Magdaleno, el «Tronquito» goleador

Isidoro San José fue muy claro durante un programa en es.radio: “Magdaleno no jugó en el Madrid porque delante de él estaba Carlos Santillana”. Esta semana ha cumplido 100 años el Mallorca. Tal vez el madrileño Enrique Magdaleno Díaz no haya sido el mejor embajador de su historia o su futbolista de mayor capacidad técnica. Pero se ganó la vida llevando a cuestas el apelativo de “Tronquito”. Y eso le convierte en mítico.

Llamar “tronco” a un pelotero no es un piropo. Suele aludir a la escasa movilidad, corpulencia y falta de calidad con el balón en los pies. Magdaleno siempre supo lo que fue y explotó sus virtudes hasta el paroxismo. Tanto, que confesó a El País en el 86: “Nuestro oficio es peligroso, pero tremendamente seductor. Solamente el que ha marcado un gol en un estadio lleno de espectadores conoce la satisfacción de correr hacia cualquier parte con esas tres letras de la palabra gol llenándote la boca«. ¿Palabra de Galeano? No. De Magdaleno.

Magdaleno Don Balón
Póster de Magdaleno publicado en Don Balón

 

El Tronquito se crio en la cantera del Madrid. De su paso por la casa blanca le contó al Diario AS en 2012: “Una vez metí seis goles con el Castilla. El lunes me invitó Miguel Ors a Prado del Rey. Me puse mi mejor camisa, mi mejor jersey, y me entrevistó. Al día siguiente me llamó Miguel Malbo a su despacho. Yo tan contento, pensando que me iban a dar la condecorada o yo qué sé… Toqué a la puerta, entré allí, y me dijo: “Que sea la última vez que un jugador del Madrid sale en televisión sin corbata. Puede irse” ”.

Tras completar una pretemporada con Miljanic, la llegada de Cunningham le hace salir cedido al Levante primero y al Burgos después, donde queda máximo goleador de Segunda en la 80-81 (coló 17 goles). Entonces lo ficha el Sevilla y se consolida lo de Tronquito. Él explica que en parte es por la expresión coloquial madrileña (y muy ochentera, por cierto) de “tronco”, pero reconoce igualmente que su forma de jugar al fútbol y la guasa sevillana también influyeron. Su melena ensortijada de rockero y la inmortal voz de José María García, a quien le gustaba citarle por su nombre de guerra y su apellido, hicieron el resto.

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Se tira cuatro temporadas en Sevilla desiguales. Miguel Muñoz y Cardo le hacen titular y responde en la primera campaña (11 dianas), pero no tanto en la segunda (7). En todo caso, aquel Sevilla compite bien y se mete en UEFA los dos años (81-82 y 82-83). También en Europa mojó Magdaleno, ante Levski, PAOK y Sporting de Portugal.

Ya con 30 años recibe una buena oferta de Palma. El Mallorca está en Segunda y necesita un ariete de garantías para retornar a la élite. Era el año 85-86 y el equipo empieza fatal, tanto que el técnico Benito Joanet es despedido en la octava jornada. Toma las riendas entonces un joven apenas dos años mayor que Magdaleno llamado Llorenç Serra Ferrer. Y con el poblense todo cambia para el equipo y para el Tronquito. Hasta esa fecha el Mallorca estaba en la cola y Magdaleno no había marcado. A partir de entonces, el equipo balear apenas perdió seis partidos y el delantero metió 20 goles (incluyendo un hat-trick al Sestao). Sus compañeros de delantera, ojo, no eran mancos: el no menos mítico Paquete Higuera y el marroquín Hassan Fadil. Cubriéndoles las espaldas Bernal y Orejuela.

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El Mallorca asciende y sigue imparable. Se forja ahí uno de los grandes grupos que se vieron en el Lluìs Sitjar. A los ya nombrados se suma el cancerbero mundialista Zaki Badou y en el banquillo empieza a despuntar un joven central llamado Miquel Ángel Nadal. Los bermellones terminan sextos después de la absurda campaña de los play-off que Irigoyen se inventó para que se salvara su Cádiz. Magdaleno mete 19 goles. Es el máximo goleador nacional y únicamente le superan dos leyendas como Hugo Sánchez y Lineker. Ese año 86-87 el Mallorca vence en casa por primera vez al Madrid en 25 años. 1-0 en un día lluvioso, con gol de Magdaleno a su excompañero en el Sevilla Buyo.

Pero la felicidad se terminó en la isla en la 87-88. El Mallorca desciende y Magdaleno regresa al Burgos, que está en Segunda tras mutar de nombre, para sus últimos coletazos como profesional a cambio de unos quince millones de pesetas. Tiene 32 años, pero el cuerpo le pide marcha. Y no defrauda a la afición de El Plantío. En la 88-89 mete 7 goles y en la 89-90, formando ataque con Juric y Manolo Peña, alcanza los diez. Esa campaña su concurso ayuda al conjunto burgalés entrenado por Naya a quedar campeón. Era un equipo, por cierto, con base en el Velez Mostar de Sarajevo (de ese equipo provenían tres de sus mejores jugadores: Karabeg, Barbaric y Juric) y cuyo mejor aval era la defensa con el portero Bastón y los centrales Ribera y Tocornal. Aquel ascenso fue la última gran hazaña de Magdaleno.

Cuando estaba terminando su carrera y empezaba a hacer balance, a Magdaleno no le disgustaba su mote: «cada jugador tiene sus características. Lo mío es hacer goles y lo haré hasta que el cuerpo aguante. Lo importante es marcar en cada partido”. Palabra de tronco.

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