En el fútbol que conocimos los cuarentones como yo había muchos jugadores como Sabas. Ya quedan menos. Aquí tuvimos a Quero, por ejemplo. Extremos eléctricos, explosivos y que tal vez no dieran para noventa minutos a pleno rendimiento, pero sí que resultaban determinantes en partidos espesos o ante rivales encerrados. Sabas era el dorsal 14, 15 o 16; uno de los mejores revulsivos del fútbol español durante una década. Cuando salía al campo, según le contó a Antonio Ruiz en una entrevista: “intenté luchar al máximo por quitarme la etiqueta, pero cuando no pude y vi que me habían encasillado me firmaban para seguir siendo un solucionador desde el banquillo”.

Los dos únicos equipos en los que Sabas fue titular indiscutible -sin contar sus inicios en el Rayo Fátima y sus pachangas en Tartaquemada– fueron el Pegaso de Tres Cantos en Segunda B -21 goles coló en 37 encuentros durantes la mejor temporada (88-89) del equipo camionero de su historia, quedando noveno por encima del Córdoba- y el Rayo Vallecano en Segunda en la siguiente. Se quedó en Vallecas precisamente para acompañar a su madre y para ayudar en casa porque su padre, que era taxista, acababa de fallecer. Sabas, de hecho, también condujo ese taxi que era el sustento familiar mientras goleaba en el Pegaso. En la calle del Payaso Fofó se gana el apodo de “Vaquerito”. Se lo puso el legendario Gaspar Rosety: “Ahí va, Juanito Sabas, el vaquerito más rápido del Oeste vallecano”, dijo durante una retransmisión.
Llegó al Atlético en la 90-91 con Peiró como entrenador… y Peiró no sobrevivió a la pretemporada. Con Tomislav Ivic, el primero de los muchos técnicos que tuvo como rojiblanco, tuvo sus más y sus menos precisamente por el cariño que el singular Jesús Gil le profesaba. Sabas es atlético “inculcado por mi padre y porque mi primer recuerdo en el fútbol es subir las escaleras del Calderón y ver ese césped tan bien cuidado”. Fueron cuatro temporadas y las dos primeras participó en las Copas que ganaron en el Bernabéu al Mallorca (1-0) y al propio Real Madrid (0-2).
Al cuarto año Sabas se marchó al Real Betis porque prefirió el calor de Sevilla al frío de Valladolid (su otra opción profesional). En el Villamarín coincide con peloteros como Jarni, Alfonso, Pier, Finidi… y logra otra participar en otra final de Copa (ante el Barcelona, que perdió 3-2). Ya en el ocaso de su carrera se marcha al Mérida a petición de D’Alessandro. Dos temporadas y un descenso más tarde pasa al Albacete y termina sus días en activo en la Balona -jugó dos partidos nada más a las órdenes de Felines, coló un gol y recordó lo que es tener que cuidar de tus propias botas- y ya por último el Hércules, Ciudad de Murcia (con el que subió a Segunda B en 2001) y el propio Ciudad de Pegaso en 2002.
Como entrenador se curtió en la cantera del Atlético hasta convertirse en el segundo de Abel Resino en el propio Atlético, Ciudad de Murcia, Levante y Valladolid. Empezó de primer técnico en el Sanse en Tercera, llevándolo a un play-off de ascenso a Segunda B.

Después de tres años sin encontrar acomodo en ningún banquillo (“se me cerraban todas las puertas”), su gran éxito hasta la fecha le llegó en Almendralejo. Tomó las riendas de un Extremadura casi desahuciado – con dos entrenadores ya despedidos, penúltimo y a siete puntos de la permanencia-y lo dejó siete puntos por encima del descenso.
Sabas renueva, se construye un equipo para ascender a Segunda… y le echan: “el Secretario Técnico y el presidente me echaron porque no tenían confianza en mi persona y me decían que yo no confiaba en el proyecto”. La paradoja es que varios meses después los mismos que le echaron le vuelven a llamar a dos partidos para el final de la temporada regular para relevar a un merengue como Martín Vázquez. Tenía una espina clavada y se la quitó con creces. Con Sabas como revulsivo el Extremadura vence en las dos jornadas que faltaban y supera en los cruces primero al Fabril Deportivo -con un incompresible autogol de su meta Dani Cobo incluido en el último suspiro-, al Mirandés a pesar de caer en la ida 0-1 y por último al Cartagena por un solitario gol de Pardo. En ese Extremadura estaban dos jugadores los hoy cordobesistas Valverde y Willy. La dirección deportiva almendralejense le mantiene en su cargo en Segunda durante trece partidos de los que apenas gana dos.
De Sabas dicen quienes le han tratado que es, ante todo, buena persona. Que no es machista aunque una vez le pillaran en un renuncio en una rueda de prensa diciendo en tono jocoso que «eso es lo que hacen las becarias: ponerse debajo de las mesas«. Que tiene carácter, sí, como demostró haciendo una peineta a la grada de El Arcángel tras ser expulsado en el intenso 4-2 de noviembre de 2018 (lo que le obligó a redactar una disculpa pública en Facebook). Que su forma preferida para alinear a sus jugadores no está todavía muy bien definida (aunque el técnico que más le marcara fuera Luis Aragonés) y que apela sobre todo al factor revulsivo que tan bien le fue como futbolista. Que -y esto lo dicen algunos que han sido sus jugadores- “sabe cómo sacar lo mejor de ti, crea muy buen rollo”.
Él mismo le explicó a Antonio Ruiz lo que es trabajar como técnico en Segunda B: “Es muy diferente manejar vestuarios con los Reyes, Kun Agüero o Forlán a meterte en un vestuario en el que puede haber gente que trabaja (eso no le pasará en el Córdoba). Mi fuerte es el vestuario. Me he tirado muchos años de Segundo entrenador y eres el poli bueno, el que hace de enlace entre futbolistas y entrenador”. Sabas es el revulsivo del que ha decidido tirar el Córdoba.
FUENTES:
https://www.facebook.com/Radiogolex/videos/2069671173244934/
https://elpais.com/diario/2009/03/07/deportes/1236380401_850215.html