El Córdoba está a punto. A punto en todas las acepciones de ese giro. Por un lado, le basta tan solo un empate para acceder a jugar por tercera vez en cinco años una promoción para subir a Primera. Por el otro, acaba la temporada a punto, es decir: puede llegar a las citas más importantes en un momento de forma óptimo que recuerda a aquel que le hiciera liderar durante semanas el cotarro.
No obstante, la empresa tiene sus dificultades. La primera, las ausencias. El descabellado desprecio con el que la Liga trata la Segunda -por otra parte, una categoría mucho más interesante que la Primera aunque de menos pedigrí- perjudica a los equipos que cuentan con jugadores internacionales. Razak, Eddy y Andone estarán defendiendo sus respectivos países de tres continentes diferentes mientras que sus compañeros se parten el alma por los intereses del equipo que les paga. Las inoportunas molestias musculares de Xisco le volverán a dejar fuera por segunda jornada consecutiva. Tampoco podrá jugar, pero por sanción, Domingo Cisma. Una baja importante porque el sevillano está en una segunda juventud últimamente.
Es precisamente el lateral zurdo que ha venido ocupando Cisma el puesto que más dudas ofrece a la hora de elaborar un once para este sábado. Atendiendo a la convocatoria, la primera opción sería la de Abel Moreno, si es que ya cuenta de nuevo como uno más. La otra podría ser cambiar de banda a Stankevicius para darle oportunidad al casi inédito Albert Dalmau. Partiendo del 4-4-1-1 que tan bien está funcionando con Markovic de enganche, los otros diez jugadores serán con casi total seguridad Falcón, Stankevicius, Rodas, Deivid; Luso, Caballero; Fidel, Pedro Ríos, Markovic y De Tomás o Pineda (ojo a la inclusión del canterano Moha Traoré en la convocatoria, porque podría ser la gran sorpresa).
Pero más allá del fútbol, la verdadera dureza de este tipo de partidos atañe a lo mental. El Córdoba lo tiene claro: con dejar la portería a cero le basta. Al Almería, su rival (al menos sobre el papel), no.
El conjunto rojiblanco es un ejemplo de cómo el dinero en Segunda es papel mojado si no se confía en las personas adecuadas. Una mala planificación unida a una desastrosa gestión desde la Directiva le han llevado a, contando con un equipazo, tenerse que jugar la vida en los últimos noventa minutos. Mirando la convocatoria, resulta difícil de explicar su coyuntura. Salvo Zongo y Fatau, Soriano –ahora entrenador y hasta hace unas semanas jugador- se ha llevado a toda la plantilla. Nombres como Casto, Ximo, Dubarbier, Pozo, Lolo Reyes, Quique, Chuli o Uche invitan, cuanto menos, a la prudencia. Parece que con el último de sus cinco entrenadores han encontrado un punto de complicidad que les faltó con Sergi, Carrillo, Rivera y Gorosito. Andan desesperados como tirano con pistolas. Obviamente, si juegan a ganar pueden ser muy peligrosos. Tácticamente no tienen un plan prefijado. Su forma de enfocar el partido, de hecho, puede ir fluctuando conforme se muevan otros marcadores.
Fundamental la calma, la paciencia y la mesura en el verde. Tanto como la desatada pasión desde la grada. Cuando no hace falta nada más que un punto, éste se puede lograr haciendo notar al rival que, lo máximo que a lo que puede aspirar es a lo mínimo que el local debe aspirar.
A punto. Un punto. Un puntazo. Jugar otra vez por subir, vivir la euforia antes de la euforia y luego que sea lo que el balón quiera. Que no nos quiten la ilusión. Que no nos roben el sueño antes de empezar a soñar.