El primer hincha de la historia

Juan Villoro dedica su primer recopilatorio de su Balón dividido al también escritor Juan Carlos Onetti. Onetti era uruguayo y de Nacional. Y durante un tiempo fue feliz vendiendo entradas de fútbol en Montevideo. Allí iba a crearse “una sensibilidad de masas”. Allí, justo allí y en ese club tricolor, nació el primer hincha de la historia.

Contaba Víctor Hugo Morales, y Villoro también lo recoge en su libro, que el término “hincha” surgió en Uruguay para describir a los chicos que inflaban pelotas al borde del campo. No fue del todo concreto el genial locutor. El primer hincha no fue un chico, sino un señor bigotudo y fortachón con nombres y apellidos: Don Prudencio Miguel Reyes.

Prudencio Miguel Reyes
Este señor tan serio fue Don Prudencio Miguel Reyes, el primer hincha de la historia

 

Prudencio Miguelito Reyes era conocido como el Gordo Reyes. Era talabartero de oficio (lo que aquí se conoce como utilero). En el Parque Central, cancha del Nacional, se dedicaba a preparar y a hinchar las pesadas pelotas de cuero a golpe de pulmón. En aquella época –primeros años del siglo XX- no existían infladores y el esfuerzo y el consecuente sonido que provocaba Reyes en su empleo debían ser proverbiales.

Pero a Prudencio no le bastaba con inflar las pelotas de fútbol. Por aquellos tiempos, a un partido este deporte se asistía con la misma templanza con la que se asiste a una partida de bridge o de petanca. Los aficionados no sentían pasiones –ni bajas ni altas– y apenas expresaban su euforia con tímidos aplausos cuando alguno de los contendientes anotaba un gol. Prudencio no percibía así el juego.

Cuentan que, a diferencia del resto de los pasivos espectadores, Prudencio vivía los partidos de su Nacional paseando por la vida como si le fuera la vida en cada uno de ellos. Sus pulmones, bien ejercitados por su cometido diario, se hinchaban y se deshinchaban al grito de “!!arriba Nacional, vamos arriba Nacional¡¡”. El público, estupefacto al principio, se fue interesando por saber quién era ese caballero tan chillón. “¿Quién es ese que grita”, se preguntaban. “Es el hincha. El hincha pelotas de Nacional” (entiéndase esas pelotas en un sentido real y figurado).

bandera nacional

El entusiasmo de Prudencio se contagió poco a poco al resto de la grada, a los que ya se los conoció genéricamente como «hinchas», contribuyendo decisivamente a hacer más humano y más animal; más vivo y más divertido el espectáculo del balón.

Ahora (casi) nadie entiende el fútbol sin pasión. Galeano escribió que “jugar sin hinchada es como bailar sin música”, pero más de cien años después, Javier Tebas y otros de su cuerda quieren matar el concepto “hincha” y volver a hacer del fútbol una ópera… pero eso es otra historia. Lo más valioso, como cuenta Villoro, es que el Gordo Reyes “comenzó a gritar cuando Uruguay dominaba el fútbol mundial, pero siguió gritando en la derrota, comprobando que la devoción (la verdadera, eso lo apunto yo) se alimenta de sí misma”.

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