El nombre de Ladislao “Chiquito” Mazurkiewicz, el hijo uruguayo de un polaco que huyó de la amenaza de Hitler, ha pasado, injustamente, a la historia como el de un actor secundario. Fue el portero burlado en el gol imposible de Pelé. Fue aquella figura de cera a quien el legendario Rey de balón ni mira mientras deja pasar el balón sin dejar de correr para engañarle de la manera más dolorosa de las posibles, por inacción. Eso sucedió en México y dio para letras tan bonitas como las de Sergio Rodrigues en “El Regate”: “Chupando un cubo de hielo o algo parecido, el tipo camina de vuelta al centro de la cancha, mirando de soslayo a la portería uruguaya. Es de suponer que esté frustrado por el gol que no pudo hacer, pero parece tranquilo, de una placidez incluso arrogante, como si quisiera dar a entender que, la verdad, no quería hacer lo que parecía haber querido hacer, que todo salió conforme a lo planificado y que la impresión de todo el mundo –de que quería anotar el gol, mientras todo el tiempo su intención era fallarlo por poco, marcar en el cuerpo colectivo de la especie la cicatriz de ese «por poco», consciente de que quemaría más que el gozo de la realización-, eso era el regate definitivo, inconcebible, el regate del regate sobre el pobre Mazurkiewicz”. Brasil ganó 3-1, pero Pelé no le marcó a Mazurkiewicz (aunque nadie lo diría).
Eso pasó en 1970, pero la leyenda de, probablemente según la mayoría de los expertos, el mejor portero uruguayo de la historia en los Mundiales nació cuatro años antes. La selección charrúa inauguraba el campeonato del 66 frente a la anfitriona en el mejor escenario posible: Wembley. Era el 11 de julio y la mismísima Isabel II se había dignado a presenciar junto a su esposo Felipe ese choque, que paralizó el país y buena parte del Mundo (la tele lo acercó a 300 millones de espectadores).
Los Pross de Alf Ramsey eran grandes favoritos para ganar el torneo y no solo por jugar en casa, sino por su elenco de peloteros en todas las líneas (Banks, Stiles, los Charlton, Moore, Ball…). Uruguay aportaba, como en otras ediciones y según la poética crónica del Mundo Deportivo una “serenidad rayana en temerario y apoyada en la exquisitez de una técnica quizá más fría o menos espectacular que la de los demás grandes sudamericanos, pero más eficiente a la hora de la verdad”.

Mazurkiewicz, que cuando comenzó a jugar en Racing de Montevideo quería ser centrocampista pero que dada su especialidad en parar penaltis le obligaron a ponerse en la portería, era felino. Además, había practicado baloncesto de niño y era ágil, muy veloz e inteligente. Y con la personalidad suficiente como para suplir en todo un Peñarol y en la selección casi al mismo tiempo a otra leyenda en su país como Luis Maidana. Espárrago comentaba que con 21 años, en el 66, ya daba órdenes de veterano. Siempre de luto riguroso, no por tristeza sino como tributo a su gran héroe, la araña Lev Yashin. La araña negra, claro.
Volvamos a Wembley. El partido debió ser –una vez que se ve el resumen que hay en youtube se confirma- un continuado y frustrante ejercicio de Inglaterra por derribar el muro uruguayo. La mejor intervención del Chiquito llegó ya en la segunda parte a disparo de Bobby Charlton. En realidad, casi no tuvo que parar más, puesto que los ingleses tuvieron el punto de mira bastante desviado. No obstante, Mazurka, así le llamaban sus compañeros, resultó fundamental para calmar los ánimos de sus compañeros cuando tras besar la mano enguantada de blanco de la monarca antes del partido le dijo: “Es como si usted acabara de salir de un cuadro, pero hoy vamos a ganar nosotros”.
Con el silbido final, los jugadores de la Celeste se abrazaban sobre el verde ante los silbidos de las gradas de Wembley. El comentarista de la BBC contaba: “miren la celebración, parece como si los uruguayos hubieran ganado 5-0”.
Al final, es conocido, Inglaterra ganó su Mundial y en todos los demás partidos fue capaz de marcar al menos un gol –curiosamente, el choque que más les costó fue el que les midió a otra selección sudamericana: Argentina-. Uruguay, por su parte, cayó en cuartos (4-0) ante la finalista Alemania.
Mazurkiewicz, el primer portero extranjero capaz de dejar su portería a cero en partido oficial en Wembley, jugó un par de mundiales más. En el 70, en el que Pelé no le marcó luego de regatearle con magia, fue elegido el mejor arquero del torneo. Cuatro años más tarde, presenció desde su arco la primera exhibición internacional del fútbol total de Cruyff (Holanda les barrió 2-0).
Es la historia del Mazurkiewicz mundialista, pero tampoco se queda manca –nunca mejor dicho en el caso de un guardameta- su leyenda en los clubes en los que compitió: en Peñarol ganó tres Ligas, la Libertadores del 66 ante River y la Intercontinental de ese mismo año al Madrid –parece ser que en el Bernabéu fue un coloso-. Por cierto, el Chiquito también jugó en España. En 1974 firmó por el Granada donde ya estaba su compatriota el duro Montero Castillo, pero sus problemas en las muñecas apenas le permitieron jugar dos encuentros en dos años.
“Yo salí y Pelé hizo una jugada excepcional, pero no fue gol. Y eso es lo que yo siempre quise en mi vida, que no me hicieran gol”, así resumió la jugada en la que fue gran actor secundario Mazurkiewicz. Probablemente no se hayan dicho mejores palabras para explicar lo que es la vida y obra de un portero.
Fuentes:
http://www.independent.co.uk/news/obituaries/ladislao-mazurkiewicz-goalkeeper-who-thwarted-england-in-1966-8444899.html
http://deportes.elpais.com/deportes/2013/01/02/actualidad/1357131847_949421.html