inmisericorde con los abúlicos y con los engreídos. Juande Ramos, por ejemplo, que pasó de informarse de lo que podía dar de sí un equipo herido como el Córdoba y pagó su castigo con un rapapolvo que, eso sí, no le será tenido en cuenta si gana en Valencia el fin de semana.

Me diréis, con razón, que lo importante llegará el domingo en un escenario tan diferente como Reus y tendréis razón porque será un baño de realidad. Pero nadie nos va a quitar esta noche acostarnos con una sonrisa en el rostro. Si el destino nos la borra, ¿Qué más nos dará ahora? Y, pensad, ¿cuántas veces sonreís de verdad por el Córdoba? Si la respuesta es la misma que la mía, entonces entenderéis por qué me gusta la Copa.

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