Un clásico para esta semana. The Doors compusieron esta canción mientras realizaban actuaciones en un club de Los Angeles llamado «Whisky a Go Go». El motivo de lo anormalmente largo de «The end» (10 minutos) es que debían completar dos sesiones durante la noche y necesitaban rellenar, así que este «final» que iba a ser una breve despedida a una chica se transformó en un himno impactante en el que experimentaron con todo tipo de sonidos y requiebros. Es casi un popurrí de improvisaciones.
Ese final al que alude la canción se deduce que es la muerte, aunque también alude de pasada a los padres de Jim Morrison -con referencias edípicas hacia su madre y fratricidas hacia su padre-. Morrison sólo acertó a explicar sobre la canción que «podría ser casi todo lo que quisieras que sea».
Una exagerada y ácida (en el sentido lisérgico del término) versión del tema en el «Whisky a Go Go» provocó que les despidieran del garito. Ese mismo año el dueño de Elektra Records, asiduo del club, les ofreció su primer contrato para producirles un disco (llamado «The doors», y cuya última canción -naturalmente- fue este «The End»).
Con Robby Krieger tocando la guitarra como un sitar, Ray Manzarek al teclado y la desgarradora voz de barítono de Morrison, el tema se convirtió en un clásico de la psicodelia épica.
Se cree -esto se adentra bastante en la leyenda- que esta canción fue la última que escuchó Morrison el 3 de julio de 1971 antes de dejar este mundo en su apartamento de Le Marais de París. Lo más probable es que ya hubiera fallecido de sobredosis de heroína en el baño del club Rock and Roll Circus y sus compinches de correrías llevaran su cuerpo hasta su piso, pero la otra versión es más acorde con sus mito.
Escuchad «The end» y no olvidéis el epitafio de la tumba de Morrison en el cementerio de Pere-Lachaise: «ΚΑΤΑ ΤΟΝ ΔΑΙΜΟΝΑ ΕΑΥΤΟΥ», que traducido del griego significa «fiel a su propio espíritu» (o «de acuerdo con su propio demonio»).