La foto que ilustra este post la hice esta misma mañana de lunes en la Plaza de las Tendillas. En ella se puede ver una fila que serpentea de los conocidos como “Yayoflautas” que realizan su procesión profana esta vez en protesta por las tropelías de banqueros y políticos (o de ambos en comandita).
Al entrar en la calle Gondomar –momento que recoge la instantánea- los itinerantes contestatarios se toparon con una mesa de recogida de firmas en contra de los recortes públicos. En un instante, el caballero que repartía panfletos para aunar adhesiones se dirigió a alguno de los yayos con la idea de que detener al colectivo para que todos estamparan su compromiso por escrito. No se detuvieron, se excusaron, y continuaron su silente caminar.
Es la protesta sobre la protesta. Como la campana sobre la campana del villancico. Vivimos en una sociedad con la esperanza desplumada y en la que prácticamente no quedan asideros a los que agarrarse para mirar al futuro con optimismo.
Mientras el mundo de la política se emperra en el “y tú más” o “y tú peor” los principales medios de comunicación se alían –no les queda otra- con el banquero a veces de maneras tan infamantes como el 27 de enero con el Santander.
¿Qué nos queda a los que en teoría nos resta vida por vivir? Mirar el pasear de los yayoflautas, pensar en que ellos no luchan por su futuro sino por el de su prole y aprender con la frase con la que ellos hacen fuerte su moral: “Jóvenes éramos, luchando seguimos”. Así, tal cual.
Toni Cruz 