La singular trayectoria del Nómada Sesúmaga, el primer español que le marcó a Italia

Hoy jugamos contra Italia. Lo de siempre. Eros contra Tánatos. El ansia de crear contra el catenaccio que impuso el funesto accidente de Superga. Cada uno tendrá un recuerdo de la azzurra. A algunos, los que ya tenemos alguna cana, aún se nos reproduce en pesadillas  la patachula de Salinas (y la de Abelardo, sobre la que nunca se escribe) en contraste con la triunfal oscilación de la coleta de Baggio. Otros, más jóvenes, pensarán simplemente en la frialdad elegante de Cesc a la hora de ejecutar un penalti o en los reflejos de Casillas al detenerlo. O en la exhibición de Kiev de la última final.

Pero ni yo ni usted que está leyendo esto vivió ni vio la primera vez que España se enfrentó a Italia. Ni los goles que hicieron que ganara. Fue en Amberes, en 1920. En una segunda fase que conduciría al equipo que inventó lo de la Furia a la medalla de plata. Para esos Juegos Olímpicos España creó la selección. Tal cual. Se puede decir, hilando muy finos, que –por mucho que luego pasara lo que pasara en el 24, 28, 34, 88, en el 94 y en muchas otras citas- nacimos para amargar a la azzurra.

Pues bien, el 2 de septiembre de 1920 España ganó en el Estadio Olímpico de Amberes, un campo que ya no existe. El once que dispuso Paco Bru: Zamora, Otero, Vallana, Artola, Sabino, Sancho, Sesúmaga, Moncho Gil, Pagaza, Pichichi y Silverio; el italiano: Campelli, Bruna, De Vecchi, Parodi, Meneghetti, De Nardo, De Marchi, Baloncieri, Brezzi, E. Badini y Marucco. Y los dos goles de aquel equipo al que no se le prestó demasiada atención en aquellos tiempos los coló (en los minutos 43’ y 72’ del encuentro) el mismo jugador: Félix Sesúmaga. Un futbolista con una historia singular.

Sesúmaga nació en Leioa en 1898. Era un poderoso interior diestro que se fue reconvirtiendo al puesto de delantero. Con 18 años firmó por el Arenas de Getxo y un año más tarde jugó su primera final de Copa (el torneo más prestigioso entonces en una España sin Liga) y la perdió ante el Madrid en segunda instancia en el campo de la Industria de Barcelona.  Dos años más tarde el Arenas volvió a la final, el rival era el Barcelona y Sesúmaga resultó decisivo porque, a pase de Pagaza, logró el empate que llevaba a la prórroga. En ese tiempo extra, otro gol de Sesúmaga inició la final goleada 5-2.

Los culés, ya poderosos, decidieron firmar a quien les había asesinado en ese partido y de azulgrana Sesúmaga consigue su segunda Copa al ganar 2-0 al Athletic en El Molinón. La prensa catalana es muy exigente con Sesúmaga. Tanto que después de su exhibición en Amberes (cuatro goles en cuatro partidos) el Mundo Deportivo ironizaba: “Sesúmaga, en Amberes, se ha hartado de hacer goals y, en cambio, en Barcelona, ni por esas. ¿Qué será?”.

A pesar de marcarle a Dinamarca, Suecia, Italia y Holanda en ese torneo, Sesúmaga deja el glamour de Barcelona por las minas asturianas. Se va a jugar al recién creado Racing de Sama de Langreo porque el presidente de ese club, director de una sucursal bancaria local, había nacido en el mismo pueblo que Sesúmaga y eran amigos.

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Su ficha era de nueve mil pesetas repartidas en doce pagas (un buen minero podía ganar, de media, unas 250 pesetas al mes) y en su contrato se especificaba que su función era ser jugador y entrenador, pero la Federación no le dejó competir en partidos oficiales. A pesar de disputar únicamente amistosos, fue convocado tres veces más con España (ante Bélgica, Portugal y Francia). En Sama se había inaugurado un campo llamado Torre de Reyes y con Sesúmaga en el banquillo el Racing conquista dos campeonatos consecutivos de Segunda Regional. Cuentan que “se llenaban calles, chigres, bares, fondas y casas de huéspedes, concentrándose en el campo miles de personas” para ver a aquel equipo que hoy ya no es sino parte de la historia de la Unión Popular de Langreo (sí, el equipo de Michu).

Pero Sesúmaga, a quien describen como un caballero del balón, se sentía aún jugador y tenía el gusanillo de vestirse de corto así que en el 22 se marchó al Athletic para ganarle al Europa una final de Copa en Las Corts.

Félix Sesúmaga, el hombre al que apodaron “el Nómada” por ganar tres Copas con tres equipos (como si eso fuera extraño ahora), contrajo una enfermedad grave en el 24 que le hizo pasar sus últimos meses en un sanatorio del Guadarrama sabiendo que, si sobrevivía, nunca más volvería a poder marcar goles. Tal vez saber eso mató del todo al español que marcó el primer gol a Italia.

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