“I read the news today, oh, boy/ About a lucky man who made the grade/ And though the news was rather sad/ Well I just had to laugh/ I saw the photograph/ He blew his mind out in a car/ He didn’t notice that the lights had changed”.
Como en el comienzo de la psicodélica A day in the life de los Beatles, según lo que pase en Son Moix de este domingo podemos darnos cuenta de que nos hemos querido volar los sesos este año antes de que el semáforo cambiara de color. Ese rojo de hace dos telediarios más que alertar lo que hacía era despertar del sueño. Han bastado dos triunfos solventes para que la fase semafórica del cordobesismo sea la verde esperanza. Los resultados de los rivales en la carrera, por otra parte, han dejado a las claras que aunque las matemáticas nos digan que no dependemos de nuestros méritos, dependemos de nuestros méritos. Ganando en Mallorca y luego al Almería habrá promoción de ascenso a Primera. Un éxito, sin duda, por mucho que hayamos podido aspirar a algo más en distintas fases del año y ,por motivos que no vienen justo ahora al caso, lo perdiéramos.
Pero estas palabras están escritas un viernes y sin pasar por el tamiz de la objetividad. Lo del miércoles en Miranda fue precioso, pero puede convertirse en anécdota si el Córdoba no hace un partido perfecto en Palma. Porque precisará de mucha paciencia –otra vez- y de la misma solvencia defensiva para superar a los de Vázquez. Un equipo que en enero, a pesar de estar en zona de descenso, pagó por Óscar Díaz, por Lago Junior y que incorporó también a Salomao y Ortuño mirando al ascenso. Una institución que quiere asegurar su continuidad cuanto antes para subir pronto a Primera–lo dijo Vázquez en la previa: “queremos salvarnos para mirar por lo que el Córdoba está mirando ahora”-. El Mallorca ha sufrido por no ser capaces de marcar mucho y además encajaba goles absurdos, pero de un tiempo a esta parte ha mejorado –concretamente, desde el despido de Ferrer, que hizo un trabajo singular mientras estuvo al frente-. No jugará Wellenreuther– ojo: portero que el año pasado jugaba con el Schalke la Champions-, pero lo hará Cabrero, muy experimentado en Segunda. Los otros diez que salten de inicio serán, probablemente, Company, Yuste, Aveldaño, Oriol, Damiá, Sissoko, Lago Junior, Salomao, Pereira y Ortuño. Hombre por hombre, equipazo. Son Moix se llenará después de que los mecenas del club balear Sarver y Molango hayan regalado entradas y hasta organizado una fiesta para los prolegómenos. No obstante, no se prevé que el ambiente sea infernal (benditas pistas de atletismo).
Oltra dirigió al Mallorca el año pasado. Lo conoce bien. También sabe mucho del equipo de su ciudad Xisco Jiménez, que no podrá jugar por unas inoportunas molestias en el aductor. Otros han salido renqueantes de una semana tan exigente (caso de Caballero, Eddy o Nando), por eso viajan 19 futbolistas a las Islas. El once es una incógnita distinta a la del miércoles pasado. Si entonces las carencias obligaban a improvisar (y le salió perfecto al técnico) esta vez son los que vuelven los que pueden condicionar tanto el sistema como la alineación. ¿Repetirá, a pesar de ser el rival muy distinto, el 4-5-1 que tan bien le funcionó en Miranda con Víctor Pérez de organizador, Markovic de enganche y Andone de único punta? ¿Mantendrá el 4-4-2 devolviéndole el centro del campo a Caballero junto a Luso? ¿Devolverá –esto parece evidente- a Rodas y Deivid a la zaga a pesar del buen partido de Gálvez en Anduva? Muchas dudas que hasta el domingo a las siete menos cuarto no se sabrán.
El domingo a las diez de la noche habrá pasado un día de la vida. No uno cualquiera, uno en el que habremos paladeado lo mismo que sentimos en 2014 después de visitar el Colombino. Aquella tarde todos suspiramos inquietos (luego ya saben lo que pasó). Quedará otro partido después de lo de Son Moix, pero no será el mismo día de esta vida completa en unos pocos días que no olvidaremos.