Artículo de opinión en @abccordoba : Un rey birmano

Un rey birmano

El Córdoba firma otro partido indigno y su técnico demanda unidad ante el final

Según la miscelánea de Schott, el rey Birmano Nandabayin se murió de risa en 1559 cuando le dijeron que Venecia era un estado libre sin rey. Me figuro a este caballero encarnado en la actualidad en aficionado al fútbol rodeado de elefantes con montaduras de oro. Y paseando ayer por Granada, asfixiado y con un sirviente secándole con un pañuelo de fina seda las gotas de sudor cayéndole por el rostro. Y me imagino que los oriundos le hablaran de que en Córdoba juega ahora mismo un equipo de fútbol. De Primera.  

Un solitario aficionado del Córdoba espera la salida de sus jugadores
Un solitario aficionado del Córdoba espera la salida de sus jugadores

Ahora vuelvo al Rey. A ver. El Córdoba C.F. lleva sin ganar dieciocho partidos, parece cosa grave. Aun así, tiene un Consejo que entiende prioritario espiar las opiniones de sus abonados –a los que obliga a pagar para ver bajar a su equipo- para castigarles severamente antes que poner coto a los desmanes deportivos e institucionales que asolan el presente y amenazan el futuro. Al Córdoba lo dirige un entrenador que, con la que está cayendo, pide unidad entre afición y plantilla. Una plantilla en la que militan un riojano que ayer se quita de en medio a los treinta minutos frente a su ex equipo y un argentino, simplemente, sinvergüenza (la Academia así lo define: Que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades). ¿Unidad?

Regreso a Birmania. Me imagino al rey Nandabayin dejando aparcado ayer su paquidermo en doble fila (a ver qué guripa tiene un par para multarle) y entrando a Los Cármenes para ver un partido de Primera. Y comprobando como, en realidad, es uno solo de los contendientes el que hace por jugar.

Movido por la curiosidad, mira a su alrededor y quiere informarse. Ve a un joven vestido con la camiseta del equipo que no hace por correr en mitad de la marea enemiga y le pregunta: “¿Por qué?” Él, sin más compañía que la de su recuerdo, le responde: “Porque ya no sé hacer otra cosa que estar aquí”. Y el Nandabayin de 2015 en lugar de risa muere de pena.

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