Por cada beso, dos decenas de hostias. Por cada abrazo, catorce millones de rajadas. Los cordobeses no nos queremos. Nos cuesta horrores encontrar un proyecto común con el que sentirnos identificados. Todo nos parece sospechoso. Cada nueva idea es contestada con miles de ‘peros’ en función de sus impulsores. Uno tiene que ser de izquierdas o de derechas. Negro o blanco. ‘Hijo de’ o ‘amigo de’. Casi nadie mira por lo que alguien pueda tener de valioso sino por lo que le ha sido dado por el destino. Nadie vale tanto como su pasado en Córdoba.
En fútbol igual. Llevamos años envueltos en guerras fratricidas por demostrar lo mucho que sabemos del futuro que nunca conoceremos realmente. Queremos parecer los más sabios y aportar datos que conocemos porque nuestras fuentes son las únicas realmente valiosas. Las buenas. Porque en Córdoba siempre hay buenos y malos. O eso siempre se quiere creer. Y los malos, claro, siempre son los otros.
Así, al llegar los días señalados nos extrañamos. Nos alucina que cuando lanzamos un mensaje desesperado en el inhóspito océano del fútbol español se nos conteste con cariño. Con el desinterés puro de quien sabe que nunca regresará a jugar como local en El Arcángel muchos profesionales del balón han querido solidarizarse con nosotros. Nos han enviado fuerza y abrazos jugadores a los que incluso nuestra propia afición ha abucheado desde la grada. Futbolistas que han logrado grandes éxitos y otros que han pasado de puntillas por aquí están perdiendo minutos de su tiempo en desearnos suerte. Entrenadores a los que todos hemos cuestionado en algún momento no dudan en querernos. Todos los que se van de esta tierra son más capaces de olvidar.
Creo, espero, deseo, confío, anhelo que el Córdoba C.F. haya tocado fondo esta semana con la detención de su presidente. No hay ya mucho más que perder salvo la propia existencia.
Este sábado la cita que el aficionado tiene a partir de las cinco de la tarde en El Arcángel no garantiza un ascenso. Tampoco dependerá, seamos realistas, la supervivencia de la entidad de que se concentren más o menos personas en un páramo pisando albero y gritando al viento. No creo que la situación precise ya de alzar la voz a favor o en contra de la gestión de unos y otros, por mucho que por supuesto lo merezcan.
No. Esto va de querernos por un día.
El Córdoba C.F. no es para nosotros un club de fútbol. Es ese día en el que nos hicimos hombres o mujeres a la sombra de su escudo. Son todos los kilómetros que hayamos disfrutado con la excusa de un sentimiento. Todos los ratos compartidos con extraños que dejaron de serlo. Las personas a las que hemos querido por su culpa. Las que no podemos querer más porque ya no podemos disfrutarlas. El Córdoba es el pan ácimo nuestro de cada día. Nuestra comunión semanal regada con vino amargo. El penalti que nunca nos resistiremos a lanzar. Ese vicio insensato que todos -mentirá quien lo niegue- hemos estado tentados de dejar y que nos corrompe cuando menos lo esperamos. El Córdoba es un viejo amigo. Es el hermano rebelde e imprevisible de un hijo único.
Por eso lo de hoy va de dejar de un lado nuestros complejos. De quitarnos las ideas preconcebidas y sentir sin tapujos lo que somos. De arrancarnos, aunque sea por unas horas, todas nuestras rencillas de la cabeza y así ser conscientes de que, como cordobesistas, hay una cosa más importante que las muchas que nos pueden separar como cordobeses.
Hoy no se trata de decir que estamos hartos de lo que estamos pasando y de todo lo que está rodeando al club porque eso ya lo sabemos y lo saben nuestros enemigos. Hoy va más de sacar lo que llevamos dentro y de agradecer lo que el escudo blanco y verde nos ha permitido vivir. Porque solo recordando fuerte lo mucho que nos ha hecho sentir el Córdoba podremos aspirar a que no deje de producirnos esos mismos sentimientos. Inventemos nuestra felicidad en la facción del fútbol que, por suerte o por desgracia, hemos heredado y adoptado como nuestro. Si hoy no estamos, la lucha no tendría sentido.
Yo cuento contigo, que me lees, a pesar de lo que puedas pensar de mí y de lo que yo pueda pensar de ti. Que todos nos apliquemos el cuento. #SOSCCF #ContamosContigo