Nuevos y vergonzosos rumores sobre amaños en el fútbol español. Se dice que el gol que marca un gol un jugador del Marchamalo (Tercera División) llamado Mario al filial del Toledo estaba pactado. Lo cierto es que si uno ve cómo consigue marcar, la desidia –por momentos cómica– de los defensores es evidente e irritante incluso para espectadores neutrales.
Pues bien, hubo una vez que la lógica del fútbol se invirtió por completo, aunque fuera por el muy lícito motivo de seguir adelante en una competición.
Sucedió en 1994 en la Copa del Caribe (Copa Shell se llamaba). Las reglas del torneo eran sumamente extrañas. Los partidos no podían terminar en empate y si uno de los equipos marcaba en la prórroga, el gol valía doble (una especie de gol de platino).
Pues bien, en el grupo A de la primera fase de ese campeonato estaban Puerto Rico, Granada y Barbados. Puerto Rico le había ganado a Barbados 0-1, pero había perdido 2-0 contra Granada. En la última jornada se la jugaban Barbados y Granada en el Estadio Nacional de Saint Michael (que está en Barbados). A la recta final del partido llegó ganando Barbados 2-1, un resultado que resultaba insuficiente para sus pretensiones. Entonces empezó la locura.
Los locales, conscientes de que un autogol enviaba el partido a una prórroga que les permitiría alargar sus opciones treinta minutos más, empezaron a tontear con la pelota hasta que en el minuto 87 el defensa Sealy y el portero Stoute protagonizaron un paripé tremendo que terminó con un flagrante autogol intencionado.
Entonces, Granada se dio cuenta de la estrategia y recapacitó: un gol en cualquiera de las dos porterías les clasificaba. Así, ni cortos ni perezosos, comenzaron a atacar hacia ambas porterías –la propia y la ajena- con denuedo durante el tiempo que quedaba de partido. ¿Cómo consiguieron defender los de Barbados dos arcos? Resulta complicado de asumir y no hay imágenes que lo demuestren, pero tuvo que ser un esfuerzo titánico. Lo consiguieron, en cualquier caso.
El partido llegó así a la prórroga y un nuevo gol –esta vez absolutamente normal- de Barbados les llevó por ese estrambótico gol de Platino que valía doble a la siguiente ronda (de la que no pasaron, por cierto). El entonces seleccionador de Granada contó que quien inventó esas reglas debería “entrar en el manicomio. Nuestros jugadores no sabían ni en qué dirección correr. Se supone que el fútbol se creó para ganar al rival marcando en su portería, no en la propia”.
Una historia que parece de fútbol ficción, pero que es absolutamente real. Y en la que, al menos, no había pasta de por medio para fingir.