La mente selecciona los jirones del recuerdo que le son favorables. El tiempo de esta temporada, para el club de fútbol de Córdoba, se derrite como relojes blandos en cuadro de Dalí. La ineptitud de algunos ha convertido lo que debía ser un episodio único por memorable en otro inaudito por bochornoso. Nos queda el refugio de la memoria. O ni eso.
Ver descender oficialmente a su equipo ante el Barcelona les costará a los abonados del Córdoba una cantidad cierta de dinero. Más, menos… ¿quién cuantifica el precio de los sentimientos en el fútbol? El Córdoba es una S.A. Pero también lo debería ser deportiva. Que sí, que estaba pactado con sangre al principio. Pero, ¿alguien esperaba tan infame juego? ¿Alguien dentro del Consejo confiaba en que su elenco de jugadores pudiera batir el registro de menos puntos sumados durante una vuelta de la historia del Campeonato? Se llama empatía. Se llamaba razón y vergüenza.
No sé si es buena cosa cobrar por acudir a un funeral. Ni siquiera aunque quien oficie la misa sea uno de los mejores oradores del mundo. Es una medida inteligente para quien la toma. Ahorra presiones al palco –menos gente leal al escudo, menos enemigos- y a los propios futbolistas y responsables del cuerpo técnico –no creo que haya dos aficionados del Barcelona que conozcan los nombres de dos peloteros de este miserable Córdoba-. Es el mejor modo de ponerle final a una temporada que compensará con creces la gloria del 22 de junio. Ha sido una damnatio memoriae en toda regla. Quisieron hacer que al Córdoba no lo conociera ni la madre que lo parió. Y no les dejan ya a sus sufridores ni acogerse al refugio de la memoria para verlo morir en Primera.
Toni Cruz 