Habló el miércoles Deivid Rodríguez –central del Córdoba, para aquellos que lo desconozcan- de su mala fortuna en los momentos decisivos de su carrera. Ya ha disputado cuatro eliminatorias por ascender. Nunca lo ha logrado. Ni en 2010 –con la Universidad de Las Palmas, eliminado por el Sant Andreu-, ni en 2011 –al Sevilla Atlético lo eliminó el Guadalajara-, ni vistiendo la camiseta de su último equipo, Las Palmas (eliminado en 2013 por el Almería y en 2014 por el Córdoba).
Dijo Deivid: «no sé si mirarlo como positivo o como que soy un gafe. Siempre he jugado el play off las dos veces que estuve en Segunda y éste sería el tercero, así que tiremos del refrán y esperemos que a la tercera vaya a la vencida«.

Para Deivid entrar en la recta final de una competición debe suponer una suerte de vaivén emocional difícil de sobrellevar tirando de recuerdos, pero ya pensó Cioran aquello de “¿Qué sería de nuestras tragedias si un insecto nos presentara las suyas?”. Y el insecto en esta historia podría ser el jugador del Norwich Sebastien Bassong. Es camerunés –internacional y central para más señas- y aunque no está en la recta final de su carrera –apenas 29 años- ya ha vivido casi todas las desgracias deportivas que un profesional de la materia pueda sufrir. Bassong no juega play-off, él es más de descender. Seis descensos lleva en diez años de carrera. Bajó con el Metz francés (dos veces), Newcastle, Wolverhampton y Norwich (dos veces con el descenso de este año). Todo un experto en caída libre. En justicia, hay que decir que Bassong ha conseguido ascender en tres oportunidades.

Otro que este año ha pasado, pero de puntillas, por la Premier es el ex cordobesista José Ángel Crespo. El loreño tiene mucho mejor currículum que Bassong, pero lleva una racha algo tormentosa en los últimos tres años. Desde 2014 ha estado implicado en cuatro descensos. A más de uno por temporada y en tres países distintos. En mayo de ese año 14 bajó con el Bologna a la Serie B. Tres meses después fue el último refuerzo veraniego (llegó cedido por la escuadra italiana) del Córdoba que regresaba a Primera y que protagonizó uno de esos descensos históricos que tanto castigan a una afición. En verano, a pesar de que había adquirido un compromiso con la casa blanquiverde por dos años más, Crespo se declaró en rebeldía para marcharse y fichar por otro equipo de la elite. Dicho y hecho, el Aston Villa pagó más de un millón de euros por hacerse con el lateral… y también bajó con estrépito. Pero el más difícil todavía llega ahora. Crespo escapa del equipo de Birmingham, donde apenas juega (un partido nada más), para firmar en invierno por el Rayo de Paco. La lesión de Rat y el aval de su experiencia en Primera aconsejan su fichaje. Cuando llega el sevillano al equipo franjirrojo el Rayo estaba salvado –jornada 26, aunque es cierto que igualado a puntos con el Granada, el primero que bajaría en ese momento-. De los nueve partidos que disputa Crespo con el Rayo, gana dos, empata uno y pierde seis. Y el Rayo baja. Es como la historia del Rey Midas, pero al revés.

Aún hay un caso peor, también vinculado con el Rayo. Ramón de Quintana bajó hasta siete veces en su larga carrera -1991-2008-. Cayó sucesivamente con Figueres, Osasuna, Rayo, Mérida, Rayo otra vez y Cádiz (dos veces). También hay entrenadores predispuestos al batacazo. Los más famosos, Lotina y Javier Clemente, que descendieron hasta cinco veces cada uno.
Pero claro, lo mismo que hay estrellados los hay con estrella. De todas, la que más brilla es la de Cristo. No es un tema religioso, tal es el nombre del futbolista de la Unión Deportiva Extremadura. Crístofer Medina Pajuelo, de 29 años, es conocido como “el ratón de Pueblonuevo” y lleva ya cinco ascensos en su zurrón. Todos, eso sí, de Tercera a Segunda B (con el Cerro de Reyes, Sporting Villanueva, Burgos, Mérida y el pasado fin de semana con el Extremadura). Al periódico Hoy le contó Cristo con sinceridad: “supongo que los clubes con los que subo ven que no tengo el nivel suficiente para poder jugar en Segunda B. Si no me quieren será porque no doy la talla para un club de superior categoría”. El caso es que, y razón no le falta, “me firmaron para ascender, he cumplido y ahora son ellos los que deciden”. Probablemente Cristo no juegue nunca en Primera. Ni en Segunda. Puede que ni en Segunda B. Pero puede que muchos profesionales de la pelota sientan algo de envidia cuando lean su última reflexión: “me hace feliz que el fútbol me premie todo el sacrificio que le doy”.

Fuentes:
http://www.elmundo.es/deportes/2016/05/12/57345aa122601dab768b45f6.html
http://www.hoy.es/deportes/futbol/liga-segunda-b/201606/02/cristo-ascensos-20160602001901-v.html