Pinturero, el torero paracaidista

Su apodo artístico tenía doble lectura. Pinturero fue por apuesto y gracioso, y pinturero fue también por el nombre de un pájaro grácil y menudo que abunda en su tierra natal, Galicia. Luis Ríos nació en Lugo en plena posguerra. Eran malos tiempos. Hambre y frío. Muchas horas para soñar y poca libertad para pensar. Ríos era más de soñar. De volar soñando en su modesta casa en la ronda de la Muralla lucense. Tenía unos profundos ojos negros, el pecho hundido y un caminar encorvado. La antítesis del estereotipo de lo que aspiraba a ser: torero.

Todo estaba inventado a esas alturas en la profesión a la que postulaba. Era la época del revolucionario y controvertido Manuel Benítez y sus tremendismos. Ríos pensó en cómo podía sublimar el género y, como le gustaba soñar y volar, se vio convertido en una suerte de Ícaro de luces. En un Barón de Münchausen con estoque. Y le salieron alas y voló.

El diestro volador, El Pinturero
El diestro volador, El Pinturero

Apenas cumplió la mayoría de edad ingresó voluntario en la Escuela de Paracaidistas de Alcantarilla y fue un alumno disciplinado. Allí aprendió a surcar los cielos a merced de los vientos el Pinturero. Y llegó a ser incluso instructor civil en Cuatro Vientos.

Ya estaba listo. Únicamente necesitaba un empresario que arriesgara (y, naturalmente, un pájaro de metal y un paracaídas). El 20 de agosto de 1965, vestido con el traje de luces y con su medalla de la Macarena al cuello, recibió su particular alternativa aerotransportada en el coso de Getafe. La cosa no le fue del todo bien. Los caprichos de Eolo le desviaron dos kilómetros de su destino y se posó en mitad de un descampado. Naturalmente, toda la muchachada de ese pueblo en pleno desarrollo persiguió al matador en su camino hacia la Plaza. Brillaba su traje mientras, como diría aquél, mantenía impasible el adalid (por cierto, y aunque quien les escribe no entiende mucho o nada de la materia, en las imágenes se comprueba que durante su lidia el toro le derribó hasta diez veces antes de que terminara con su vida, con lo que como torero tenía más arrojo que arte).

Pero Pinturero estaba decidido a ser alguien en su mundo. Sirviendo cafés en Salamanca, dándole capotazos a su realidad, conoció a un colombiano llamado Roger Alean Madrid. Ríos le confesó su sueño de ser el primer torero-paracaidista del mundo. Su nuevo compadre, que  también era aficionado, le auguró un éxito rotundo en su tierra, concretamente en Cartagena de Indias.

Cartel de la plaza de toros de Lugo en cuya terna se encuentra El Pinturero
Cartel de la plaza de toros de Lugo en cuya terna se encuentra El Pinturero

Así que, como quiera que su arte no parecía tener acomodo en Europa después de lo sucedido en Getafe, el gallego no se lo pensó dos veces y se embarcó en un mercante como polizón rumbo a América. Tras un penoso viaje con escalas en Ecuador y Venezuela, por fin llegó hasta su particular El Dorado. “Un lugar para despegar”, debió pensar.

Se presentó ante los empresarios de la plaza local de Cartagena –llamada La Serrezuela y hoy en ruinas- y les contó su número. Ellos, maravillados, apenas tuvieron tiempo para montar una corrida a mayor gloria de Pinturero. Acordaron que el torero volador iba a cobrar unos 3.500 pesos colombianos (unos trescientos euros actuales) por una única actuación. A Ríos con que le dejaran saltar y torear le bastaba.

El 18 de diciembre de 1966, domingo, Pinturero ascendió 2.000 metros sentado en una avioneta. Se encomendó a sus santos, besó su medallita de la Macarena y se lanzó al cielo tropical. En la plaza, en una corrida que había sido anunciada como familiar, le aguardaba una media entrada de aficionados impacientes por verle descender.

Para no fallar, y como único extra en su atuendo de matador si excluimos el imprescindible paracaídas, se había calzado unas botas de hierro que le harían descender con más precisión sobre su objetivo.

Se encontraba ya el gallego a cuatrocientos metros cuando accionó el mecanismo de sus alas artificiales. Éste funcionó y desde la plaza ya podían seguir con expectación e ilusión cómo iba descendiendo su torero con mucha velocidad. Demasiada. Y con el mismo ímpetu de su descenso, un inoportuno viento del noroeste le iba alejando de su destino.

«La muerte del Pinturero» , cuadro de Enrique Grau

‘Carallo, otra vez’, debió pensar el Pinturero cuando comprobó que su coso y  su sueño se iban alejando ante su impotencia. Lo peor fue que si Getafe está en mitad de la meseta castellana, Cartagena besa el mar y lo arropa, y el destino del torero iba a ser ese Caribe bravo.

Ríos amerizó violentamente y trató de zafarse, sin saber nadar y sin salvavidas (lo había rehusado), con furia de su paracaídas y de sus propias botas –las que realmente sellaron su suerte-. Y en esa playa de Cartagena, a pesar de que fueron muchos los voluntarios que se acercaron al lugar para auxiliarle, encontró el intrépido torero volador su fin.

Dieciséis años pasó su cuerpo en Colombia hasta que fue repatriado a Galicia, pero la historia de Pinturero dejó huella. Un poeta local, Gonzalo Arango, le inmortalizó en su poema “Réquiem por un ye-ye”, que termina así: “Una voz pidió un minuto de silencio/ por la suerte del héroe. Y otra respondió: / “Nada de silencio; la plata o el torero, / queremos al Pinturero, / vivo o muerto”. Y todos gritaron: / “¡Bravo! ¡Bravo! y Olé””. También un pintor llamado Enrique Grau le dedicó un lienzo a Pinturero. En él, dos querubines le auxilian en su vuelo para que pueda cumplir su reto. Los dos que no tuvo el pobre torero aquel domingo.

Esta es la historia de un hombre que quiso buscar la fama y al que la fama le ahogó sin haber llamado casi a su puerta. Es el cuento de un aventurero que se puso a merced de los vientos para soñar  y estos, aunque fuera pagando un alto precio, le llevaron hasta la eternidad. Pinturero siempre será el primer, único y último torero-paracaidista. Ahí tiene su gloria.

Fuentes:

http://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1966

http://fnpi.org/periodismoyliteratura2014/cronicas/el-pinturero-de-plomo-o-la-muerte-de-un-torero-paracaidista/

http://www.lavozdegalicia.es/lugo/2008/11/21/0003_7332170.htm

http://www.nuestrojaen.com/index.php/5966noticia-5966

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