Omar “El Pato” Pastoriza apenas pudo dirigir al Atlético durante 35 días en 1993. Era, día más día menos, lo que solían durar los entrenadores de la era Gil. El argentino venía avalado por su experiencia como futbolista en Independiente y también como técnico, sobre todo en Talleres de Córdoba. Pero en España su nombre –mejor dicho: su falta de nombre en Europa, donde apenas había jugado en el Mónaco un breve periodo- le hacía candidato a pasar a la particular lista de gatillazos en los banquillos del mandatario soriano.
Fue el encargado de sustituir a mitad de temporada a Luis Aragonés cuando el Atlético era octavo y aún estaba vivo en la Recopa. Una derrota (1-0) ante el Madrid y un empate a dos con el Zaragoza agotaron la (escasa) paciencia de Gil con el hombre que luego le daría la gloria a la selección español.
Cuando se confirmó su fichaje el 12 de febrero de 1993, el presidente afirmó: “por lo que sé, Pastoriza es un hombre con garra y personalidad. También hemos considerado que su idioma es el español”. La contratación llegó a las cinco de la madrugada anterior con la mediación de Rubén Cano, entonces Secretario Técnico atlético. Gil estaba un poco desconectado de su equipo por sus quehaceres políticos, pero afirmó esa misma semana: “A partir de ahora el tema lo tomo yo. El fichaje de Pastoriza lo realicé yo” (“y tal y tal…”, suponemos que también diría). Eran tiempos en los que Alfredo Relaño escribía aquello de “Gil se cansa, Gil se harta”. Se equivocaba.
El argentino, que fue tentado anteriormente ese mismo año por el Valladolid, había sido contratado por doce millones de pesetas para los cuatro meses que restaban de temporada y tenía otros cinco si ganaba la Recopa. Él, sin embargo, era ambicioso: “estoy convencido de que me quedaré en el Atlético y podré hacer un trabajo a largo plazo”. Apuntó igualmente: “no puedo creer que un club con la historia del Atlético esté como deambulando, sin un objetivo preciso”. Lo único en lo que descarriló un poco fue al decir que su nuevo club estaba teniendo problemas para sustituir al portugués “Fúster” (suena a híbrido entre Futre –que ya no estaba- y Schuster –que sí vestía la rojiblanca aunque no andaba fino-).
Pues bien, su estreno iba a ser nada más y nada menos que en el Camp Nou ante el Barça de Cruyff. El Mundo Deportivo recordaba en la previa que el holandés ya había derrotado a Pastoriza cuando uno jugaba en el Ajax y el otro en Independiente.
En la previa del encuentro, Pastoriza –auxiliado por Iselín Santos Ovejero– anunció una novedad táctica entonces revolucionaria: “jugaremos con un defensa más atrasado, tres marcadores, dos recuperadores de balón por delante de la defensa, un medio organizador, dos jugadores más adelantados y un punta”. Es decir, una especie de 4-2-3-1. Un único delantero, entonces el extremeño Manolo. “No busco un planteamiento más defensivo, sino evitar riesgos innecesarios”, explicó Pastoriza quien, de hecho, se declaró en más de una ocasión menottista (lo definió en una entrevista en El Gráfico como “un tipo que le cambió la cara al fútbol argentino”).
Y lo cierto es que el Atlético empató –con un juego algo brusco eso sí- en el Camp Nou. Y su equipo demostró una solidez que no había logrado en los anteriores choques. No era espectacular su juego, pero resultaba eficaz. Eliminó a Olympiakos y ganó tres de los otros cuatro encuentros que dirigió en Liga. Después de vencer 1-0 al Rayo el Atlético había mejorado cuatro posiciones con respecto a cuando llegó El Pato y ya era cuarto.

Pero, claro, con Gil nada resultaba sencillo incluso ni ganando. Pastoriza explicó que su relación se deterioró con la llegada del internacional argentino Villarreal procedente de Boca, que fue una petición expresa suya. Gil no entendía que no jugara “su” Moacir en lugar de Villarreal.
La gota que colmó el vaso del sudamericano llegó tras ese Atlético-Rayo, como recordó en la misma entrevista hecha a El Gráfico: “Vino al vestuario y quería hablar antes de un partido. ¿Qué carajo va a hablar en el vestuario? Estaba el alemán Schuster, que por su religión no toma remedios ni se infiltra, y no podía jugar porque tenía la pierna a la miseria. Bueno, él hinchaba las bolas y quería que lo pusiera. Me hinchó tanto los huevos, que lo mandé a la puta que lo parió y le dije que dirigiera él. Y me fui a la mierda 40 días después de haber asumido (fueron 35 en realidad). Al final resultó ser medio cagón el gordo ése”. Antes, más correcto políticamente, explicó aún en España: “la gente no tiene que perder la dignidad y a mí me enseñaron de pequeñito por dónde hay que ponerse los pantalones”
Las conclusiones que sacó Gil fueron diferentes, según recoge Miguel Gutiérrez en su Frases de fútbol: “no volveré a entregar el club a un entrenador para que haga y deshaga. No haré las alineaciones, pero sí veré quién está y quien no está en forma, quién es el adecuado en cada momento y la política de altas y bajas. Para mí el entrenador no es Dios”. Eso era su concepto de delegar.
En un foro futbolero, a colación de una crónica sobre el bendito España-Alemania de 2010, aún se puede leer este comentario: “¿Volverán a confiar la mayoría de los equipos en entrenadores labrunescos o zofescos, que trabajan sobre la capacidad para asociarse desde el uso de la herramienta de juego o su recuperación, tipo Tim, Pizzutti, Brandao, o en tiempos más recientes Pastoriza?” No se entiende mucho, en honor a la verdad, pero queda claro que Pastoriza (que falleció en 2004 de un infarto), de haber tenido un presidente algo más… o algo menos presidente lo mismo podría haber revolucionado o al menos aportado mucho al fútbol español.
Fuentes:
http://www.lacalderadeldiablo.net/2010/08/jose-omar-pastoriza-los-periodistas.html
http://elpais.com/diario/2004/08/03/agenda/1091484001_850215.html
http://elpais.com/diario/1993/04/09/deportes/734306404_850215.html
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