El estreno del hermano del Kun y los debuts en Segunda de los hermanos del Pelusa

El miércoles debutó como cadista Gastón del Castillo quien, a pesar de su apellido, es el hermano menor del Kun Agüero. Uno de los siete de su saga familiar. El delantero, cedido por Independiente, ha tardado meses en estrenarse de amarillo por ciertos problemas burocráticos. Corrió treinta minutos, fue jaleado por la grada, tuvo un par de detalles de calidad y su equipo fue eliminado de Copa por el Córdoba. Cuando pasó por zona mixta, claro, a Punchi –tal es su apodo- se le preguntó por su hermano. Lo mismo que cuando fue presentado. Dicen que un día dijo, que lo mismo es leyenda: “si me lo propongo, soy mejor que el Kun”. Tiene doce años por delante para igualar su trayectoria (tiene 19 y 31 Sergio).

Su historia recuerda a la familia de otro crack que, además, también tiene cierta vinculación con los Agüero. Sergio Agüero tuvo un hijo con Gianinna Maradona, la hija de Diego Armando (Benjamín Agüero Maradona, con esos apellidos tiene que pegarle bien al balón). Pues bien, el Pelusa también tuvo dos hermanos peloteando en España: Raúl (conocido como Lalo) y Hugo. Los dos debutaron en Segunda, como Gastón del Castillo.

 

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Maradona, de capitán del Granada, junto a sus hermanos Lalo y Hugo (Foto:Cadistas1910)

 

Lalo –Raúl Alfredo Maradona- firmó el sábado 12 de septiembre de 1987 como futbolista del recién ascendido a Segunda Granada. 36 millones de pesetas pagó a Boca Juniors el equipo entonces presidido por Alfonso Suárez y entrenado por Joaquín Peiró. El jugador, que se desenvolvía en cualquiera de las demarcaciones ofensivas, se mostró muy contento porque así podría estar cerca de sus otros hermanos (Diego estaba en el Nápoles y Hugo en el Ascoli). Las cosas no le fueron bien, porque el Granada descendió y Lalo apenas anotó tres veces (uno al Deportivo en un 5-0 que a la postre fue el único partido que ganó de rojiblanco y otro al Cartagena). Al menos los aficionados de Los Cármenes pudieron disfrutar el 15 de noviembre de 1987 de un curioso encuentro amistoso entre su equipo, reforzado con Diego Armando y el otro Maradona, Hugo, y el Malmoe sueco que había sido subcampeón de Europa poco antes. 25 millones de pesetas costó el envite. No todos los clubes pueden presumir de que Maradona –el bueno- marcara un gol de falta vistiendo su camiseta y jugando con el nueve a su espalda (el 10 lo llevaba Hugo y el 8 Lalo). Tal vez nada más que por eso les mereció la pena. Diego Armando llegó a decir que “si se siguen portando con Lalo como hasta ahora, no me importaría volver a jugar con el Granada. De todos modos, volveré pronto”. Nunca volvió y su hermano se marchó al término de la temporada Avispa Fukuoka japonés. Últimamente participó en un Gran Hermano argentino.

 

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Gastón del Castillo, rodeado de periodistas en la zona mixta del Carranza tras su estreno

 

A Hugo Maradona le fue ligeramente mejor en Vallecas. El hermano menor de Diego, recién salido de la cantera de Argentinos Juniors, le acompañó al principio en su aventura italiana, pero no encontró acomodo ni en el Nápoles ni luego en el Ascoli, aunque llegó a enfrentarse a su hermano en un choque en Serie A. Así que, con 19 años, se convirtió en uno de los dos fichajes estrella del Rayo 88-89 –el otro fue Laurie Cunningham-, que buscaba subir a Primera. Felines confió en el jugador, que además respondió con goles y trabajo en el centro del campo. Seis goles coló en 35 partidos. El Rayo, además, redondeó un gran año subiendo a Primera como segundo clasificado. En la élite iba a ser otra cosa. Apenas tres goles (uno de ellos al Atlético en un espectacular 4-4 según las crónicas) y un puñado de actuaciones discretas que no aliviaron a un Rayo que descendió como colista. Tras prorrogar su carrera en equipos de Austria, Venezuela, Uruguay y –sobre todo- Japón se retiró sin haber podido nunca ni acercarse a la estela de su hermano mayor.

Apellidos que pueden pesar más que aportar. Compartida sangre pelotera que genera expectación y expectativas, a veces exageradas, pero que también –no nos engañemos- pueden proporcionar la oportunidad por la que muchos otros tal vez con más talento y menos pedigrí matarían.

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