¿Puede alguien odiar y querer una obra suya al mismo tiempo? Jacques Brel era un truhan no demasiado agraciado físicamente, pero con una tremenda sensibilidad para componer. Se empeñó en ser artista a pesar de la obstinada oposición de su familia –burgueses francófonos de Bruselas-. Se casó con una mujer llamada Therese y tuvo tres hijos mientras no era aún nadie y en 1953, cuando tenía 24 años, se lanzó a la arriesgada empresa de conquistar musicalmente París.

No lo tiene fácil, la competencia y las condiciones son duras. Trata de distinguirse convirtiéndose más en histrión que en trovador. Compone letras desesperadas y cómicas. Toca todos los géneros. Y, de repente, una de esas locas noches en la rive gauche conoce a una actriz cómica llamada Suzanne Gabriello. Nadie la llama Suzanne, sino Zizou. Se enamora trágicamente de su pelo moreno y de su risa inquieta y juvenil. Pasa cinco años de amor bandido en el que se vale de las coartadas de su amigo George Pasquier hasta que la presión de su amante le obliga a mandar de vuelta a Bélgica a su mujer e hijos.

En un apartamento de Plaza Clichy deja embarazada a Zizou. Sin querer. Briel, del que no se puede decir que fuera todo un caballero, niega ser el padre y se niega a reconocerlo. Zizou le amenaza con los tribunales y el escarnio público. Él se vuelve con la cabeza gacha a Bruselas. Sólo en ese preciso momento redacta la letra del temazo de hoy. “Ne me quitte pas”. No me dejes.
La canción –más si se escucha interpretada- impacta. Habla del grado absoluto de sumisión que Brel demuestra tener por la mujer a la que en realidad ha despreciado. Es el sinsentido más absoluto del hombre que de miedo muere y por miedo vive. La quiere y la necesita, pero no puede admitirla. Por cobardía o por vergüenza. “Te inventaré palabras insensatas que entenderás”, canta Brel.
Edith Piaf la versionó dándole el matiz de himno de sumisión masculina. Pero ¿Cuánto hay de sumisión y cuánto de terror? ¿Cuánto de oda y cuánto de copla? ¿Cuánto de suspiro y cuánto de rechinar?
Brel murió joven por culpa del tabaco. Está enterrado en la Polinesia Francesa. Zizou falleció bastante más tarde. Reposa en París. Les separa un mundo, pero les une para siempre una canción que, en realidad, ambos amantes odiaron desde lo más profundo de su alma.