Me puso sobre la pista mi amigo Javi Jiménez. “¿Te acuerdas de aquel portero italiano que jugaba en la Lazio? ¿Ballotta? Pues sigue en activo”. No podía ser. Debía tener casi cincuenta años. Pero sí. Y no casi. Con medio siglo –nació el 3 de abril del 64 en un pueblo de la Emilia-Romaña- sigue vistiéndose de corto cada fin de semana en un equipo. Lo hace en el Calcara Samoggia, conjunto de una ciudad dormitorio de Bolonia que actualmente ocupa el segundo puesto en lo que vendría a ser la octava categoría del fútbol italiano .

Lo más particular de este asunto es que Ballota ha cambiado su vocación. Ya no se preocupa de evitar que se metan goles, sino de meterlos. Ahora el señor Ballotta –repito: diez lustros a sus espaldas- es el ariete de su modesto conjunto. No cobra nada por sus servicios. Lo hace por placer, como recalcó nada más llegar: “disfruto jugando al fútbol. Es muy interesante la experiencia de pasar de portero a delantero”. Venía de haber ganado dos Recopas –una con el Parma y otra con la Lazio- y de batir el récord de longevidad en la Champions, jugando un partido en el Bernabéu con más de 43 tacos.
Nunca destacó por nada en particular, pero siempre fue muy regular. No protestó cuando fue suplente –escribió Nabokov que el trabajo de portero es como el de un mártir- y siempre fue capaz de mantener su cabeza y su cuerpo a punto para cuando se le demandara intervenir.
Vio también el brillante calvo la parte más oscura del futbol cuando fue Director General del Módena –club donde es un ídolo porque ascendió con él a la serie B, encajando nueve goles en 34 partidos, otro récord- y tuvo serias disputas con su presidente. Acabó asqueado.
Por todas estas circunstancias, tal vez Ballotta haya ido conservando entre naftalina su espíritu anotador. Otro amigo, Arturo García, tiene la teoría de que los porteros son los mejores delanteros que hay estando parados porque se tiran toda la vida calentándose entre ellos y eso son muchos tiros.

Debutó en el 81. Estamos en 2015. En su año de estreno en el Calcara anotó 24 goles en 37 partidos. El Mono Burgos contó una vez: “fíjense si los porteros son distintos de los demás, que hasta vestimos de manera diferente”. El nonno Ballotta se ha cambiado de camiseta, le sigue brillando la calva y seguro que sonríe de manera especial, como con morbo, cuando siente que un disparo de sus quincuagenarias piernas supera a algún ex colega.