La banda de locos del Wimbledon que ganó la FA Cup del 88

-¿Demasiado lejos? ¿Qué es demasiado lejos? ¿Alguien murió? Nadie murió ¿Se rompió algún hueso? Vamos, son cosas del juego, señoritas. Cosas del juego.

Las palabras del delantero John Fashanu representan el espíritu de la Crazy Gang. El de los componentes de un Wimbledon football club que vivió durante setenta años esperando que un puñado de locos peligrosos le hicieran vivir otros diez de vorágine y desenfreno.

El Wimbledon nació en la zona de Merton, un barrio del sur de Londres a 11 kilómetros de Charing Cross, en 1889, pero no pasó de cuarta categoría hasta 1977. El cercano All England Club de tenis (de 1877) le restó todo el protagonismo que el fútbol tiene en las Islas.

El técnico Dave Bassett tomó las riendas del modesto equipo en 1982 en Tercera y en cuatro años lo consiguió subir a Primera. Era 1986 y acababa de aparecer en escena la terrorífica Crazy Gang, un puñado de profesionales del balón que tenían dos alternativas: morir o matar. O lo que es lo mismo: perder o ganar. Sin ambages.

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El once con el que el Wimbledon se llevaría la FA Cup del 88 (YouTube)

 

Recién aterrizados entre los grandes, la vida no era sencilla en el modesto campo de Plough Lane. Sin las comodidades de los grandes, tenían que encargarse ellos mismas del material y muchas veces gastaban bromas algo pesadas. Como la que le hicieron a Eric Young, que vino del Brighton and Hove Albion y que solía ir a ejercitarse con una bolsa azul con la gaviota típica del Brighton dibujada en él. Un día, mientras Eric estaba siendo tratado por los fisioterapeutas, prendieron fuego a la bolsa y a todo su contenido y a continuación bailaron alrededor de ese fuego hasta que el cuerpo de bomberos se presentó. Y fue una de las bromas más suaves. No resultaban infrecuentes las palizas a los nuevos, la presencia de jugadores trepando por los tejados de los vestuarios para recuperar sus botas escondidas o, incluso, los paseos en coche a alta velocidad con un jugador atado a lo que sería la baca del automóvil. Pero sin baca, claro. Y eso, a sus compañeros. Imagen a sus rivales.

Así eran los Vinnie Jones –luego actor fetiche de Guy Ritchie, entre otras cosas-, Nigel Winterburn, Dave Beasant, el ya mentado Fashanu o el luego futbolista del Chelsea Dennis Wise. Criaturitas que, sin un estilo de juego más allá de un 4-2-4 potenciado por el kick and rush (esto es: el típico balón en largo inglés) trataban de sobrevivir en un campo en el que cabían –de pie, por supuesto- apenas 16.000 personas y en el que se vieron las entradas más salvajes imaginables.

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Vinnie Jones protestándole a un árbitro (Footballphilo)

 

Winterburn, luego en el Arsenal, resumió con facilidad aquellos años: “era como un equipo de pub. Se trataba de golpear rápido el balón hacia delante. Era simple, pero efectivo. Aprendí a jugar así, porque no estaba acostumbrado a hacerlo cuando llegué”. Su presidente, el controvertido libanés Sam Hammam, contaba: “si lo que sabes es pegar, tienes que hacer que tu rival haga eso también”. Se entrenan casi como si fueran a la guerra. De hecho, su lema es: “cada sábado a las tres tenemos una guerra que ganar”. “Éramos los que todos querían odiar. Si venís a Wimbledon, traed armas”, contaba Fashanu.

En su estreno en la élite deslumbran –si es que se puede deslumbrar a patadas- y llegan a ser líderes tras conseguir cuatro victorias consecutivas. Al final, terminan sextos y su técnico firma por el Watford.

Pero es la 87-88 su temporada de gloria. Después de quedar séptimos en el campeonato, llegan a la final de la FA Cup tras eliminar a West Bromwich Albion, Mansfield, Newcastle, Watford y Luton. Su rival iba a ser el Liverpool, campeón de Liga con un juego elegante de toque y con futbolistas como Beardsley, Barnes o Aldridge.

El encuentro se disputa en Wembley el 14 de mayo ante más de 80.000 personas. En la previa nadie daba un chelín por los Dons. Vinnie Jones, de hecho, recordaba que “nos llamaban los jodidos chulos y nadie nos daba una jodida oportunidad. Ellos hicieron un rap para la final y nos picaron. Nos dijimos: ¿cómo han podido hacer una mejor canción que nosotros?”. Como se ve, el fuck es como un hola para el galés.

Tras hacer esperar a su rival, salta el Wimbledon con su equipo de gala a la cita y su camiseta color azul pánico con la publicidad de Carlsberg en el pecho. El Wimbledon empieza bien. Vinnie Jones golpea al mediocentro MacMahon y éste le devuelve un codazo que hace sangrar la mejilla de Jones. “Casi le admiro por eso”, dijo luego Jones que en esos momentos se limpiaba la sangre con su camiseta (entonces no era obligatorio lo de salir cuando se teñían de rojo).

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Una formidable parada de Beasant a tiro de Beardsley desde el suelo prologó el único gol del partido, en su minuto 37. Un saque de falta desde la izquierda de Wise rematado de cabeza por el norirlandés-ecuatoriano Lawrie Sánchez. Un típico gol del Wimbledon.

Tras el descanso llegó la mayor paradoja de la historia de este club. El árbitro Brian Hill pitó en el minuto 60 un penalti en su contra por una acción en la que Goodyear le arrebata limpiamente el balón a Aldridge. Lógicamente al de negro se lo comieron durante un buen rato, pero al final hubo una suerte de justicia poética. Aldridge lo lanzó a la izquierda y Beasant voló hacia ese mismo lado y desvió el lanzamiento. Ahí realmente murió el encuentro y tras el pito final el narrador del partido en la BBC, John Motson dijo una frase que se convirtió en legendaria: “The Crazy Gang have beaten the Culture Club”. Poco después los pandilleros violentos de Merton recibieron la Copa de la Princesa Diana. Su única Copa. Europa no les padeció en la Recopa porque tras Heysel aún se mantenía la sanción al fútbol inglés.

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Pintada reivindicativa de la afición de los Dons. Los auténticos Wombles.

Como anticipó su presidente ese mismo día (“hemos tocado techo”) aguantarían unos años más en la élite –llegando incluso a tener plaza en una Intertoto que se tomaron a guasa– hasta que la modernización del fútbol les dejó anticuados. En 2004 murió como club este Wimbledon para ceder su puesto al Milton Keynes Dons, aunque un grupo de nostálgicos tratan de mantener su recuerdo como AFC Wimbledon (ahora mismo en lo que correspondería a una cuarta división).

 

No eran los más finos, más bien todo lo contrario, pero marcaron –guste más o menos- una época en el fútbol inglés. Y, como dejó dicho Jones: “nos gustaba concentrarnos en hoteles que tuvieran cerca un buen pub. Éramos como perros callejeros, pero nos lo pasábamos jodidamente bien”.

http://www.shortlist.com/entertainment/sport/the-story-of-wimbledons-crazy-gang#art

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