Nada más terminar el partido de Girona hablé con uno de los componentes de la victoriosa expedición. No con un futbolista ni un técnico, sino con uno de los otros. Uno de los que trabajan denodadamente bien sea poniendo a punto un músculo o cortando la camiseta de un portero; reparando in extremis futbolistas para que puedan completar los noventa minutos o llevando con una fuerza y habilidad prodigiosas bártulos en cada uno de los viajes.
Tenía ese miembro del grupo, el tono de sus mensajes lo denotaba, una alegría singular. Como de quien se sabe parte de algo que puede ser maravilloso. Los futbolistas, en general, cumplen su trabajo: van y vienen sembrando alegrías o tristezas en los aficionados. Los otros, estos a los que estoy dedicando esta previa, suelen permanecer fieles al mismo club que les dio trabajo hasta que son despedidos o se rinden por el desgaste que supone estar cada dos fines de semanas fuera de su hogar.
Ahora que todo son flores y abrazos, que todos los ojos miran con hambre y euforia es preciso que nos coloquemos dentro de la mirada de estos otros. Que doblemos la bufanda y nos la colguemos al cuello -o coloquemos el micrófono- con la misma ilusión que ellos doblaron las camisetas y prepararon músculos en Girona. Y el año pasado en el Camp Nou, o en San Mamés, o cuando -ya hundimos- tuvimos que rendir visita (indigna fecha) a Granada.
Viene el Llagostera. Es tercero por la cola y su bagaje como visitante es paupérrimo (apenas un punto y fue cosechado en Girona, su propia provincia). Su técnico cuenta con varias bajas importantes (ni Juanjo, Querol, ni Ruymán ni nuestro ex Samu de los Reyes, víctima de la claúsula del miedo). La tumba del Llagostera lejos de su campo -matiz: lejos de su campo juega siempre porque ha de competir como local en Palamós- la encuentra en sus malos comienzos. El Córdoba, precisamente, suele tener inicios explosivos y tal vez por eso el entrenador Oriol Alsina haya insinuado que un punto en El Arcángel les haría muy felices. Será titular con los catalanes Fran Cruz, uno de esos futbolistas de mente preclara y corazón puro por cuyo concepto del este juego siempre suspira cualquier entidad. En Llagostera está encontrando la estabilidad que necesitaba, independientemente de cómo le esté marchando a su equipo. Otros dos ex cordobesistas, aunque con pasado meramente testimonial, como Benja y José Carlos también buscan su hueco en Cataluña. El once lo pueden formar: René, Masó, Fran Cruz, Chus Herrero, Aimar, Pitu, Tito, Ríos Reina, Imaz, Chumbi y Benja.
Nosotros: pura calma. Oltra podría repetir once o incluso modificarlo no por ausencias sino por altas. Ya cuenta con uno de sus laterales, pero funcionó tan bien la máquina en Montilivi –especialmente en la segunda mitad, donde suele griparse– que tocar podría ser trastocar. Además, saltarán de inicio una vez más la pareja Fast Forward (Fidel-Florin), la que permite darle al botón de aceleración de los contragolpes y de los sueños, la que nos regala exhibiciones, goles y momentos que ya -pase lo que tenga que pasar- permanecerán indelebles para esta generación de cordobesistas (nunca habíamos visto en cuarenta años a un Córdoba tan arriba a estas alturas).
Xisco ha advertido con razón. El Llagostera no le ha ganado a nadie como visitante aún, pero complicó mucho el fin de semana pasado en el Tartiere al Oviedo. Lo que tal vez haya querido insinuar el delantero balear esta semana es que debemos quitarnos las gafas de la ilusión y ponernos a mirar por los ojos de quienes lo han visto ya todo dentro del fútbol. Esos, los otros, que estaban el año pasado y lo sufrieron y que en el presente están gozando tanto como entonces colocando correctamente músculos y camisetas. Que esta, y lo de ser líderes cuando muera el nefasto 2015, vaya por ellos.