17 de marzo, día de San Patricio. Festividad de la Isla Esmeralda en la que es casi obligado en todo el mundo vestirse con alguna prenda verde y engullir Guinness como si no hubiera un mañana. En un día como hoy, el temazo de la semana tenía que hacerle un guiño a Eire y, por eso, hablamos de The Chieftains, uno de los grupos irlandeses más señeros –una tierra de buenos artistas por otra parte: U2, The Cranberries, The Corrs…-.
The Chieftains fue fundada en los 60 entre unos cuantos músicos folk que se solían dar cita por los pubs de Temple Bar, la calle más animada de Dublín. A golpe de gaita, bodhrán (tambor irlandés), violín y tin whistle (flauta irlandesa) fueron sobresaliendo en el panorama de aquel país y exportando sus canciones con éxito a todo el mundo.
En 2010 lanzaron un álbum llamado San Patricio en colaboración Ry Cooder y muchos otros artistas, en el que rindieron homenaje a un Batallón que, con dicho nombre, participó en la guerra entre Estados Unidos y México entre 1846 y 1848. Durante esos años, ambas naciones se disputaban Texas y California –más bien los norteamericanos se las quisieron quitar por la cara a los mexicanos– y un batallón de irlandeses decidió desertar del ejército yanqui y unirse al enemigo por motivos principalmente religiosos (su catolicismo frente al protestantismo de sus generales). Finalmente, tras combatir en las célebres batallas de Monterrey y Angostura, a los integrantes del Batallón de San Patricio –que llevaban por estandarte una bandera verde con la efigie del santo y el eslogan Erin Go Bragh (Irlanda por siempre)- tuvieron un trágico destino. Tras la victoria estadounidense, los que no llegaron a participar en batalla fueron marcados con un hierro al rojo vivo en el rostro con la letra “D” de desertores y el resto, ahorcados o fusilados mientras veían el alzamiento de la bandera enemiga en la tierra que acababan de perder.
Pues a esos rebeldes les dedicaron The Chieftains este March to Battle cuya letra –la pueden leer en el video que enlazo subtitulada- no deja ningún lugar a dudas.
Que disfruten de los acordes galaicos de la misteriosa Isla del Trébol y que, si salen a tomarse unas pintas, beban con moderación irlandesa (oops).